Cultura

Torerías

Sabina, De purísima y oro

Maldito Sabina. ¿Cómo eres capaz de escribir así? ¿Cómo puedes llevar a quien te escucha a no salir del Bulevar de los Sueños Rotos?. Tienes esa ignominiosa facilidad de dejar con el corazón ajado y la frente marchita con solo decir Esta boca es mía.
Así como le preguntaste a Tomás si era consciente del insoportable brillo de su ausencia, te cuestiono si sabes que tus letras abren heridas cauterizadas, que son la música de fondo de noches del polvos y porros con tu voz de 19 días y 500 juergas.

Eres el cáncer de los melosos, el alma de los trasnochados, el taladro que hace recordar día a día quién diablos se roba el mes de abril. Lo áspero de tu voz es la tersura del seno femenino, la antológica curvatura de caderas lascivas, la conciencia del orgasmo.
Antítesis de la rutina, viaje a las entrañas de los excesos, acorde de la verdad no dicha, medida exacta del adicto, arcángel del inframundo bohemio, eso y más eres, Joaquín.

Con esa irreverencia tuya aún me pregunto cómo eres capaz de entender, de respetar y venerar el ritual de la tauromaquia, cómo sabes Que se llama Soledad el miedo que pasa el torero detrás de telón de acero.

¿Acaso te has dado cuenta que purísima y oro es por antonomasia el presente de una fiesta casi perdida en el recuerdo de que quienes como tú seguimos teniendo por religión, además de un cuerpo de mujer, a un animal y un hombre que se juegan la vida uno con el otro?
“Admiro la fiesta brava por su liturgia, que no parece de este siglo. Eso que entre un señor vestido como una señorita y un animal que no se sabe el guión y que puede llevar a la muerte encima, me parece absolutamente emocionante”, me dijiste aquella vez que te pregunté por qué cada canción que escribes tiene, invariablemente, una connotación taurina.

Con esa forma tan “josealfrediana”, con ese cante jondo tuyo, con esa media y cuarto de Curro Romero, de Tomás, de “El Pana”, de todos esos arlequines de la gloria y el infortunio que las verdades como pedradas las hacen más de 100 mentiras, como bien has dicho, tenemos más de 100 motivos para no cortarnos de tajo las venas.
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