Cultura

Torerías

Por Fernando Barrera

Quebrantaré la máxima periodística de la tercera persona para hacerlo en primera. Evitaré la “auto-coba” y el “yoismo” en la medida de lo posible. Con su venia.

Acabo de cumplir 30 años de vida, y he pasado por muchas etapas, situaciones, empleos y andanzas que no vienen al caso contar porque quizá no interesen y para no caer en el egocentrismo, tan usual en el mundo del toro.

Pero sí explicaré lo que hoy pasará, hasta antes de las 4:30 de la tarde. Estoy a horas de partir plaza, torearé un festival, modesto, casi íntimo. Estoy a punto de salir al ruedo y enfrentarme a un astado de San Pablo, sin exagerar pesa 365 kilos, algo que no asusta a los profesionales del miedo, pero que a mí… a mí sí y mucho.

Recuerdo el poema Letrillas del Pero Miedoso, de Manuel Benitez Carrasco, en el que dice: - Valiente como el primero, marchoso como el que más, pero tras el burladero…
Y no eran miedo a las cogidas ni a tener en una plaza perdida una triste muerte de oro. Era sólo que ante el toro y con razón se acordaba de la vida.

No sé exactamente qué estoy haciendo metido en un traje corto, sudando frío, pasando saliva con penurias y pensando en el qué pasará. Aún sigo cavilando si seré capaz de enfrentarlo o saldré despavorido como un gamo.

No es miedo al ridículo o al fracaso, como el que tienen los toreros de verdad, sino a algo más profundo que es el saber hasta dónde mi mente, mis facultades físicas y los años que tengo viendo toros me ayudarán no a salir por la puerta grande, sino por lo menos bien librado.

También es una responsabilidad grande, que asumo por voluntad propia, al exponerme al escarnio público; ya escucho los comentarios socarrones de quien asista y me conozca sólo por las letras diciendo “a ver si éste torea como escribe”, “verdad que no es lo mismo ponerse delante de un teclado que de un astado”.

Al mismo tiempo es un reto moral por enfrentar el miedo, por demostrar no sé qué ni a quién que pese a todo puedo o por lo menos intento poner en práctica lo que tantas tintas he escrito de esto del toro.

Es también un acto de solidaridad al tratar de decirles a los toreros, “estoy en esto para saber qué sienten ustedes cada tarde, no para demostrarles que también puedo y estoy a su nivel, sino para tratar de entenderlos y expiar alguna culpa por una incomprensión de la forma en que se buscan la vida económica y espiritual”.

No sé si al finalizar el día podré hacer mi propia crónica, decirme la verdad, vamos que no sé si podré escribir por estar en el hule o en capilla, pero bueno ni hablar.
 
De lo que sí estoy cierto es de la frase de un buen amigo: “En esto del toro, todos estamos locos, sólo que habemos unos en fase terminal”.

fotografiataurina@yahoo.es
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