Cultura
Terry Gilliam presenta el montaje 'La Condenación de Fausto'
Terry da todo un repaso a la moderna historia alemana
Terry Gilliam da rienda suelta a su fecunda imaginación en su particular montaje de "La Condenación de Fausto", del francés Hector Berlioz, para la English National Opera, donde se representa en inglés hasta el 4 de junio.
Berlioz llamó a esa obra, para cinco personajes y coro, estrenada en 1846, "leyenda dramática" y pensó en ella sobre todo para las salas de concierto, y en realidad así, en versión concertante, es como se ha interpretado las mayoría de las veces.
El estadounidense Gilliam, que se declara profundo admirador de la cultura alemana, con sus luces y sus sombras, ha decidido tomarse todo tipo de libertades con la obra de Berlioz como hizo el propio compositor con el poema dramático de Goethe.
Con ayuda de un extraordinario equipo creativo y de su propia experiencia como realizar cinematográfico ("El Imaginario del Doctor Parnaso"), Gilliam da todo un repaso a la moderna historia alemana desde el romanticismo hasta el régimen hitleriano y el Holocausto.
En este estreno operístico, Gilliam recurre a las imágenes más icónicas de la cultura visual germana, desde los cuadros del romántico Caspar David Friedrich hasta la estética fascista de la cineasta preferida de Hitler, Leni Riefenstahl.
Como él mismo explica en el programa de la ópera en referencia al tradicional amor del pueblo alemán por la naturaleza y los bosques, "vamos de algo que es orgánico, natural y hermoso (...) hasta llegar a otra cosa consistente en ángulos rectos y con forma de esvástica".
Gilliam dice que al escuchar uno de los pasajes más famosos de "La Damnation de Faust", la Marcha Húngara, pensó en la Primera Guerra Mundial con las muertes en las trincheras.
Si el compositor, gran admirador de Goethe, se tomó sus libertades con Goethe, -por ejemplo, la de que Fausto firme su pacto con el diablo sólo al final-, él pensó que podía hacer lo mismo con Berlioz.
Y así, escena tras escena, vemos el mundo romántico, espiritual y panteísta de Caspar David Friedrich derivar hacia el de Wagner y Nietzsche, pasar luego por el expresionismo grotesco de Otto Dix o Georg Grosz, en plena República de Weimar, para desembocar en la brutalidad nacionalsocialista, la otra cara de la limpia estética fascista de Riefenstahl, y acabar en el Holocausto.
La seducción de Margarita por un Fausto que ha adoptado mientras tanto el uniforme nacionalsocialista y se esconde en el apartamento de aquélla tras una cortina, tiene lugar por ejemplo mientras en la calle las turbas nazis se dedican a perseguir a los judíos y destrozar sus comercios en la llamada Noche de los Cristales Rotos.
Y en las dramáticas escenas finales, Margarita espera el tren que la llevará, junto a otras víctimas judías, al campo de exterminio, mientras Fausto, montado en una moto con sidecar junto a Mefistófeles, corre hacia el abismo para acabar crucificado con una especie de camisa de fuerza sobre una enorme esvástica.
Con su pelo rojo hirsuto, el tenor Peter Hoare hace una interpretación muy convincente de un Fausto que parece un cruce entre un científico loco y el filósofo autor de "Así habló Zaratustra", mientras, en su papel de maestro de ceremonias, el Mefistófeles encarnado por el bajo Christopher Purves se muestra alternativamente adulador o grotesco.
La soprano Ella Kirkpatrick canta con bellísima voz y extraordinaria sensibilidad sus dos solos, la balada del rey de Thulé y la posterior "Romanza". Edward Gardner al frente de la orquesta de la English National Opera interpreta la partitura de Gounod con gran atención al detalle aunque se echa de menos una mayor energía en algún momento, como la famosa Marcha Húngara.
LONDRES, INGLATERRA (07/MAY/2011).- El ex Monty Python
Berlioz llamó a esa obra, para cinco personajes y coro, estrenada en 1846, "leyenda dramática" y pensó en ella sobre todo para las salas de concierto, y en realidad así, en versión concertante, es como se ha interpretado las mayoría de las veces.
El estadounidense Gilliam, que se declara profundo admirador de la cultura alemana, con sus luces y sus sombras, ha decidido tomarse todo tipo de libertades con la obra de Berlioz como hizo el propio compositor con el poema dramático de Goethe.
Con ayuda de un extraordinario equipo creativo y de su propia experiencia como realizar cinematográfico ("El Imaginario del Doctor Parnaso"), Gilliam da todo un repaso a la moderna historia alemana desde el romanticismo hasta el régimen hitleriano y el Holocausto.
En este estreno operístico, Gilliam recurre a las imágenes más icónicas de la cultura visual germana, desde los cuadros del romántico Caspar David Friedrich hasta la estética fascista de la cineasta preferida de Hitler, Leni Riefenstahl.
Como él mismo explica en el programa de la ópera en referencia al tradicional amor del pueblo alemán por la naturaleza y los bosques, "vamos de algo que es orgánico, natural y hermoso (...) hasta llegar a otra cosa consistente en ángulos rectos y con forma de esvástica".
Gilliam dice que al escuchar uno de los pasajes más famosos de "La Damnation de Faust", la Marcha Húngara, pensó en la Primera Guerra Mundial con las muertes en las trincheras.
Si el compositor, gran admirador de Goethe, se tomó sus libertades con Goethe, -por ejemplo, la de que Fausto firme su pacto con el diablo sólo al final-, él pensó que podía hacer lo mismo con Berlioz.
Y así, escena tras escena, vemos el mundo romántico, espiritual y panteísta de Caspar David Friedrich derivar hacia el de Wagner y Nietzsche, pasar luego por el expresionismo grotesco de Otto Dix o Georg Grosz, en plena República de Weimar, para desembocar en la brutalidad nacionalsocialista, la otra cara de la limpia estética fascista de Riefenstahl, y acabar en el Holocausto.
La seducción de Margarita por un Fausto que ha adoptado mientras tanto el uniforme nacionalsocialista y se esconde en el apartamento de aquélla tras una cortina, tiene lugar por ejemplo mientras en la calle las turbas nazis se dedican a perseguir a los judíos y destrozar sus comercios en la llamada Noche de los Cristales Rotos.
Y en las dramáticas escenas finales, Margarita espera el tren que la llevará, junto a otras víctimas judías, al campo de exterminio, mientras Fausto, montado en una moto con sidecar junto a Mefistófeles, corre hacia el abismo para acabar crucificado con una especie de camisa de fuerza sobre una enorme esvástica.
Con su pelo rojo hirsuto, el tenor Peter Hoare hace una interpretación muy convincente de un Fausto que parece un cruce entre un científico loco y el filósofo autor de "Así habló Zaratustra", mientras, en su papel de maestro de ceremonias, el Mefistófeles encarnado por el bajo Christopher Purves se muestra alternativamente adulador o grotesco.
La soprano Ella Kirkpatrick canta con bellísima voz y extraordinaria sensibilidad sus dos solos, la balada del rey de Thulé y la posterior "Romanza". Edward Gardner al frente de la orquesta de la English National Opera interpreta la partitura de Gounod con gran atención al detalle aunque se echa de menos una mayor energía en algún momento, como la famosa Marcha Húngara.
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