Cultura
Teatro en vilo
La OFJ dedicó su concierto 'Iluminando el silencio' a la conmemoración de los 100 años del natalicio de José Pablo Moncayo
Esquivo a las partituras, confiado en su memoria perfectamente cuadriculada, este joven pianista de 17 años -flaco, espigado, de cabello aleonado y zapatos brillosísimos- que abandonó el biberón para tocar el piano y al que le disgusta que le llamen "niño prodigio", mantuvo por momentos en vilo a un atento Teatro Degollado que casi se llenó y cuya concurrencia paladeó con atenta serenidad su participación. Luego de la ostensible aceptación, el canadiense se dio la licencia de volver y tocar un vals, de Chopin, como agradecimiento a los tapatíos.
Es indudable que Lisiecki tocó como todo un dechado de talento, pues hizo ver fácil una pieza que exigió concentración de ajedrecista en trance; pero también es cierto que en buena medida lo logró gracias al arropamiento que le dio la OFJ, bajo la dirección de Alondra de la Parra, y que logró disolver el ritmo de la orquesta y el piano, licuándolos en un sólo viaje.
De la Parra dejó lucir al solista. No se le encimó en ningún momento y cuando la orquesta entraba con tiento y sutileza, fue para hacerlo más fuerte y diestro de lo que ya se perfilaba. Al final de la pieza, el canadiense agradeció a la directora mexicana con un abrazo.
Previo a tocar "Sinfonietta", de José Pablo Moncayo, De la Parra dijo que es un honor celebrar 100 años del natalicio de José Pablo Moncayo, orgullosamente tapatío, y todo el legado musical que ha hecho enorgullecer a los mexicanos durante tanto tiempo.
Rítmica y divertida, "Sinfonietta" (1945) marcó distancia con los elementos folklóricos mexicanos acercándose más a las formas norteamericanas, de las que se vio influenciada.
Cuando la presentación alcanzaba las costas del final, De la Parra hizo surgir con destreza la última pieza de la noche, "Sinfonía No. 1", de Brahms, una de las obras que da nombre a la temporada. El periplo final en el Degollado cumplió el pronóstico de De la Parra: fue de la tragedia de la oscuridad a la luz, subió un escalón hacia la alegría y al triunfo.
EL INFORMADOR / GONZALO JÁUREGUI
Síguenos en