Cultura

Tapatíos en la mansión Rockefeller

Alumnos de la ECRO han realizado estancias profesionales en la casa de verano de los millonarios filántropos estadounidenses, donde trabajaron en la conservación de las piezas de su extensa colección de arte

GUADALAJARA, JALISCO (27/MAY/2013).- Cuando Gabriela Mora e Iván Quintero ingresaron a la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente (ECRO) —hace seis y cinco años, respectivamente— nunca se imaginaron que antes de egresar habrían intervenido esculturas de artistas como Pablo Picasso. Y así fue, gracias a la colaboración que surgió en 2011 entre la institución ubicada en el barrio Analco y la Rockefeller Brothers Fund.

Todo comenzó por iniciativa del escultor hondureño Arnaldo Ugarte, quien trabaja como técnico de conservación en la casa Kykuit, propiedad de una de las familias más ricas e influyentes de Estados Unidos.

En el terreno de mil 380 hectáreas ubicado en el estado de Nueva York, a unos 50 kilómetros al norte de Manhattan, hay además de varias construcciones y extensos jardines, una de las más importantes colecciones privadas de arte, con obras de Picasso, Andy Warhol, Marc Chagall, Alexander Calder, Alberto Giacometti, Henry Moore, David Smith, entre otros reconocidos artistas.

Con la intención de beneficiar a estudiantes latinoamericanos, Ugarte se propuso establecer contacto con escuelas de conservación de la región, e invitar a sus alumnos a realizar estancias profesionales en la finca de los Rockefeller. Encontró primero la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM) de la Ciudad de México, y tiempo después la ECRO de Guadalajara, con la que se contactó a través de su director, Alejandro Canales Daroca.

La primera estudiante de la licenciatura en Restauración de Bienes Muebles de la ECRO en realizar una estadía de tres semanas, durante mayo de 2011, fue Gabriela Mora; al año siguiente le tocó a Diego Iván Quintero, y en los próximos días estará aterrizando allí Laura Hernández: todos ellos alumnos sobresalientes de sus respectivas generaciones, quienes fueron apoyados con los traslados aéreos por el Instituto Cultural Mexicano de Nueva York.  

Más de cien años de historia


En 1906, el fundador y presidente de la Standard Oil, John D. Rockefeller, y su único hijo, John Junior, comenzaron con la construcción de una casa de verano en un terreno elevado con vista panorámica al río Hudson. La mansión Kykuit, que en holandés significa “punto de observación”, fue construida en piedra con un estilo georgiano, y desde entonces fueron instaladas en sus jardines un conjunto de esculturas clásicas; entre ellas, una estatua de mármol de la diosa griega Afrodita.

Cuando murió el patriarca, en 1937, la propiedad pasó a manos de John Junior, que a su vez la heredó a sus cinco hijos varones. Entre ellos Nelson Rockefeller, quien además de haber sido gobernador del estado de Nueva York de 1959 a 1973, y vicepresidente de los Estados Unidos de 1974 a 1977, fue conocido por ser un destacado coleccionista de arte.

Las piezas de arte moderno que adquirió en vida se encuentran actualmente en esa propiedad: las esculturas distribuidas a lo largo y ancho de sus jardines —intercaladas con las de estilo clásico— y  los cuadros colgados en los dos niveles de sótanos de la casa Kykuit, ya que la decoración interior de la edificación principal de cuatro pisos, es acorde a la época en la que fue construida y aún conserva el mobiliario y los objetos de decoración originales. Entre ellos, muebles y tapices finos, piezas de cerámica china y europea, arte del siglo XIX y aparatos como teléfonos y telégrafos que, en su momento, eran lo más avanzado de la tecnología.

Buena parte de la hacienda conocida como Pocantico Hills, donde hay más de 70 casas, se convirtió en patrimonio de los Estados Unidos luego de la muerte de Nelson Rockefeller (1979), quien la cedió al National Trust for Historic Preservation (Fondo Nacional para la Preservación Nacional). Como resultado, la casa Kykuit y sus alrededores están abiertos a visitas guiadas del público desde 1994, mismas que están restringidas a los meses de verano y son operadas por la compañía Historic Hudson Valley.

Dichas visitas no incluyen las casas que todavía pertenecen y son habitadas por miembros de la familia Rockefeller, por ejemplo la Play House, a la que Iván Quintero le permitieron asomarse en un momento en que estaba desocupada, y con cuyas instalaciones quedó impresionado: una pista de boliche, dos canchas de tenis y dos albercas, una cancha de squash, gimnasio, cuarto de billar y numerosas habitaciones.  

El egresado de la ECRO contó que durante su estancia tuvo lugar en esa casa una fiesta familiar: “obviamente no nos pudimos acercar; siempre nos dijeron que fuéramos muy respetuosos de las zonas que habita la familia”; pero eso no les impidió escuchar la música y ver de lejos a las personas que iban llegando.

Conservación a la intemperie

La limpieza y conservación de algunas de las 90 esculturas emplazadas emplazadas en los jardines, fue el principal trabajo destinado a los estudiantes mexicanos. Particularmente las piezas de metal, a las que se aplicaron productos especiales para su protección en la intemperie.

Su localización representa el reto más importante desde el punto de vista de la conservación, explicó Gabriela Mora en entrevista telefónica desde San Luis Potosí (donde actualmente cursa la maestría en Geociencias Aplicadas). Sin embargo, el jardín era el lugar para el que las obras estaban destinadas cuando se adquirieron, y para Gabriela, fue particularmente interesante trabajar en una colección en la que el paisaje es tan importante como la pieza misma.  

“De muchas de estas piezas se hicieron reproducciones limitadas, y algunas están en el MoMA (Museo de Arte Moderno de Nueva York) o en otros museos”, contó Gaby, “pero es muy diferente la experiencia de verlas en una sala de museo —aunque tengan un excelente discurso museográfico— que verlas como parte de un paisaje. Es una experiencia muy diferente y muy enriquecedora poder vivir las esculturas en este contexto”.

Pero ni Gabriela ni Iván, en sus estancias respectivas, pudieron trabajar todos los días en los jardines debido a las constantes lluvias. Así que Arnaldo Ugarte y la curadora y encargada de la colección, Cynthia Altman, les encomendaron otro tipo de misiones. Por ejemplo, la limpieza e inventariado de la colección de sillas de montar y otros artículos de equitación que permanecen en un edificio conocido como el Coach Barn, donde también se encuentra la colección de automóviles y antiguas carrozas.

Ese edificio es parte de las visitas guiadas que comienzan a partir de mayo y terminan en noviembre, y que según Iván Quintero, están integradas casi siempre por gente mayor. El egresado de la ECRO, que actualmente trabaja como investigador auxiliar en el Colegio de Michoacán, contó que la empresa encargada de los recorridos recoge varios grupos al día en la capilla del poblado más cercano, Sleepy Hollow, célebre por el relato de Washington Irving cuyo protagonista es el Jinete sin cabeza.

Invitados de lujo


Incluso la casa en la que fueron hospedados los estudiantes de la ECRO y la ENCRyM, localizada al interior del terreno, fue concebida originalmente como una obra de arte, pues se trata de un diseño del arquitecto húngaro Marcel Breuer, que fue realizado en 1948 para inaugurar la serie de exhibiciones del MoMA, House in the Museum Garden. La idea era mostrar modelos de vivienda de postguerra en el jardín del recinto, y el primer artista invitado fue el arquitecto egresado de la Bauhaus y uno de los principales exponentes del Movimiento Moderno.

Para ayudar a cubrir el costo de la exhibición, los Rockefeller compraron la casa que de otra manera hubiera sido desmontada, y la reconstruyeron en su finca en 1950.

“Es chiquita, pero como fue diseñada por uno de los arquitectos que impulsó la arquitectura funcional, todo está en su lugar”, contó Iván Quintero. Y “lo más interesante es que todo lo que está ahí —los muebles, la vajilla, la estufa, el refrigerador— es de los años cuarenta, y todo funciona”. Con esos mismos utensilios, los estudiantes se cocinaban sus propios alimentos luego de hacer las compras necesarias en Sleepy Hollow, y también en el pueblo tomaban los trenes cada fin de semana, para visitar Manhattan en su tiempo libre.   

Como parte de la experiencia, Gabriela e Iván fueron llevados a conocer el departamento de conservación del Metropolitan Museum of Art, en Manhattan, así como la colección de arte del grupo PepsiCo, que también cuenta con varias esculturas dispuestas en jardines en las afueras de la ciudad. En ambos casos, no sólo fueron oportunidades de contemplar piezas muy valiosas para los casi egresados, sino también de hablar con sus colegas sobre metodologías de conservación.

El director de la ECRO, Alejandro Canales Daroca, sabe que la colaboración entre la Rockefeller Brothers Fund y la institución que él dirige, es una oportunidad única para los alumnos, ya que no tan fácilmente se puede tener acceso a colecciones como la que permanece en Pocantico Hills.

Por eso, la idea es profundizar los lazos con los curadores, e incluso invitarlos a dar alguna conferencia en Guadalajara, para seguir fomentando los intercambios profesionales en la materia.

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