Cultura
Talento a seis manos
Daniela Liebman, Dana Rodríguez y Sebastián Pérez Delgado son grandes promesas del piano del país, prácticamente sin contar con apoyos institucionales
Así resume su vida. Sin embargo, la historia de Daniela, quien estuvo entre los 50 niños y jóvenes del mundo que tocaron con Lang Lang en el concierto de su cumpleaños, en Berlín, está llena de logros nunca alcanzados por otra niña mexicana de su edad: es la primera solista más joven en tocar con orquestas, la Sinfónica de Aguascalientes y la Filarmónica de Jalisco, su Estado natal. Ha tocado en países como Alemania, Italia y Estados Unidos, y hace poco ganó el primer lugar en la categoría jóvenes del Russian International Music Competition en San José, California, uno de los más importantes en su tipo en el mundo, en el que fue la única latinoamericana ganadora y la primera en la historia de la competencia.
Los éxitos no intimidan a Daniela, las cosas son en realidad muy sencillas: “Me gusta que me aplaudan y hacer sentir lo que yo quiera a la gente que me escucha, con la música puedo decir las cosas que no puedo expresar con palabras”.
En casa habla dos idiomas, inglés con su padre Rob, violinista norteamericano, y español con su madre, Anna, diseñadora. La tercera figura más importante de Daniela es el compositor y pianista ucraniano, coordinador del Departamento de Música de la Universidad de Colima y figura de la prestigiosa marca Petrof, a quien conocieron al buscar opciones para estudiar en México.
Zatin, dice la pequeña, es “un maestro buena onda y muy chistoso”, que le ha enseñado todo, a veces incluso lo hace con magia. “No puedo hacer algo, él llega me dice cómo y de pronto me sale, es el mago del piano”, dice Daniela.
Fundamental en la formación de la niña también es Vlada Vassilieva, pianista mexicana de origen ruso y catedrática del Instituto Universitario de Bellas Artes de la Universidad de Colima, quien junto con Zatin conforma el Dúo Petrof. Entre los tres hay una empatía y una química que se traduce en alegría cuando se sientan al piano. Ríen, bromean, pero los maestros son tajantes: “Eso que llaman talento es sólo 10% en la formación de un músico, el resto es disciplina, rigor y trabajo”.
Anna está convencida que su hija es una niña feliz y es consciente de que su educación es común en países asiáticos, pero en México es inusual, por lo que su mundo es casi de adultos —y es hija única—; además, debido a los constantes viajes Daniela tendrá que terminar su año escolar a distancia. “Quiero que tenga una niñez desde el punto de vista que lo concebimos nosotros, pero mientras sepa que es feliz sabremos que vamos bien”, dice Anna.
Traductor de sentimientos
Dana Rodríguez tiene la mirada dulce, el andar lento y la sonrisa franca; parece tímida pero al hablar de música su voz es firme. A veces, dice, le ganan los nervios, pero cuando se sienta al piano su ser se calma: “La música puede expresar lo que sientes”.
Ama la música de concierto, aunque cree que hay canciones de pop y rock que “no son tan malas”, pero en la banda sonora de su vida no hay cabida para géneros como el reggaeton y lo grupero. Estudia sexto año en una escuela privada, escribe cuentos “de fantasía y realidad”, lee historias como las de Harry Potter y, dice, está interesada “un poco” en la política; disfruta a su hermana de cuatro años, y le atrae la fotografía pero lo más seguro es que se dedique al piano.
Participante también en el concierto del afamado pianista Lang Lang, Dana nació hace 12 años en la Ciudad de México y fue Miguel Ángel, su padre, quien le inculcó el gusto por el instrumento, pues fue maestro de piano en la Escuela Superior de Música del INBA y ahora da clases particulares. Su madre, Judit Bolyó, es maestra de idiomas y traductora, de origen húngaro, por eso Dana habla inglés, húngaro y español.
En 2008 obtuvo el segundo lugar en el Tercer Concurso Nacional Infantil de Piano, convocado por el Centro Cultural Ollin Yoliztli, y durante los dos años que estudió en la Escuela Superior de Música del INBA, obtuvo el primer lugar de las competencias que ahí se organizaban, y ha abierto los recitales privados de maestros como Manuel de la Flor y Bogányi Gergely; el año pasado participó en la Gala de Jóvenes Pianistas 2011 en el Cenart.
Su maestra es Irina Shishkina, profesora de piano “muy exigente”, pero de quien, dice Dana, ha aprendido mucho. Llegar a la profesora de origen ruso no fue fácil, su padre después de hacer una búsqueda exhaustiva le pidió que tomara a Dana como su alumna; al principio se mostró reticente pero aceptó al ver que la niña tenía aptitudes, sus papás estaban dispuestos a conformar un equipo disciplinado, y es que, expresa la maestra, sólo se puede creer en la formación de un artista si quienes lo rodean se toman en serio la profesión. La madre es la parte operativa, y la maestra y el padre son los formadores. Tener en casa a una promesa del piano requiere acrobacias financieras, tiempo y disciplina, pero a sus padres sólo les preocupa algo: que su hija tenga la certeza de que la única que puede decidir sobre su destino es ella misma. Si un día quiere elegir otro camino tendrá el apoyo y, si quiere seguir en la música, también.
El mundo y la música
Sebastián Pérez Delgado tenía tres años cuando su tío lo dejó jugar con su teclado profesional, pero sólo podía tocarlo siempre y cuando usara audífonos para no hacer “ruido”. A las pocas semanas hubo un silencio total en la casa y Diana alcanzó a escuchar que su hijo interpretaba Martinillo, le quitó los audífonos y lo confirmó.
Diana averiguó dónde daban clases de piano y llegó a la Escuela Nacional de Música de la UNAM, ahí encontró a la maestra Adriana Sepúlveda, especialista en enseñar niños con discapacidad, con quien estuvo un año. Pero avanzaba más rápido que sus compañeros y empezó a aburrirse, así que su madre fue al Centro Cultural Ollin Yoliztli y lo rechazaron por su ceguera. Sebastián nació con retinopatía del prematuro.
Alguien les sugirió acercarse a la Universidad Panamericana, donde existe el Departamento de Arte y Cultura (DAC), área académica compartida con el Centro Escolar Cedros, cuyo director Gabriel Pliego, ante las aptitudes del niño, no sólo les abrió las puertas, también le otorgó beca completa desde hace más de cinco años.
Poco antes de que Sebastián ingresara al DAC, su mamá pidió apoyo a un programa de televisión que cumplía “sueños”, ahí le ofrecieron una prótesis ocular, pero ella sugirió un piano porque lo médico sí podía cubrirlo. Se lo regalaron.
El pianista cursa el quinto año de primaria en una escuela pública regular, su madre es ama de casa y su padre trabaja en la Red de Transporte de Pasajeros del DF. Le gusta andar en bicicleta, disfruta de compositores como Beethoven “porque toca muy bonito” y últimamente anda “loquito” por Ana Torroja, incluso le gusta dibujarla con los trazos que su madre le describe; también goza al componer o “recomponer” canciones, y jugar con su hermano de seis años. En el piano, dice, encuentra una sensación que lo motiva a “dedicar su vida” al instrumento: “Me hace sentir tranquilo”.
En el DAC recibe clases particulares con Santiago Piñeirúa, quien lo impulsó a participar en el concierto de Lang Lang. No ganó, pero quedó entre los 10 finalistas de México. “Sebastián tiene grandes habilidades, pero el talento no sólo es tener la habilidad, también es tener oído y amor por lo que se hace; todo eso debe ser alimentado con trabajo, disciplina y conocimiento”, dice el maestro.
Diana confiesa: “Un maestro de mi hermano nos dijo a mi esposo y a mí: ‘no se imaginan lo que tienen en su casa’. Aún no me lo imagino, sé que tiene un gran talento, pero aún no soy capaz de pensar en la magnitud de su futuro, no sé si un día me dirá que ya no más o si va a brillar como nadie”.
PAUTA
De Jalisco
Daniela Liebman Martínez, de 10 años, es originaria de Guadalajara,
Jalisco, y uno de sus hobbies es el ballet pero tuvo que dejarlo para dedicarle más tiempo al piano. Es hija única y le gusta disfrutar el tiempo con sus amigas. No ve
televisión, pero gusta de lecturas y videojuegos.
Así, aunque la mayoría de la gente piensa que
cuando alguien inicia sus estudios musicales a temprana edad pierde parte de su infancia, ella asegura que eso es un mito, “siempre hay
tiempo para hacer todo: Jugar videojuegos o con los amigos, invitar a las amigas, practicar deportes e ir al cine”.
Nunca imaginó estar al lado de Lang Lang, actualmente considerado el mejor pianista del mundo.
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