Cultura

Somos pasado, recuerda Kermele Jaio en 'Las manos de mi madre'

Una madre en una cama de hospital con una memoria que se disuelve

GUADALAJARA, JALISCO (06/DIC/2013).- "Si algo somos, somos pasado. Somos lo que nos ha pasado en la vida", expresa la escritora vasca Kermele Jaio. Sí, el pasado persigue y hay veces que lo hace en la molestia de un fantasma, pero a ese fantasma hay que mirarlo de frente. A eso se ven obligadas las protagonistas de "Las manos de mi madre", libro presentado en la FIL.

Una madre en una cama de hospital con una memoria que se disuelve, y una hija impotente que el pasado se vuelve una más de sus cargas. Los dos personajes intentan huir de lo que fueron y llega el momento en que tienen que afrontar para liberarse a sí mismas.

"Las dos protagonistas la madre y la hija tienen un fantasma del pasado, pero precisamente quizá porque no lo afrontan, porque no miran a él. Hay un constante pasado-presente en la novela que yo creo que es al final algo que lo hacen naturalmente las personas".

¿En qué momento de tu vida estabas que detonó esta obra sobre relación maternal y el transcurso de la vida?

Quería hablar de dos generaciones de mujeres. Cómo a pesar de vivir hace más de 100 años la vida es muy diferente, pero cómo en el fondo no es tan diferente. Las personas estamos hechas del mismo material, tenemos preocupaciones parecidas.
Con el tiempo me he dado cuenta que el tema de la madre que está en el hospital me pilló en un momento de la vida en el que vas para arriba, vas haciéndote mayor y te das cuenta que tus padres están haciéndose mayores, pero es de un día a otro.

¿Qué aprendiste de Nerea y su madre, las protagonistas?

A pesar de que la ficción me la haya inventado, los sentimientos los pensamientos de los personajes muchas veces son míos o por lo menos me imagino a mí en esa situación.

Una cosa que aprendí de los personajes es la necesidad a atender los problemas, que no hay otro remedio que levantar la cabeza. Las cosas hay que decirles en vida, las personas no están para siempre y lo que tenga que decir en vida, hay que decirlo.

¿Cómo fue tu proceso de trabajar con la tristeza humana?

Feliz (ríe). Somos tristeza y felicidad por momentos. Tengo esa tendencia a temas un poco tristes o que nos pinchan un poco ahí dentro. En este libro lo que queda es positivo, a pesar de que habla de una cosa trágica, una madre enferma, creo que es una cosa muy normal y luego el mensaje que da es positivo: levanta la cabeza, afronta las cosas. La vida es triste también muchas veces y así lo reflejo.

Las manos de mi madre ya está en película, ¿cómo evoluciona una obra literaria cuando se lleva al cine?

El cine es otra obra. Yo lo he vivido como si hubiese plantado un árbol, alguien se hubiese llevado un esqueje y hubiese nacido otro árbol. Da mucha satisfacción porque sale algo nuevo. Esa historia que has inventado, visto por los ojos de otra persona. Me pasó que me imaginé a los personajes de una manera y cuando releí el libro le di el rostro de los personajes de la película.

EL INFORMADOR / ALEJANDRA PEDROZA

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