Cultura
Rolando Villazón: ''Mi única meta era volver a cantar en la ducha''
Tras casi verse desahuciado para volver a pisar un escenario, el tenor mexicano escribió la novela Malabares
Recuperado completamente, acaba de publicar Malabares (Espasa), su primera novela. Una historia de circos, payasos y vidas paralelas con algunos indisimulables guiños autobiográficos. Les sonará familiar, por ejemplo, la historia de Balancín, un artista que debido a una lesión debe apartarse de los escenarios un largo periodo de tiempo. O la de Macolieta, que como Rolando quiso ser hermano lasallista. En el caso del tenor, el amor por su esposa se interpuso entre él y Dios.
La fama del cantante ayuda, pero también perjudica al novelista en ciernes. Al principio cuesta que a uno le tomen en serio. “Seguro que vendería más si hubiera hecho algo como “Villazón, historia de una caída y el resurgimiento de una operación...”, dice con sorna. “Pero ahora tienen que tomarme como a un autor”, explica en una larga jornada de promoción doble. Porque también lanza estos días Villazón Verdi (Deutsche Grammophon), un disco de arias y canciones del bicentenario compositor. Además, como cantante y director de escena ya tiene fechas cerradas hasta 2015. En fin, que ha vuelto.
Pero tanto hace y tanto quiso hacer siempre que, tras haberle idolatrado y elevado a los altares de las grandes voces de décadas pasadas -puede que un tanto exageradamente- esos mismos empezaron a acusarle de haber dañado su carrera por esa diversificación. Tanto en lo artístico como en lo meramente físico. Y eso le molesta todavía más. “Lo sé. Se comenta hasta que me jodí la voz por ponerme a cantar Don Carlo o Carmen... Ese comentario es pueril. A nadie le sale un quiste en una cuerda vocal por cantar nada”.
—Parece que hay mucha mala leche en la ópera.
—No sé si es mala leche... Pero es un mundo muy apasionado. Es como el deporte. Además hay muchas certezas. Por ejemplo: “Si no tienes la voz de Mario del Monaco no puedes cantar Carmen”. Pero cuando se compuso Carmen, nadie tenía la voz de Del Monaco. No estoy en contra de los blogs y demás, pero no los miro. La controversia es buena, aunque a veces se crea sin base alguna. Lo mío fue un problema de salud, el resto fue un comentario absurdo.
Afable y generoso con el tiempo de la entrevista, realmente da la sensación de haber encontrado muchas respuestas en ese cuartito de su casa en París donde se encerró a escribir y a escuchar obsesivamente a Brahms durante un año. Confirmó eso de que “la fama no puede ser una meta, sino una consecuencia” (también lo dice uno de los personajes de su novela).
“Nadie va a meterme en un cajón”
Aunque no renuncia a ese punto narciso del artista, mirando más allá de los aplausos al final de la actuación, sostiene. “Soy muy afortunado. Imagina, grabar un disco de Verdi cuando mi única meta era poder volver a cantar bajo la ducha o fregando. He regresado a los mejores teatros del mundo. Ahora he empezado a grabar las últimas óperas de Mozart... y ahí están ya otra vez diciendo “cómo se atreve a cantar Mozart”... Pero nadie va a meterme en un cajón. Este desconcierto que provoco, genera una respuesta muy crítica. Dicen que hago demasiado. Y es verdad que hay cierto repertorio o manera de cantar que tiene riesgo. Pero yo no me defino. No cambiaría nada de mi carrera. Ni el quiste. Todo lo que he vivido me ha hecho así”.
Por fuera también ha cambiado todo mucho. Una generación de cantantes jóvenes, alejados del divismo y con escasa repercusión en el circuito discográfico se bate el cobre en los mejores teatros del mundo. Una hornada muy distinta de la suya, que también incluyó el gran boom de intérpretes latinoamericanos. “Esta es una época dorada de voces”, dice Villazón.
Pero la exigencia, para ellos y para los más consagrados, se ha multiplicado a través del incansable control que redes sociales, YouTube y demás ejercen sobre su trabajo. “Hoy sales a cantar cualquier día y lo cuelgan en YouTube, para bien o para mal. Ya no hacemos una función para dos mil personas. Y los nervios y la presión no son solo para el estreno y los críticos que vienen a verte ese día. Ahora siempre hay alguien que escribe para un blog y que opinará. Y eso lo verán los agentes, y el público, y los periodistas... Aumenta mucho la presión”. En todo caso él, asegura, va a seguir haciendo y cantando lo que le apetezca.
Con información de El País
PARA SABER
La trama
Balancín recorre los escenarios del mundo con su amada, Verlaine, atesorando fama, admiración y aplausos. Macolieta va de fi esta infantil en fi esta infantil, tratando de encontrar sentido a la vida. Balancín sufre una lesión en la espalda que le hará reconsiderar sus prioridades. Macolieta recibe la inesperada carta de un antiguo amor, Sandrine, invitándolo a reencontrarse.
Balancín y Macolieta. Ambos escriben en un cuaderno azul la historia inventada de sus vidas. ¿Quién es personaje y quién autor? ¿Son acaso ríos de la misma fuente, posibilidades distintas de una misma vida?
Jorge Volpi, el padrino
Como recoge el diario El Economista, esta primera novela de Rolando Villazón, Malabares, fue apadrinada por el escritor mexicano Jorge Volpi, quien le hizo el prólogo al volumen.
El ahora director del Festival Cervantino escribió para el libro en cuestión: “Si el circo es un espejo del mundo, los payasos son nuestros más confiables reflejos. En Malabares, Rolando Villazón ha sabido dar voz —nunca mejor dicho— a estas frágiles criaturas, desgranando sus abismos y esperanzas con enorme sutileza e inteligencia. La fascinante primera novela de un gran artista”, consigna el diario capitalino.
La prensa cultural española ha destacado la aparición de esta novela. Al respecto, en entrevista para la Cadena COPE, el mismo día de la presentación a la prensa madrileña, Rolando recordó que el escritor Jorge Volpi había leído varias páginas de su texto original, y que le comentó: “Oye, esto con una pulidita tiene posibilidades”.
Síguenos en