Cultura

Ritos prehispánicos de altura son preservados

Las paredes del Cañón del Sumidero siguen siendo usadas como espacios sagrados de encuentro con las deidades

TUXTLA GUTIÉRREZ (12/MAY/2010).- Como hace más de dos mil años, las escarpadas paredes del Cañón del Sumidero, a pocos kilómetros de Tuxtla Gutiérrez, son espacios sagrados de encuentro con las deidades y los antepasados, práctica que se mantiene en la actualidad, ahora por medio de los llamados "costumbreros".  

De acuerdo con el arqueólogo Enrique Méndez Torres, de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), en la Meseta de Copoya, la región montañosa y el Cañón del Sumidero, cuyas enormes paredes alcanzan hasta mil 200 metros de altura, se distribuye una serie de espacios, entre cuevas, abrigos rocosos y cañadas, que han sido utilizados con fines sagrados desde la época prehispánica.  

Muchos de estos lugares fueron importantes en la época prehispánica para llevar a cabo rezos y solicitudes de lluvia a las deidades, y pese a la Conquista y las prohibiciones de la Iglesia católica, durante los siglos XVI y XVII mantuvieron visitas de personas de origen indígena, señaló en un comunicado del Instituto Nacional de Antropología e Historia ( INAH).  

A ellas, incluso, se les levantaron al menos cinco actos inquisitoriales, en los que se denunciaban prácticas de idolatría realizados en las inmediaciones de este desfiladero, añadió.  

La constante persecución por estos actos a lo largo del Virreinato, motivó el abandono de muchos de estos sitios como lugares de adoración y encuentro con los ancestros. No obstante, las prácticas subsistieron y se mantienen hasta el día de hoy, indicó Méndez Torres.  

La gente sigue utilizando estos espacios para hacer brujerías, peticiones o limpias, en donde se pide a determinadas deidades o potencias.  

Dentro de la cosmovisión de los zoques, "el grupo étnico de esta área", en las cavidades moran no sólo los espíritus del agua y la fertilidad, sino los ancestros.  

"Actualmente, cuando los zoques necesitan algún consejo o pedir permiso para determinadas festividades, por ejemplo, para realizar carnavales, un grupo de ellos acude a la cueva, se hacen ofrendas, se dejan los alimentos y este conocimiento es compartido con las demás personas de la cofradía y, en general, con la comunidad a la que pertenecen", apuntó.  

El arqueólogo Méndez Torres, quien participó en la V Semana de Antropología de la Montaña, organizada por el INAH, dijo que los habitantes de los alrededores de Tuxtla Gutiérrez suelen mantener tres posturas, una de ellas es la de los "costumbreros", quienes realizan aún estas actividades con reminiscencia prehispánica.  

Los otros grupos los encabezan personas de culto cristiano, pero que pertenecen a comunidades en donde existe una fuerte presencia de los llamados adventistas del Séptimo Día; una tercera está representada por gente "blanca" o mestiza, ajena a estas costumbres y que además ven con recelo la práctica de las mismas.  

 A pesar de las frecuentes pugnas suscitadas por estas posturas, el especialista anotó que el actual gobierno estatal ha mantenido una posición más abierta en cuanto a los rituales que llevan a cabo los "costumbreros".  

 De ahí que varios de ellos han salido de la clandestinidad y además dan recorridos a turistas por estas cuevas y abrigos rocosos, con lo que evitan en parte el vandalismo en estos lugares.  

Enrique Méndez hizo un breve recuento de los sitios arqueológicos reportados en el Cañón del Sumidero. De esta manera, se tiene que en enero de 1999 el Grupo Escala de Chiapas realizó un descenso en el primer medio kilómetro del acantilado, en su pared izquierda.  

 Allí ubicaron un balcón que en la orilla tenía piedras acomodadas y en la parte central, un metate y dos sahumadores.  

"Lo que llama la atención es que la población prehispánica debió escalar estas paredes para aprovechar todos estos espacios", anotó el arqueólogo.  

A raíz de la construcción de la presa Chicoasén, que se encuentra al final del Parque Nacional Cañón del Sumidero, en los años 70 se realizó un salvamento arqueológico en toda esta parte del cañón.  

Ahí, el arqueólogo Alejandro Martínez Muriel reportó 53 cuevas, de las cuales 23 contenían vestigios arqueológicos (básicamente cerámica) y 18 contaban con pintura rupestre, toda ella en color rojo.  

Río arriba, hacia la entrada del cañón, se halla el abrigo de La Ceiba, que tiene 10 metros de altura y donde se tiene registrada una presencia humana desde el año siete mil a.C., en cuyas paredes también se encuentran pinturas rupestres prehispánicas y algunos diseños contemporáneos.  

Asimismo, concluyó Méndez Torres, en la pared izquierda del cañón, en sus primeros 500 metros, se pueden contar cuatro balcones, donde se distribuyen más de 100 pinturas rupestres entre líneas rectas y curvas, impresiones de mano al negativo y al positivo, la gran mayoría de origen prehispánico. 
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