Cultura

Reeditan ''Los culpables'' de Juan Villoro

Seis cuentos donde los protagonistas se hallan en un punto de conflicto, ya sea que decidan perpetrar un asesinato o traicionar un amigo

CIUDAD DE MÉXICO (10/MAR/2013).- Los culpables (2007), considerado por la crítica el mejor libro de cuentos y el más arriesgado del escritor mexicano Juan Villoro, acaba de ser reeditado por la oaxaqueña Almadía, con ilustraciones de Alejandro Magallanes, sin duda el diseñador gráfico de moda en nuestro país, a la sazón el más prolífico.

Se trata de una edición conmemorativa con que la casa editorial Almadía celebra su 8º aniversario y que estará a la venta solamente a través de la tienda en línea, a partir del 14 de marzo. Los 100 primeros ejemplares incluirán una serigrafía de Alejandro Magallanes y durante el primer mes de lanzamiento el envío será gratuito.

Una celebridad de la canción ranchera, un futbolista en decadencia, un guionista que adquiere una máquina de escribir sin eñes y una iguana que se extravía en momentos críticos son algunos de los seres que pululan por los relatos de Villoro.

La concentración de humor y tensión en estas páginas es altísima. Un total de seis cuentos y una novela corta admirables, donde los protagonistas son hallados en el punto más alto de su conflicto, ya sea que decidan perpetrar un asesinato, traicionar a un amigo o filmar un desnudo que podría arruinar su carrera.

La pieza que remata el libro es “Amigos mexicanos”, una trepidante nouvelle sobre los secuestros exprés que amenazan a los habitantes de la ciudad de México.

Nacido en la ciudad de México en 1956, el escritor Juan Villoro no sólo se destaca por su altura cortazariana, sino también porque en esos dos metros de altura cabe uno de los hombres más afables del mundo y en esa cabeza de “autor disperso”, como él suele llamarse a sí mismo, hay lugar para muchas de las aficiones que son tan cercanas al pueblo que lo vio nacer.

Si al autor argentino de Rayuela le gustaban el boxeo y el jazz, a Juan, el cronista exquisito del balompié que escribió aquello de “Dios es redondo”, lo persigue su simpatía doliente por Los Rayos del Necaxa, un equipo fundado en 1923 y que no obtiene un título en el campeonato local desde 1998, y su profundo conocimiento del rock, género musical que lo ha llevado a entrevistar al mismísimo Mick Jagger en una pieza hoy clásica que publicó el periódico español El País en 2001.

Cronista, dramaturgo, novelista…todos los géneros le son afines y deja uno para tocar el otro con pluma avezada que lo ha convertido sin dudas en uno de los escritores más amados de la república maya y azteca, acaso, sin exagerar, en uno de los autores más prolíficos y queridos de la lengua española contemporánea.

Como Cortázar, Juan ha demostrado también ser un cuentista de excepción. Precisamente, con la colección de relatos La casa pierde (1999) ganó el Premio Xavier Villaurrutia.

En todos sus trabajos, incluidas las novelas El testigo y Arrecife (ambas por Anagrama), se construye y deconstruye el carácter nacional con pluma aguda y dulce, quizás porque nunca podemos juzgar con mayor impiedad a aquello que amamos.

“Soy mexicano, pero no lo vuelvo a hacer”, dice uno de los personajes de Los culpables, dando cuenta de la idiosincrasia de un pueblo “graduado en frustraciones” y para el que se aplican como a ninguno las metáforas del futbol.

“Martín Caparrós, el biógrafo de Boca Juniors, decía en una crónica estar sorprendido por esos países que no tienen ninguna posibilidad de arribar a los primeros puestos van con tanto entusiasmo al Mundial.

Para los argentinos –decía Caparrós- siempre es un anhelo viable pensar en qué tan lejos vamos a llegar hasta el título incluso. En cambio, para los mexicanos el Mundial es interesantísimo aunque sabemos que no vamos a hacer muchas cosas”, dice el escritor.

“No siento que escribo más que antes”

Juan Villoro siempre es objeto de interés editorial y cada una de sus presentaciones públicas obedece a la presentación de un nuevo libro.

“La verdad es que creo me estoy poniendo viejo (risas). Se van acumulan do textos, no lo sé, no siento que escriba más que antes”, afirma.

“Una cosa que es para mí esencial es cambiar de género una vez que concluyo un libro. Soy muy disperso por naturaleza, me interesan muchas cosas al mismo tiempo, tengo una mente que debería someterse a un zapping más controlado y paso con mucha facilidad de una cosa a otra.

Para no repetir las costumbres o los hábitos que adquieres con un libro, pienso que lo mejor es cambiar de género. Cuando has estado en el universo de una novela para adultos, lo más importante para irte a otra orilla es ensayar un género totalmente distinto.

Esto me ayuda a tener tensiones, nervios y desafíos distintos y por lo menos no repetir las soluciones. No puedo estar seguro de la calidad, pero sí puedo estar seguro de ensayar cosas diferentes”, asegura.

La crítica, aunque en la literatura continental contemporánea no tiene una presencia significativa, no se pone de acuerdo a la hora de justipreciar la obra diversa de Villoro. Están los que privilegian los cuentos sobre las novelas o los que prefieren las crónicas a los relatos.

A propósito, el autor declara:

“El ser humano ama las comparaciones. Si vas a ver una exposición del mejor de los pintores, ante dos lienzos que te satisfacen mucho, vas a tratar de encontrar tu favorito. Por eso existen Miss Universo y el Mundial de Fútbol. Amamos las competencias, incluso aquellas que entablamos contra nosotros mismos.

La verdad es que no pienso en cómo me puede ver alguien, porque me interesa escribir en diferentes registros y trato de hacerlo conforme a lo que puedo hacer y que consiste en responder a nervios que están dentro de mí y exigencias que son muy diversas.

En todo caso, para aquellos que dicen que soy mejor cronista, debo decir que eso me gusta, porque la crónica opera en el presente y si ese es el juicio de los contemporáneos me siento tranquilo.”

El amigo de todos los escritores


En el corpus de la literatura mexicana Juan Villoro funciona muchas veces como el gran contemporizador, el amigo de todos, el que trae paz en tiempos de guerra, un hecho que él relativiza.

“Creo que hay dos tipos de escritores. Por un lado están los que quieren ser los únicos escritores en el mundo. Como la literatura es un ejercicio solitario, esta situación estimula mucho las condiciones egoístas.

Luego hay otro tipo de autor al que le gusta leer a los demás autores, tener relación con ellos, que no se ve tanto como una voz única, sino se ve más como un instrumento de la época, como un pararrayos que recibe energía y a partir de eso se considera menos el autor absoluto de todo lo que hace y más el intérprete de energías colectivas. Yo soy ese tipo de autor.

Me gusta precisamente escribir para niños entre otras cosas por eso. Para los niños no existen los autores. El libro adquiere en manos de los niños una autonomía que difícilmente adquiera en manos de los adultos y eso es muy gratificante para un escritor como yo”.

Hacia la esencia de lo Villoresco

En 2012, el escritor mexicano Fabrizio Mejía hizo un encendido análisis del estilo de cronista de su amigo, colega y compatriota Juan Villoro, al presentar el libro de este último ¿Hay vida en la tierra?, el número 100 de la editorial oaxaqueña Almadía.

“A este país le faltan tres cosas: seguridad, justicia social y delanteros, dijo Juan Villoro. Entre Instrucciones para vivir en México (de Jorge Ibargüengoitia) y ¿Hay vida en la tierra?, hay 30 años de distancia. Lo de Ibargüengoitia es un alegato para irse de México. Lo de Villoro es la sorpresa de haber regresado”, precisó Mejía.

“¿Hay vida en la tierra?, rescata un estilo casi extinto en la crónica mexicana: el artículo en primera persona nos detalla qué tan hundidos estamos todos. Si para Jorge Ibargüengoitia el problema era ser mexicano: el PRI, la historia patria, la invención de lo inútil en la vida cotidiana, Villoro transfigura la domesticidad en una filosofía de la existencia”.

“Para Villoro ser mexicano es el menor de los males. El verdadero problema es existir. Sus artículos o “ensayos”, esa palabra tan fea que inventó Alfonso Reyes, están traspasados por el malestar de que existan los otros, el país, los amigos, la familia y uno mismo”, apuntó Fabrizio.

Entonces, ¿qué es lo “villoresco”?, se pregunta Fabrizio Mejía y se responde contando una anécdota vivida por él y Villoro en la ciudad de Oaxaca.

“Salimos del hotel, rumbo a la presentación de su novela El testigo, nada parecía fuera de lo normal salvo porque los oaxaqueños le dicen a su plaza de armas La teporocha, porque siempre está tomada. Había, como todos años, unos contingentes de maestros protestando por mejores salarios.

“Al salir de la presentación, varios maestros habían decidido dormir sobre la banqueta. No había forma de rodearlos, así que pasamos tratando de poner los pies entre las separaciones de los cuerpos rebeldes. Inevitablemente, terminamos pisando a algunos, pero no se despertaban, ni siquiera se movían. Así que Villoro se permitió uno de sus aforismos: El sueño de un mexicano –dijo- es como el de la Coatlicue (deidad azteca), la pisas y nomás enmudece”.

“La situación no era villoresca, sólo su mirada. Había tomado nuestra tragedia instantánea para volverla una fenomenología”, afirmó Mejía.

A Juan, le gusta mirar a su país desde el otro lado del océano y por eso vive un tiempo en Barcelona y otro en el Distrito Federal.

“Escribí la novela El Testigo (Premio Herralde 2004) un año en México y luego durante tres en Barcelona. El estar en España me sirvió para cultivar una nostalgia, una añoranza, que no hubiera experimentado en mi propia ciudad. La distancia te acerca de manera paradójica cosas que pasas por alto cuando estás inmerso en ellas. La crónica más difícil de hacer es la de la calle donde vives”, dice.

La nueva edición de Los culpables será presentada en una conferencia de prensa que tendrá lugar el miércoles 13 de marzo en la Casa Refugio de la Colonia Condesa, con la presencia del autor, del ilustrador Alejandro Magallanes y del editor Guillermo Quijas.

Con información de Sinembargo.mx
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