Cultura
Rafael Zamarripa, con el alma encendida
El arte mexicano no se podría entender sin la constante aportación que el artista, bailarín y coreógrafo ha hecho a lo largo de las últimas décadas
Aunque hace poco más de tres décadas Rafael Zamarripa se instaló en Colima para impulsar también su pasión como bailarín y coreógrafo de danza folclórica, el autor nacido en Guadalajara en 1942, asegura que nunca se ha ausentado de nuestra ciudad, pues algunas de sus obras más representativas están esparcidas por la urbe tapatía para deleite de sus habitantes. El escudo de Jalisco y el friso (de 110 metros cuadrados) que representa la Fundación de Guadalajara en la Plaza Tapatía, lo demuestran.
Zamarripa puntualiza que él nunca ha creado obras pensando en llevarla a los pisos de exhibición, pues para él arte va más allá de los aplausos y halagos que se puedan recibir: “Nunca he pensando en hacer obra para exponer, la hago porque me es necesario, porque está dentro de mi alma. Si después sirve para algo o no, no me importa”.
Pero esta exposición no solo es atractiva por tener 30 piezas de gran formato que también se mezclan con algunas pinturas nacidas del mismo escultor de 73 años de edad. Zamarripa revelará pasajes de su vida que desde la niñez reclamaban un espacio para salir a la luz.
Hay una pieza muy especial que quiebra la voz de Zamarripa entre sus recuerdos: el caballito. Un caballo que representa aquella Navidad en la que el escultor, de niño, no recibió el caballito de cartón y cola de zacate que tanto añoraba que le regalara el “Niño Dios”, pese a tus intentos de portarse impecablemente, de ser un niño ejemplar.
“Cuando llegó la fecha creí que en un envoltorio estaba mi caballito, pero no era para mí, era para un hermano. Juré que yo haría un caballo, que me subiría a ese caballo y nadie me bajaría de ahí. Ya lo hice y ahora está aquí. Son cuatro caballos en total”.
Creatividad que perdura
Será en la sala Giroleta donde Rafael Zamarripa sea homenajeado previo a inaugurar su exposición en punto de las 18:30 horas en el Museo de Sitio del Palacio de Gobierno jalisciense, situación que complace al tapatío, aunque expresa no sentir la necesidad de autonombrarse artista o maestro, pues lo único que hace es lo que le dicta el alma.
“A mí me importa echar fuera lo que traigo, lo que me está carcomiendo. Si el público no entiende el mensaje tampoco me importa, habrá gente que sí”, dice Zamarripa al añadir que si de algo puede presumir sin ostentación, es esa involuntaria acción de imaginar en qué se transformará su obra desde el momento en que visualiza los materiales que lo acompañarán en el proceso.
“Una escultura es algo brutal. El dibujo es el motivo de inspiración, pero la realización es sensacional. Cuando los camiones descargan la madera en el estudio, veo como caen esculturas, no troncos, estoy pensando en qué es lo que tengo que hacer para que tengan la vida que quiero que tengan. Hago obras porque me arde el alma. No hay nada más importante para mí que crear, sirva o no sirva, sea yo buen artista o no”.
Danza viva
Para Rafael Zamarripa hablar de la danza, otra de sus pasiones, no significa glorificarse por ser quien fundó el Ballet Folklórico de Guadalajara a principios de los años 60, ni que ha recorrido el mundo haciendo gala de la esencia mexicana. Para él, mencionar la palabra danza significa vida, pero a la vez morirse en el escenario.
“La danza no es solo aprenderte los pasos. Aprender a bailar es otra cosa, aprender a bailar es entregar tus entrañas. Bailar es dar lo que te hierve adentro, mover tu cuerpo con toda la pasión del mundo. Enseñé a mis estudiantes a bailar La Culebra como yo la aprendí y cómo la interpreto, que es morirte después de bailar, caer y ya no responder”.
En Colima, Zamarripa también fundó el ballet folclórico del Estado y a la par emprendió otra faceta como docente, como un maestro que se atrevió a innovar en las técnicas de danza y enseñanza.
“Me siento orgulloso de ser maestro. En mi clase se sentaba personalidades, grandes divos y mis alumnos y al terminar la clase todos lloraban porque querían irse a Colima o Guadalajara. La danza es maravillosa, lo que no se renueva se estanca y muere. Tienes que estar buscando cómo piensan los jóvenes actualmente, a dónde quieren llegar, son muy inteligentes y te cuestionan, tienes que estar bien preparado y decir que tal cosas es así pero vamos a buscar por aquí también y vamos a seguir”.
Zamarripa asegura que el gusto por la danza folclórica es un deleite sin fecha de caducidad y para muestra resalta el impacto que sus cuerpos de baile desatan en cada lugar que visitan, en especial cuando el Teatro Degollado alberga el legado dancístico que también ha forjado en Colima.
“Cuando viene el Ballet de Colima a Guadalajara el teatro se llena a rabiar y nos reclaman que no bailemos tal pieza que porque son de Jalisco, nos dicen qué por qué bailamos La Culebra así de fuerte, y respondo porque así soy yo, porque yo nací aquí, porque yo quiero bailar así y quiero que mi gente baile como yo aprendí, como yo siento que debo de ser”.
Legado viviente
Como escultor, Rafael Zamarripa a creado emblemas que brindan identidad a los paisajes mexicanos, como el famoso “Caballito de mar” que resguarda a Puerto Vallarta, el relieve de la Fundación de Guadalajara a espaldas del Teatro Degollado, el relieve escultórico “Educadores educando” de Colima o la pieza de bronce “Justicia” de cinco metros para el Gobierno de Colima, por ejemplo, además de ser el creador de la “Ave de Plata”, presea distintiva de Fiestas de Octubre de Guadalajara.
Pasiones intactas
Entre clases magistrales que recorren el país hablando y enseñando sobre danza folclórica, y su taller escultórico en Colima, Zamarripa destaca que no pone límites ni juicios para disfrutar al máximos sus dos grandes pasiones artísticas.
“Siempre estaré donde te permitan volar en el cielo y disponer de todo lo que tienes, donde nadie te prohíba y nadie te diga que eso no se puede hacer. Yo estoy donde te aceptan lo que quieres decir y aceptar lo que tú quieres decir es difícil porque la gente podría decir muchas cosas. Por nada del mundo puedo aceptar un ápice de lo que signifique negatividad. Yo nací para hacer cosas positivas, cosas que a otros ayuden, beneficien y que sientan orgullo”.
PARA SABER
Multipremiado
En su caminar, Zamarripa ha sido galardonado con múltiples reconocimientos como el Premio Jalisco en Artes, la medalla de oro “Ciudad de México”, la presea José Clemente Orozco, la medalla “Mi vida en el teatro” por parte de la Unesco, entre otros.
Síguenos en