Cultura

''Que cada pieza hable de lo que es Tonalá''

Fernando Jimón, ceramista tonalteca, fue reconocido en la VII edición del Concurso Nacional de la Cerámica en la categoría de Barro Bandera, en 2012

GUADALAJARA, JALISCO (24/JUL/2013).- Zacarías Jimón, mi bisabuelo, fue el primero de la familia que empezó a trabajar la técnica del barro bandera. Pero se cree que a él, como a nosotros, sus padres lo enseñaron. Zacarías sacó toda una línea de piezas que son muy de él, jarras y botellones muy diferentes a los que se hacen en El Rosario, por la figura, la pata y el jarro. A la hora de embocar, la forma era un poquito más detallada. En el caso de la jarra, el pivote era más refinado; la oreja, un poco más abierta o más cerrada. Él sacó toda esta línea de piezas que hasta la fecha seguimos trabajando.

Él le enseñó la técnica del barro bandera a Agustín Jimón, mi abuelo. Una vez que la pieza ya está engobada y bruñida, como lo hacía mi abuelo, se pinta con matiz, un lodo muy rico en caolín, que es un mineral que viene de la tierra que con cierta temperatura se blanquea. A la hora que nosotros pintamos con matiz, es negro; pero cuando lo quemamos, ese negro se convierte en blanco. Por eso los colores de la bandera: el rojo del engobe, el blanco de la pintura y, después de quemado, unos toques de verde para que den los tres colores.

Entre el bruñido y el bandera

Empecé en el barro bruñido y en el bandera, que son dos técnicas que se han venido dando desde el principio, pero hablando particularmente del barro bandera, lo aprendí desde mis inicios. Yo empecé a los ocho años, alisando. Ese es uno de los trabajos más sencillos que tenemos en el proceso. Después, conforme fue pasando el tiempo y bajo los ojos de mi padre, me fue dando más confianza para soltar el pincel y comenzar a pintar algo.

Cuando eso ocurrió yo tenía como 11 años. Mi tío, Florentino Jimón, que era el que tenía el taller familiar más grande y lo coordinaba, me dijo ‘toma un pincel’. En ese entonces mi papá ya me había dado ciertos consejos para  manejar el pincel y el color. Lo primero que hice fue poner puntitos, ese era mi trabajo. A los 13 años, me dieron una pieza un poco más grande y yo me especialicé en los ramos, en las guías de flores y hojas. Yo ya pintaba piezas de línea, las que salen al mercado, las de pedido.

Reflejo de Tonalá

Me considero un artesano queriendo explorar cosas nuevas. A raíz de esta manera de pensar o de estas piezas que hacemos, distintas a lo tradicional, es donde me han dicho que eso ya no es una artesanía y que pasa a ser como lo denominó el Dr. Atl: ‘Arte popular’. A lo mejor tendrá  mucho de razón, pero la inquietud que tengo con mi trabajo es que cada pieza hable de algo de lo que es Tonalá, no una pieza en serie. Eso es lo que yo tengo muy presente.

Tonalá es un lugar mágico, es un lugar que tiene muchísimas tradiciones, muchísimas leyendas. A veces he decidido pintar alguna leyenda en una pieza. A veces, a quien se la vendo no le entiende, pero una vez que platicamos y le digo que quise plasmar la tradición de Tonalá o una leyenda que mi mamá, mi papá o mi abuelo me platicaron, se la llevan.

Fallamos en la comercialización

Debemos sacar dos tipos o tres tipos de piezas: dos de batalla y una para los concursos. En mi caso, lo que ha cambiado es que gracias a la oportunidad que se me ha brindado de salir al extranjero, me ha tocado ver a Tonalá desde fuera y veo en qué adolecemos y en qué no. Algunas de las cosas en las que fallamos es en la comercialización.

Yo lo que estoy buscando en estos momentos es vender menos pero a mejor precio. Y tal vez se oye así como que ‘dónde vas a encontrar quién te la pague’, pero sí lo hay. Sí hay un mercado cautivo para la miniatura, que también la hacemos. Mi esposa la hace y yo la pinto. Hay muchísimos coleccionistas de miniatura. Hay personas del extranjero, como de Estados Unidos, que les gustan las piezas grandes. Todo es cuestión de buscar los canales para llegar a este tipo de personas. Y eso, vender una  pieza que en dinero significa cuatro o cinco meses de trabajo, yo creo que ahí vamos ganando. La venta que mejor hemos hecho ha sido de 30 mil pesos, una sola pieza.

Entender el valor del trabajo artesanal

Aquí en México son contadas las personas que puedan llegar a comprar una pieza de más de 10 mil pesos, son contadas y no porque no tengan los medios. En el extranjero te preguntan cuánto la pieza y te estrechan la mano. En México, aparte de hacer una labor de venta, tenemos que hacer una labor de enseñar. Enseñar a los nuevos clientes a entender el valor del trabajo artesanal.

Ahorita los clientes más fuertes para mí están en la Ciudad de México, de toda la República, es el mejor lugar para vender nuestra piezas en bruñido, bandera y miniatura. Hay dos galerías específicas: una en San Ángel y otra en el Centro Histórico. A esas galerías asisten muchos coleccionistas. Lo que a nosotros nos ha servido es que sus clientes empiezan a llegar con nosotros porque se informan a través de  internet o de alguna investigación, se dan cuenta que lo que compraron allá lo pueden venir a comprar a Tonalá. Y a mitad de precio.

Cambio de temas


Para nosotros es un orgullo muy grande continuar con la tradición trabajando con los mismos materiales. Ahorita lo que estamos cambiando un poco son los temas y la iconografía. En el caso del decorado, antes había piezas que estaban compuestas por un ramo: una flor tonalteca, esas flores que ya no vemos aquí, pero los antiguos artesanos se imaginaban, muy bonitas. El ramo estaba conformado por una flor, dos guías, dos hojas y una palma. Ese era el decorado tradicional y hasta la fecha lo seguimos haciendo.

A otras piezas les pongo una guía alrededor con estos mismos elementos, dándole un poquito más de vista. En algunos casos, tratando de darle otro tipo de ideas, le pintamos alguna figura humana o algo medio locochón, pero siempre con los mismos materiales de la técnica.

El legado continuará

Tengo la tranquilidad de que el legado de los Jimón va a seguir. En el caso particular de mis hijos, el más grande ya trabajó en esto. Él se está especializando en el barro bandera, pero el barro bruñido no lo debe dejar a un lado.

Ahorita al único que no se le ve interés es al más chico de mis hijos, tal vez porque tiene ocho años y porque ahorita su mundo son los carritos. Las dos niñas, mi hija la segunda está haciendo unas cruces, ella también trabaja. Ella se atrevió a ponerle colores al blanco. Cuando le piden bandera yo le digo que tenga mucho cuidado en respetar la técnica. Lo entendió. En el caso de mi hija, la más chica, hace unos imanes, tiene 12 años. Como a ella se le está dificultando un poco hacer el color, está pintando con acrílicos, para que adiestre su mano y el pincel.

PERFIL
Hecho en Tonalá


Fernando Jimón, originario de Tonalá, tiene 41 años. Tiene dos hermanas que también se dedican a la artesanía. Todo el trabajo de su taller lo sacan su esposa y él, aunque sus hijos también están aprendiendo el oficio. En 2012, Jimón resultó galardonado en la VII edición del Concurso Nacional de la Cerámica en la categoría de Barro Bandera.
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