Cultura

Por Rossini, eso y más

Por Jaime García Elías

GUADALAJARA, JALISCO (27/FEB/2012).- Con tal de paladear a Rossini, pueden perdonarse muchas cosas…

Puede perdonarse, por ejemplo, que El Conde Ory se ponga –por primera vez, por cierto— en el Teatro Degollado, en versión tercermundista, pocos meses después de haber tenido acceso, en el Teatro Diana, a la versión superlativa, ”Marca Met” (con Diana Damrau, Joyce DiDonato y Juan Diego Flores como estelares) de la misma obra.

Puede perdonarse que para etiquetar a la producción local, se recurra al eufemismo de “minimalista”, y que para la ambientación se utilicen recursos baratos: luces, velos, sillas, vestuario sobrio…

Puede perdonarse que Pro Ópera A. C. y la Orquesta Filarmónica de Jalisco se apoyaran en cantantes nacionales para integrar un elenco dotado de calidad vocal y empeño para buscar la nota aprobatoria, a pesar de las exigencias belcantísticas de las obras rossinianas… a base de voces jóvenes, inmaduras, de aprendices sobresalientes, de potencia escasa, aún en proceso de formación.

Pueden perdonarse las comprensibles imperfecciones de los cantantes en la pronunciación del francés… o incluso –quizás el “pelo en la sopa” más reiterativo en la función del viernes— que los coros cantaran con la partitura a  la vista, incapaces de hacerlo de memoria.

La concurrencia (tres cuartas partes de la sala, el viernes pasado) fue benévola. Apreció la solvencia vocal –en ese orden-- del bajo Charles Oppenheim (Gouverneur), la mezzo Guadalupe Paz (Isolier) y la soprano Anabel de la Mora (Condesa Adele). Disfrutó algunos pasajes en que la belleza de la obra estuvo muy por encima de las limitaciones de los solistas: el dúo Ory-Isolier y el coro final del primer acto, por ejemplo, con el gusto de Rossini por el vértigo (recuérdense los de El Barbero de Sevilla y La Cenerentola) como marca de la casa; o los dúos de Adele con Isolier y Ory, y, sobre todo, el trío del segundo acto.

La dirección musical, equilibrada, a cargo de Iván López Reynoso, y la de escena (César Piña), atenta a evitar que de la farsa –El Conde Ory es una ópera bufa— se resbalara a la patochada, fueron eficientes.

Colofón: con tal de escuchar a Rossini (algo que sólo a rareza sucede en Guadalajara), pecados veniales como los que en su nombre se cometieron el viernes, se borran con un golpe de pecho.
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