Cultura

Perder la identidad después de la guerra

La compañía El coro de los otros presenta la obra Del otro lado de la puerta

GUADALAJARA, JALISCO (19/FEB/2012).- Sobrevivir a la Segunda Guerra Mundial para convertir la mente en un campo bélico donde las batallas nunca acaban. Así es la historia del suboficial Beckmann, quien regresa a casa para encontrarse con su viejo mundo e iniciar de cero tocando puertas, sobreviviendo al hambre y a los fantasmas de miles de soldados muertos que acechan entre sueños.

En la obra Del otro lado de la puerta, que presentó la compañía El coro de los otros este fin de semana en el Teatro Experimental, seis seres que habitan un pequeño armario nos recrean el nuevo comienzo de uno de tantos militares que luego de varios años vuelven a su hogar y esperan encontrarse con todo tal y como lo habían dejado a su partida. Son seis identidades creadas por la mente de Beckmann para aislar las anécdotas en su vida donde ha perdido algo.

"Me robaron la rótula en Rusia". Regresa con sus lentes de máscara de gas y el cojear como recuerdo para toda la vida. Sin embargo, su caminar lento no interfiere con su deseo de descansar en su viejo lecho. Añora su cama, la busca con ansia, pero en ella se encuentra su esposa acompañada de otro que usa su ropa vieja. Lo han sustituido.

Dentro de la guarida del sexteto, una de las personalidades viste un amplio vestido blanco que se adhiere a las paredes para conseguir mayor volumen. Los demás lo agitan imitando el oleaje del río Elba, donde el ex suboficial llega para buscar terminar con su vida. Pero la marea lo regresa a la orilla y una extraña lo recoge para llevarlo a casa y ayudarlo.

La escenografía se compone sólo por el armario y dentro de él se reconstruyen las memorias del protagonista con ayuda de utilería onírica, como un móvil de peces capturados en bolsitas de plástico. Entre sábanas, cortinas, juguetes y retazos de tela de colores, el superviviente de Rusia lucha consigo mismo y las pesadillas que no lo dejan descansar.

El recuerdo de la pérdida de un escuadrón que estaba a su cargo lo invade por las noches. Ese sentimiento de culpa lo alimenta la Muerte, que llega al proscenio eructando por tanto que se "atasca" en las guerras. Su presencia le causa repulsión, pero deberá lidiar con ella por el resto de sus días.

"Soy el optimista que ve lo bueno en lo malo". En el campo de batalla no aprendió nada, pero aún le queda su personalidad y su apariencia apta para el teatro. Toca más puertas, busca empleo, pero no tiene la experiencia para triunfar en el escenario. El público sólo se entretiene con su tragedia, mas él no será reconocido con aplausos. Su optimismo comienza a perecer, perdiendo la fe en Dios y la humanidad.

Ya no hay un Beckmann, el hombre de 25 años ya no responde a ese nombre. El eterno retorno está lleno de pérdidas, la última de ellas fue su identidad. La sociedad sigue fluyendo y lo ha dejado en la orilla, tirado entre el río Elba y la tierra firme. La historia de este sobreviviente de guerra contada a través de sus múltiples yos es la reflexión sobre un mundo que olvida abrir la puerta cuando una persona grita "¿Hay alguien allí?"

EL INFORMADOR / RUBÉN GIL
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