Cultura
Ofrendas en cenote de Chichén Itzá proceden de Perú
Estudios demuestran la existencia de extensas redes de cambio, pues las piezas son de Panamá, Costa Rica y Perú
Chichén Itzá confirmaron que en su mayoría procedían de lo que hoy es
Panamá,
Costa Rica y
Perú.
José Luis Ruvalcaba Sil, investigador del Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México ( UNAM), expuso que esos resultados demostrarían la importancia religiosa del sitio y la existencia de extensas redes de intercambio.
El especialista explicó que junto con la Universidad de California en Berkeley, el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM y la Escuela de Conservación, Restauración y Museografía del INAH analizaron diversas piezas obtenidas de Chichén Itzá para conocer su composición, tecnología y determinar su procedencia.
El líder del proyecto y especialista en arqueometría precisó que investigadores de la Universidad de Harvard señalaron desde la década de los 50 del siglo pasado que diversas piezas obtenidas en Chichén Itzá podrían proceder de otras regiones del continente, esto dada su fabricación con oro de una alta pureza y de tumbaga (aleación de ese mismo metal y cobre), comunes en Centroamérica, aunque no se conocía sobre el origen de las piezas de cobre dorado hasta los años ochenta.
Las piezas estudiadas, detalló Ruvalcaba Sil, se encuentran en el Museo Nacional de Antropología, el Palacio Cantón en la capital yucateca, así como en el Museo Peabody, en Boston, y su característica común es que todas se obtuvieron en Chichén Itzá.
De acuerdo con Ruvalcaba Sil, los estudios se realizaron con equipo perteneciente al Laboratorio Nacional de Ciencias para la Investigación y Conservación del Patrimonio Nacional (Lancic), conformado por la UNAM y el Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares (ININ), con apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
El investigador indicó que los estudios de espectrometría de fluorescencia de rayos X y la difracción de rayos X permiten conocer la composición de las aleaciones, mientras que la microscopía óptica permite conocer el estado que guarda la superficie de los objetos. Al respecto, señaló que encontraron que varias piezas eran de oro puro, propio de lo que hoy es Costa Rica y Panamá, donde es tal la pureza del material que para poder ser manejado se le agregaba cobre en tiempos prehispánicos; a su vez, las piezas de tumbaga se doraban con un proceso que elimina el cobre de la superficie y la enriquece en oro.
Ruvalcaba Sil apuntó que determinaron que varias piezas eran de cobre con chapa de oro, cuyo espesor es de apenas un micrómetro y que está muy bien adherida al material con que la pieza está hecha; esto evidencia una tecnología muy bien desarrollada en la época precolombina en el Perú por la cultura Moche.
También se encontraron piezas de cobre dorado en el sitio maya del Lagartero, Chiapas, y se han reportado piezas de cobre dorado proveniente de lo que ahora es Guatemala.
Sobre los objetos de cobre dorado, el investigador anotó que fueron fabricados posteriormente al año 600 después de Cristo, periodo en que floreció Chichén Itzá, en el llamado periodo Clásico, lo que corresponde además con las propuestas de contactos con Centroamérica y Sudamérica por vía marítima. En su opinión, la presencia de estas piezas en el cenote de Chichén Itzá confirma la importancia religiosa y social de esta ciudad maya.
En este sentido, pidió recordar que también encontraron en el cenote de Chichén Itzá turquesas procedentes del noroeste de lo que hoy es Estados Unidos y obsidianas de yacimientos de la región de Michoacán.
Ruvalcaba Sil agregó que los estudios, en los que también utilizaron un acelerador de partículas para el estudio tecnológico, son los primeros en establecer con certeza la procedencia de diversos objetos que fueron arrojados como ofrendas en el cenote sagrado maya; destacó la puesta en operación en 2014 del Laboratorio Nacional Lancic como una red de laboratorios que incluye los del Instituto de Física, Investigaciones Estéticas y Química de la UNAM y de Materiales del ININ.
El investigador sostuvo que también ha sido posible conocer y replicar algunas de las técnicas mexicanas de elaboración de pigmentos en diversas épocas, para la conservación y recuperación adecuada de numerosas obras.
"Hoy se puede saber mediante la espectrometría Raman, empleando láseres, y la de reflectancia, cómo se elaboraban ciertos colores, varios de los cuales se obtenían por lo general de plantas, y de esta manera se rescatan técnicas antiguas", explicó Ruvalcaba Sil.
Existen estudios sobre máscaras prehispánicas que permiten saber con qué tipo de minerales se elaboraron y la procedencia de los mismos, sin que los estudios representen daño para la pieza, y en caso de intervenirse se sepa qué material usar sin riesgo.
MÉRIDA, YUCATÁN (10/FEB/2016).- Estudios de microscopía óptica, espectrometría de fluorescencia y de difracción de rayos X aplicados a diversas ofrendas rescatadas del cenote de
José Luis Ruvalcaba Sil, investigador del Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México ( UNAM), expuso que esos resultados demostrarían la importancia religiosa del sitio y la existencia de extensas redes de intercambio.
El especialista explicó que junto con la Universidad de California en Berkeley, el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM y la Escuela de Conservación, Restauración y Museografía del INAH analizaron diversas piezas obtenidas de Chichén Itzá para conocer su composición, tecnología y determinar su procedencia.
El líder del proyecto y especialista en arqueometría precisó que investigadores de la Universidad de Harvard señalaron desde la década de los 50 del siglo pasado que diversas piezas obtenidas en Chichén Itzá podrían proceder de otras regiones del continente, esto dada su fabricación con oro de una alta pureza y de tumbaga (aleación de ese mismo metal y cobre), comunes en Centroamérica, aunque no se conocía sobre el origen de las piezas de cobre dorado hasta los años ochenta.
Las piezas estudiadas, detalló Ruvalcaba Sil, se encuentran en el Museo Nacional de Antropología, el Palacio Cantón en la capital yucateca, así como en el Museo Peabody, en Boston, y su característica común es que todas se obtuvieron en Chichén Itzá.
De acuerdo con Ruvalcaba Sil, los estudios se realizaron con equipo perteneciente al Laboratorio Nacional de Ciencias para la Investigación y Conservación del Patrimonio Nacional (Lancic), conformado por la UNAM y el Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares (ININ), con apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
El investigador indicó que los estudios de espectrometría de fluorescencia de rayos X y la difracción de rayos X permiten conocer la composición de las aleaciones, mientras que la microscopía óptica permite conocer el estado que guarda la superficie de los objetos. Al respecto, señaló que encontraron que varias piezas eran de oro puro, propio de lo que hoy es Costa Rica y Panamá, donde es tal la pureza del material que para poder ser manejado se le agregaba cobre en tiempos prehispánicos; a su vez, las piezas de tumbaga se doraban con un proceso que elimina el cobre de la superficie y la enriquece en oro.
Ruvalcaba Sil apuntó que determinaron que varias piezas eran de cobre con chapa de oro, cuyo espesor es de apenas un micrómetro y que está muy bien adherida al material con que la pieza está hecha; esto evidencia una tecnología muy bien desarrollada en la época precolombina en el Perú por la cultura Moche.
También se encontraron piezas de cobre dorado en el sitio maya del Lagartero, Chiapas, y se han reportado piezas de cobre dorado proveniente de lo que ahora es Guatemala.
Sobre los objetos de cobre dorado, el investigador anotó que fueron fabricados posteriormente al año 600 después de Cristo, periodo en que floreció Chichén Itzá, en el llamado periodo Clásico, lo que corresponde además con las propuestas de contactos con Centroamérica y Sudamérica por vía marítima. En su opinión, la presencia de estas piezas en el cenote de Chichén Itzá confirma la importancia religiosa y social de esta ciudad maya.
En este sentido, pidió recordar que también encontraron en el cenote de Chichén Itzá turquesas procedentes del noroeste de lo que hoy es Estados Unidos y obsidianas de yacimientos de la región de Michoacán.
Ruvalcaba Sil agregó que los estudios, en los que también utilizaron un acelerador de partículas para el estudio tecnológico, son los primeros en establecer con certeza la procedencia de diversos objetos que fueron arrojados como ofrendas en el cenote sagrado maya; destacó la puesta en operación en 2014 del Laboratorio Nacional Lancic como una red de laboratorios que incluye los del Instituto de Física, Investigaciones Estéticas y Química de la UNAM y de Materiales del ININ.
El investigador sostuvo que también ha sido posible conocer y replicar algunas de las técnicas mexicanas de elaboración de pigmentos en diversas épocas, para la conservación y recuperación adecuada de numerosas obras.
"Hoy se puede saber mediante la espectrometría Raman, empleando láseres, y la de reflectancia, cómo se elaboraban ciertos colores, varios de los cuales se obtenían por lo general de plantas, y de esta manera se rescatan técnicas antiguas", explicó Ruvalcaba Sil.
Existen estudios sobre máscaras prehispánicas que permiten saber con qué tipo de minerales se elaboraron y la procedencia de los mismos, sin que los estudios representen daño para la pieza, y en caso de intervenirse se sepa qué material usar sin riesgo.
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