Cultura

No hemos perdido la capacidad de fastidio

Élmer Mendoza presenta su nuevo libro y no pierde oportunidad para hablar de la narcorrealidad que vive México, que ya no sorprende, pero cansa

GUADALAJARA, JALISCO (26/NOV/2012).-  La Tenia solium [parásito intestinal, conocido también como solitaria] es  uno de los personajes principales de Nombre de perro, la novela más reciente de Élmer Mendoza (1949). Se trata de un narco impulsivo, sanguinario y muy violento; Mendoza usa la imagen de uno “de los depredadores más terribles que hemos padecido los seres humanos en la historia”, como él mismo lo define, para contextualizar sobre un tipo de delincuente que azota la realidad mexicana. Esa realidad lo inspira para hacer ficción, de la que toma conceptos que sí existen como “la guerra contra el narco”, tan de moda en estos días. Así delinea el contexto en el que el Zurdo Mendieta investigará, combatirá y colaborará con los narcotraficantes más prominentes de Sinaloa, de México y de gran influencia en Estados Unidos. Pero sobre todo, el contexto en el que se sumará un elemento más sentimental del protagonista, más cercano al deseo de experimentar su paternidad y el amor conyugal. La novedad es esa, Mendieta, la figura principal de la saga, tiene otros registros, características no exploradas en Balas de plata y La prueba del ácido, las predecesoras.

A Mendoza lo definen como escritor del narco, lo que no le desagrada, pero de lo que está en la búsqueda para evolucionar. Por ahora, de Nombre le ocupa.

¿Cuáles fueron las fuentes de inspiración para escribir “Nombre de Perro”?

En primer lugar que tengo una saga con [el Zurdo] Mendieta y que tenía que tocar otros puntos del personaje que pudieran ser claves. En este caso le aposté a humanizarlos con el asunto de la paternidad y la recuperación de un amor antiguo. Tenía que hacer eso. Por otro lado, establecer los contrapuntos; ahora fueron en relación a un hombre que quiere vengarse, y siempre la conflictiva relación del Zurdo con la gente del narcotráfico, que poco a poco se va como atemperando. Esto como una imagen de que muchas veces los policías aunque son hombres honestos, con el tiempo pueden ser contaminados por este poder tan inmenso.
 
De hecho hay una colaboración muy importante

Pues sí. Si bien no se entrega completamente, sí tiene que colaborar. Que además la colaboración no la hace forzado o inducido, sino que hay una conciencia del hecho en el que se va a meter.
 
Pero también existe una especie de camaradería
Pues sí. Ya es la tercera novela en la que están en relación. Ya se identifican plenamente el uno al otro y tienen la ventaja de que se conocen como contrincantes. A veces pasa que conoces mejor a tus contrincantes que a tus amigos.
 
En el box, por ejemplo, dice Ignacio Beristáin que Juan Manuel Márquez, aunque es mejor boxeador, no podía con Manny Pacquiao porque no lo respetaba. ¿Es básico que respetes a tu enemigo para que puedas vencerlo?
Sí. Es básico. Es fundamental, porque si respetas a tu enemigo le das la dimensión que tiene. Los estudias con toda seriedad y puedes entonces descubrir sus lados flacos.
 
Hay mucho de historia urbana, ¿le gusta platicar con la gente; qué le ofrece a su literatura la historia oral?

Es una literatura que pertenece a un tiempo a una época, a situaciones más o menos concretas y muchos de los diálogos que hay en mis novelas son conversaciones actuales de la gente, que pueden hacerlas en restaurantes, en bares, en su casa. Las conexiones de mis novelas con la sociedad son esas, que intento representar lo que piensan, lo que hablan, cómo hablan, por qué lo tratan así, cuáles son sus preocupaciones.
 
También hay mucha música en este libro, ¿para qué sirve armar un “soundtrack”?

En primer lugar es un recurso para que el lector se sienta parte de la historia, que sienta que la comparte. Generalmente las canciones que utilizo son muy conocidas, tienen muchos años de ser oídas y eso me sirve mucho para conectar con los lectores, que sientan que estamos en una misma esfera y que es una esfera entrañable, que ellos si están dispuestos pueden compartirla perfectamente.
 
Dicen que lenguaje es forma de pensar; entre sus personajes también se marca una diferencia en entre el lenguaje, algunos incluso muy formales, ¿de dónde saca que así se expresa un narco, un junior o un militar?

Tengo la fijación de estar atento a las hablas. A cómo hablan las personas. Desde hace mucho tiempo trabajo con el lenguaje de la calle, pero no puedo evitar, por mi pertenencia social, manejar y dominar otros códigos lingüísticos y lo que hago es aplicarlos. Siempre, lo que más cuesta es el lenguaje que tiene que ver con la delincuencia, que no solamente denota un perfil, sino una postura de poder, porque las formas de incidir en la mentalidad de la gente, de controlarla, también tiene que ver con la forma en cómo se lo dices. Lo he aprendido en el campo mismo, escuchando a la gente.
 
¿Es riesgoso, se ha sentido en peligro?

No. Cada vez me siento más seguro.

A propósito de riesgos, ¿es un riesgo o una oportunidad usar la guerra contra el narco o la guerra del presidente como una figura de su historia?

Como una persona pacífica creo que es un riesgo, pero como escritor es una oportunidad porque la cantidad de sensaciones, de percepciones que hay sobre ese fenómeno son múltiples y la forma en que lo manifiestan los mexicanos también es múltiple. Lo que intento es identificar esas formas, que tienen que ver con la angustia, con el terror o con la esperanza y tratar de expresarlas en mi discurso.
 
En su narración hay una lucha de poderes constante: el político, económico, militar; como dicen sus personajes: ¿es una lucha en la que se pierde o sólo se deja de ganar?
Creo que estamos por ver lo que va a ocurrir. Es una lucha en la que algunos piensan que se ha ganado y algunos otros pensamos que se ha perdido. Pero debemos esperar un poco para hacer el balance justo. Pienso que vamos perdiendo, pero sé que hay muchos que piensan que vamos ganando.
 
En un contexto así, ¿la vida no vale nada, o dónde está el valor de la vida?

La encuentro en las posibilidades de tener esperanza. Cualquier mexicano que le de valor a su vida creo que tiene que expresarse en la esperanza de un futuro mejor, que tenga que ver con la seguridad, con el empleo, con la educación. Es decir, un futuro mejor sucederá si los mexicanos somos capaces de ser mejores de lo que somos ahora.
 
En encuentros como el Hay Festival, en España, lo destacaron como un novelista de la narcorrealidad que vive el país. ¿Qué sensación le genera que esa sea la referencia de su literatura?
Eso no puedo negarlo por honestidad. He ido a ofrecer conferencias a muchos países, a donde he ido a tocar el tema y a donde me han invitado justo por eso. No puedo llegar y negarlo. Pero creo que mi literatura es fuerte y que admite varias clasificaciones, una de ellas es esa. Por las circunstancias que hemos vivido es la que más se menciona, pero esperemos que cambien las condiciones y que los lectores puedan ver otras cosas y los críticos también, y así recibir otras invitaciones para hablar de otros asuntos que tienen que ver igual con mi literatura y pudiera aportar también a las ideas de los otros de qué es lo que estamos haciendo en México en una literatura integral.
 
¿Sólo de eso puede escribir?
Creo que eso no es totalmente cierto. Como si uno pudiera atacar solamente ciertos temas o ciertas formas. Te lo digo por experiencia, tengo unos 30 años queriendo escribir una novela de ciencia ficción y no logro pasar de la mitad. Algo pasa que no puedo, algún día tendré que poder, eso espero. Pero creo que hay otras cosas de las que sí puedo escribir y que estoy en eso.
 
¿Y dará una sorpresa pronto?
En la FIL (risas). Pero lo único que quiero es que me quede muy bien. Tenía un conflicto muy fuerte desde el año pasado y que se me ha manifestado mucho este año. He querido escribir una novela con el código lingüístico estándar y no me queda. Lo conversé con uno de mis amigos y me decía es que ‘tú eres Élmer Mendoza y tienes que escribir tu obra como Élmer Mendoza’. Tomé la historia y escribí un capítulo de prueba, utilizando los giros que me gustan, el lenguaje popular, todo ello y, siento, que me quedó mucho mejor este capítulo. Pero no va de violencia.
 
Sin caer en la indolencia, “Nombre de Perro” parece sugerir que la narcoviolencia ya no sorprende, ¿lo cree así; se ha perdido la capacidad de asombro al respecto?
Creo que sí. Hemos perdido la capacidad de asombro. Lo que no hemos perdido es la capacidad de fastidio, pero estamos hartos de que estos tipos tomen la ciudad, maten gente, de las declaraciones del presidente. ¡Ya por favor! Cambiemos de disco.
 
El amor, la pasión, el rencor, la venganza están presentes en esta historia de narcos, policías y militares, ¿cree que hay algo más allá del negocio como motor de esta narcocultura?

Sí. Al final de cuentas también son sujetos que están en este mundo. Tienen parejas, hijos, lo hijos tienen problemas en la escuela o con la autoridad. Tienen que hacer acuerdos con gente con la que no quieren verse. Viven más rápido que nosotros.
 
Al “Zurdo” lo mueve una ilusión óptica, ¿será que es lo que le queda a los que se quieren desmarcar de esta realidad?

En esta novela el Zurdo se ilusiona en varios sentidos. Digamos es más controlable. Es una alerta ante las ilusiones ópticas que todos los días nos plantean y que debemos estar al pendiente porque si hay una aspiración de los mexicanos de que esto cambie, de que este país sea otra cosa, un lugar habitable, creo que lo que debemos de hacer es impedir que se convierta en una ilusión óptica, sino que se convierta en una realidad.
 
 
Botepronto

De entre los personajes de su más reciente novela, Élmer Mendoza tiene sus preferidos. Aquí un ejercicio de pregunta respuesta rápida en el que muestra cuáles son sus predilectos. Al lector le toca descubrir por qué.
 
1. ¿Militares o rurales? Militares
2. ¿Legalización o no? No
3. ¿Marihuana o cocaína? Marihuana
4. ¿Pesados o peones? Pesados
5. ¿Acuerdo o lucha? Acuerdo
6. ¿El Gori o Blake? El Gori
7. ¿La Tenia o los Chúntaros? Los Chúntaros
8. ¿Susana o Samantha? Susana
9. ¿La Kelly o Leyva? Kelly
10. ¿El Zurdo o el Gringo? El Zurdo
 
PARA SABER


Al cuidado de la lengua
Élmer Mendoza es miembro de la Academia Mexicana de la Lengua desde abril de este año. Al autor sinaloense le viene bien, se siete agradecido y orgulloso, además de que abona en una de sus pasiones: escuchar cómo habla la gente.
Mendoza llevará a la academia una noción de lo que se encuentra en sus recorridos por la calle, una aproximación más empírica de cómo se usa la lengua y que está contenido en su obra literaria.
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