Cultura

No creo que la valentia por sí misma haga escritores: Pérez Gay

Su libro 'El cerebro de mi hermano' relata la enfermedad y muerte de su hermano

GUADALAJARA, JALISCO (05/DIC/2013).- Desnudarse ante el lector es una forma de entregarse a la escritura y la propia prosa. Pero hay escritores que lo hacen no para ganar el respeto de quienes los leen, sino como una manera de sanar dolores, de soltar episodios de la vida que fueron amargos, pero que al final de cuentas dejaron un dulce sabor de gratitud.

Así pasa con "El cerebro de mi hermano", la más reciente obra de Rafael Pérez Gay, quien rinde un peculiar homenaje literario a la vida, ingenio y obra de su fallecido hermano mayor, José María Pérez Gay (1943-2013), filósofo, escritor, traductor y diplomático mexicano, quien entró a un camino oscuro de decadencia física y mental con una serie de estragos crónicos que inquietaron la versátil pluma de Rafael.

"Es una historia que puede resonar en la memoria de cualquier lector que haya tenido en casa un momento en el cual la adversidad se acerca. Cuando se acerca la adversidad no nos queda mas que mirarla de frente".

Pérez Gay aclara que más que un texto, en parte autobiográfico, es un relato real de la enfermedad, deterioro y muerte de José María, quien justamente recibió un homenaje en la Feria Internacional del Libro (FIL) en 2011.

¿Quién no ha sufrido la muerte de un ser cercano? o ¿Padecido la decadencia y cuidado de un enfermo propio o ajeno? Son quizá los parentezcos que hacen que los primeros párrafos de Pérez Gay sean tan familiares como ajenos, al dibujar mentalmente escenarios comunes pero totalmente originales en el seno de una familia.

"El libro es un desprendimiento de una obra anterior, 'Nos acompañan los muertos ', que es el estudio y exploración narrativa de dos ancianos que están cayéndose a pedazos y que, para efectos de esta historia, fueron los padres del narrador, que soy yo".

El proceso y la selección de "por dónde y cómo comenzar la historia" en el texto de Pérez Gay muestra a un autor determinado en cronicar cómo es que José María Pérez Gay va perdiendo sus capacidades (motoras y mentales), y aspectos paralelos de cómo se teje la realación con los médicos y los hospitales.

"Mi hermano empezó a olvidar palabras, le costaba leer a pesar de haber sido un magnífico lector en voz alta, él mismo se daba cuenta de que había empezado a perder algo y de que no parecía no tener regreso, absolutamente irreversible. En ese momento supe que tenía que empezar a escribir este informe, un poco como un deber moral y literario que tenía yo frente a esa historia".

Independientemente de la inevitable muerte de su hermano, al momento de escribir, Rafael Pérez Gay se encontró con anécdotas que fueron difíciles de narrar, llegando incluso a omitir episodios: "fueron los momentos en los que él deja de leer y hablar, cuando deja de ser autónomo. Parecía entorpecido de sus facultades mentales y eso fue duro, porque yo había conocido a un hombre en plenitud. Quité algunos episodios porque me parecía que estaban muy dentro de quienes estuvimos con él, de su pareja de toda la vida, de sus hermanas. Dejé las más importantes y conceptuales que tienen que ver con nuestra historia que fue de plenitud, hermandad de acero inoxidable".

Uno de los elementos más originales de "El cerebro de mi hermano", es el reflejo personal que el autor desarrollo en lo que respecta al silencio qud progresivamente se transformó en una forma de diálogo con su hermano en el deterioro más fuerte.

"Cuando él ya no hablaba, yo soñaba que hablaba y que me decía que sí podía hablar. Yo me despertaba un poco ofendido y maltratado por mi propio deseo de que él hablara. Si hubo momentos en los cuales sabía que estaba escribiendo algo muy duro y difícil de escribir, pero me parece que uno tiene que enfrentar, alguna vez en su vida como escritor, temas como éste".

"Hay quien piensa que una parte de la literatura tiene que ver con la valentia. No creo que la valentia por sí misma haga escritores buenos, pero me parece que hay un momento en la vida del escritor en la cual tiene que enfrentarse a sus temas con riesgos. A veces, correr el riesgo implica ser valiente.

El único lenguaje con el cual nos podíamos comunicar era con el silencio. El silencio de una mirada, de una caricia, de un sonido gutural. Hay un lenguaje que solo tenemos con gente de la familia, como si fuera un lenguaje de la sangre. Yo podía comunicarme con él y hasta casi los últimos días yo le preguntaba cosas y todavía él me contestaba, a veces parpadiaba, movía el dedo índice, de modo que para mi el silencio se convirtió en la única forma en la que pude acercarme durante los últimos meses de su vida".

Frase


"Yo quiero que la literatura suene como la vida misma, si no es así, entonces para mí hay un artificio en la literatura que no me convence".

¿Cuáles libros de los que se estarán presentando en FIL recomienda?

-Espejo retrovisor de Juan Villoro, Figuraciones mías de Fernando Savater, Palíndromos y aforismos de Merlina Acevedo, que es un escrtitora nueva, tuitera, es el primer libro escrito en Twitter.

¿Cómo vive la FIL?


-Es el gran evento de lengua hispana donde hay 700 mil visitantes, dos mil expositores, 20 mil profesionales dedidicados, durante una semana al libro. Pero como suele pasar, la feria se convierte en la feria de las vanidades, ego robustos que van y vienen, pero eso le es un poco de sabor si lo vemos con humor.

Lo positivo y negativo de FIL:


-Es un punto de reunión de la habla hispana impresionante, pero a mi me gustaría que las editoriales pequeñas tuvieran, de algún modo, una mayor proyección. Que las autoridades de la feria pudieran hacer una regulación para que las editoriales pequeñas estén mejor exhibidas.

¿Qué es ser escritor?

-Es tener la necesidad de contar asuntos que tienen que ver con la vida misma.

EL INFORMADOR / NORMA GUTIÉRREZ

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