Cultura
No basta con reprimir, hay que comprender: Laura Restrepo
Ganadora del Premio Alfaguara en 2004
Restrepo se graduó de Filosofía y letras y más tarde realizó un posgrado en Ciencias Políticas. Ganó el Premio Alfaguara en 2004 por su novela ''Delirio'', y precisamente está en la FIL para conversar en público con sus colegas ganadores del mismo galardón, incluido su amigo y coterráneo Fernado Vallejo.
Recién llegada de Bogotá a Guadalajara, Laura Restrepo concedió una entrevista a este medio.
-¿Cómo será tu participación en el evento de mañana?
Va a estar muy divertido porque siempre nos encontramos en todas las ferias a mediada que van pasando los años y cada vez hay un montón de cosas que contar, pero nunca lo hemos hecho en público, así que yo creo que va a estar muy divertido. La idea también es sopesar los premios literarios en la carrera de un escritor, para bien y para mal.
-¿En tu caso qué ha significado este premio?
Es un empujón bárbaro porque te pone en contacto con un público que antes no tenías y en esa medida, es muy bueno. Alfaguara propicia una gira maravillosa, te lleva por todas los países de habla hispana, por ciudades grandes y chicas. Son dos años de muchísimo ruido, de estar bajo los reflectores y al tercer año el teléfono ya no suena y entonces de pronto todo vuelve a la normalidad. Tmabién recuperar el anonimato es una experiencia extraña. Luego son dos años de vida en donde puedes escribir poco. El teléfono no suena y tampoco tienes un proyecto sólido en el cual trabajar. Entonces hay un momento de vacío que es extraño, al que hay que acostumbrarse también.
-¿En qué estás trabajando ahora?
Ahora terminé una novela y al leerla toda le vi las fallas y estoy rehaciendo las partes que no funcionan. Todavía no se puede decir el nombre y todavía está la fase de negociaciones con la editorial, pero puedo decir que trata sobre el fin del sueño americano. Son como aventuras de una serie de latinos en Estados Unidos: de una generación buscando desesperadamente llegar allá y de la generación que ya nace allá y tiene que irse porque ya no encuentra oportunidades, es como una novela de ida y vuelta. Es sobre un modelo qye ya no está funcionando como utopía.
-¿Cómo crees que se relacionan tu oficio de periodista y el de escritora?
Aunque ahora ya no hago trabajo sistemático como periodista, hay una cosa que reivindico del oficio del periodista: el escritor se siente en la obligación de saber todo mientras que el periodista sabe que tiene la libertad de preguntar. Y para mí es una posición más grata la de preguntar. En mis novelas, aunque el tema no sea periodístico siempre hay alguien que no sabe de algo y siempre está investigando y quiere enterarse. En Delirio es Aguilar, que no sabe qué le pasa a su mujer y tiene que hacer todo un periplo para averiguar.
-¿Y tu fase de activista política, en qué fase se encuentra?
Es una fase rara porque fui muy militante, pero ahora tengo dudas de hasta qué punto, en una era de disolución de las naciones, tiene sentido esa pelea por la reivindicación del territorio. Yo creo que en este momento los escenarios son más amplios y estoy tratando de leer muchos ensayos para entender mejor. Pero me da mucho gusto ver este movimiento global con planteamientos críticos de la necesidad de construir una sociedad distinta, de replantear la democracia que se ha convertido en un cascarón vacío. Las ideas son más importantes que nunca y es delicioso ver como la juventud entra en el debate y no solo desde una perspectiva teórica sino activamente, reclamando un futuro.
-¿Qué similitudes encuentra entre México y Colombia en cuanto al problema del narcotráfico?
Todas. Es como si hubiera visto una película de terror y ahora la estuviera repitiendo. Es un dolor que los pueblos latinoamericanos no nos comuniquemos más y no aprendamos de las experiencias los unos de los otros. Aquí en México nos está avasallando el narcotráfico y la mafia. Y mucha gente piensa que el problema no es suyo. Que no tiene que ver con ella. Cuando la verdad es que el narco cuando empieza a arraigar, te va invadiendo todos los terrenos de la vida, porque desmorona la democracia, corrompe las instituciones, rompe el territorio. Es mucho más que simplemente pasar cocaína de un territorio a otro: se descubren las ventajas que tiene matar en cualquier negocio, es decir es una forma de capitalismo salvaje más salvaje que el capitalismo salvaje. Porque si este se me atraviesa, o es competencia, o es un juez o policía y me esté obstaculizando, lo mato y eso permea todos los campos: la política y la economía y la cultura. En Colombia eso lo vivimos, ha ido lejísimos, y no es cierto que se haya remediado. Sigue y ha tomado posesión de la cultura, de la vida, del alma del país. Por otro lado la alternativa del gobierno de montar una especie de represión en mi opinión solo lleva a la narcotización del ejército, y tienes los carteles paramilitares que es la expresión más ultra de los carteles que es lo que sucedió en Colombia.
-¿Qué le dirías a la gente mexicana ante esta difícil situación?
Habiendo vivido en Colombia una situación similar, que se deterioró de manera brutal, lo que uno podría decir es que esto tiene mucho más que ver con la política de lo que se cree. Es decir, hay que apostarle a una solución democrática, de conjunto. Hay que construir una sociedad democrática en donde haya oportunidades para la gente y la juventud, donde las instituciones se fortalezcan, donde las elecciones sean limpias, y los gobernantes trabajen para la gente. Es que la gente se desbarranca cuando no ve otras opciones. Si la gente ve posibilidades la gente no es suicida. El problema es político y es cultural.
-¿Cuál es el papel de la literatura ante escenarios de crisis?
Hay una cantidad de libros en México sobre lo que está pasando y es muy interesante porque es como una especie de vanguardia de periodistas, pensadores y escritores que quieren mirar a la cara el fenómeno y empezar a retratarlo, y mirar las cosas a la cara nunca es malo. Uno ve una primera línea de gente que está mirando, denunciando, analizando al narcotraficante no sólo en su papel de fuera de la ley, sino como ser humano: quién es, qué quiere, qué sentido de la ética y la dignidad tiene, a qué aspira, cuál es su visión de la felicidad. No basta con reprimir hay que comprender, y eso no quiere decir ser complaciente o tolerante pero hay que entender por qué los jóvenes empiezan a emborracharse con esa orgía de desangre, ahí el papel de la literatura y de la cultura es fundamental.
EL INFORMADOR / EUGENIA COPPEL
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