Cultura

Música belga y danza coreana llegan al Festival Cervantino

En el noveno día de actividades del XLIII FIC se presenta el pianista Jos van Immerseel

GUANAJUATO, GUANAJUATO (15/OCT/2015).- En el noveno día de actividades del XLIII Festival Internacional Cervantino ( FIC), la música y la danza llegaron a cargo del pianista belga Jos van Immerseel y de la compañía Choe Contemporary Dance Company, de Corea del Sur.
 
Jos van Immerseel, quien dirige la orquesta Anima Eterna Brugge en el "Proyecto Beethoven: Las nueve sinfonías", ofreció hoy un magno concierto con fortepiano, instrumento antiguo antecesor del piano y que suena como un clavecín, con obras de Franz Schubert, en el Templo de la Valenciana.
 
El programa estuvo conformado por las piezas "Impromptu en Do menor D 899/1" (1827); "15 danzas alemanas D783" y "Sonata para piano núm. 21 en Si bemol mayor D960" (1828), de la cual se desprenden los movimientos: I. Molto moderato; II Andante sostenuto; III. Scherzo-Allegro vivace con delicatezza y IV. Allegro, ma non troppo.
 
Jos van Immerseel nació en Amberes en 1945. Actualmente es reconocido en todo el mundo como un solista notable y se presenta en las salas de conciertos más prestigiosas del mundo.
 
Además, es reconocido como un músico de cámara y se presenta regularmente con músicos como Midori Seiler (violín), Claire Chevallier (piano), Sergei Istomin (violonchelo), Lisa Shklyaver (clarinete) y Thomas Bauer (barítono).
 
Otra de las actividades que se realizaron en este jueves, fue la presentación de la compañía Choe Contemporary Dance Company, bajo la dirección de Choe Sang-Cheul, de Corea del Sur, que ofreció espectáculo "Argument", en el Teatro Cervantes.
 
Los bailarines y bailarinas, vestidos elegantemente con trajes de sastre interpretaron la coreografía de danza contemporánea en el escenario que estaba iluminado como si fuera un camino de pasarela para que los actores pasaran de un lado a otro.
 
Los integrantes de la compañía, acompañados de música rítmica que se repetía una y otra vez, se desplazaban los bailarines de extremo a extremo de manera perfecta.
 
Las discusiones subían de tono, los actores de despojaban de sus trajes para estar libres y continuar en la construcción de la pieza coreográfica como si fuera un retrato de debates de políticos en los que nunca se ponen de acuerdo.
 
El vestuario de los bailarines, aunque cambia, siempre es gris y conforme transcurre la obra es cada vez menos ajustado y menos formal, como un indicador de mayor libertad personal.


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