Cultura

Müller enseñó a los tapatíos a escuchar en alemán

La escritora se presenta en el Teatro Diana junto con el actor mexicano Arturo Ríos y lee partes de su obra

GUADALAJARA, JALISCO (29/NOV/2011).- La tercera noche de la FIL fue una de atmósferas radicalmente contrastantes. Bajo el frío de la ciudad hubo música en el Foro Expo, pero también una sugestiva y encantadora noche de palabras, a cargo de la Premio Nobel de Literatura Herta Müller, una de las visitantes de honor de la Feria número 25, y el actor mexicano Arturo Ríos, quienes leyeron fragmentos de la obra de la escritora rumana en un acto realizado en el Teatro Diana.

Poco más de mil personas —mil 262, según el personal del teatro— decidieron pasar la noche con Müller y Ríos, pero pocos sabían a lo que iban a enfrentarse. Ríos, sentado a un lado de varias maletas, y Müller, en una banca como si estuviera esperando un tren, leyeron fragmentos de obras como Todo lo que tengo lo llevo conmigo, El Rey se inclina y mata y Los pálidos señores con las tazas de moca. Fue un sencillo planteamiento escénico, con ellos dos solos en el escenario y la proyección de los textos detrás, en ambos idiomas, entrecruzándose.

Pero la dicción clara y dramática de Ríos y el calculado alemán de Müller, como si estuvieran intentando que el auditorio aprendiera a hablar o a escuchar alemán, obraron el encanto suficiente como para atrapar al auditorio en una densa sucesión de metáforas y complicadas comparaciones, que incluyeron historias sobre prisiones, campos de trabajo en la época del Holocausto, el taller de un tío carpintero, viajes y el valor de los objetos como elementos que permiten medir la duración de la vida. Las proyecciones incluyeron hasta collages de palabras que Müller leyó pausadamente para el público y Ríos tradujo luego al español.

La de anoche fue la penúltima actividad de Müller durante ésta, su segunda visita a una FIL tapatía. La Nobel se despidió con sencillez cuando vino el aplauso del público, después de 80 minutos de lectura, y el caballeroso Ríos intentó darle a ella toda la atención. La Nobel se negó a recibir sola la ovación.
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