Cultura
Migrantes, mirada sin descanso: Rivera Garza
La autora de Verde Shangai considera que esa visión extranjera y alerta es un “estado de creación muy relevante”
"Creo que la del migrante es una mirada que no puede permitirse dejar el estado de alerta que significa estar fuera de lugar", explicó en una entrevista la autora de Verde Shangai (Tusquets, 2011), una novela en la que se cuelan historias de la comunidad china emigrada a México.
"A mí me parece que ese estado de alerta, que puede ser cansado, tóxico en muchos sentidos, también es un estado de creación muy relevante. Es un estado muy crítico en todo caso", sostuvo la escritora.
A Rivera Garza (Matamoros, 1964) el punto de vista del Otro, el de fuera, le ha resultado siempre "interesante y productivo" y convive a diario con ella como emigrada a San Diego (California), donde ejerce de profesora de creación literaria en una universidad.
Poca importancia a la migración
"(El de los inmigrantes) siempre es un punto de vista en movimiento, siempre tiene la posibilidad de regresarnos a esa realidad chueca (torcida, en sentido positivo) así como distinta".
Afirma que en México tradicionalmente se da poca importancia a la migración hacia el país exceptuando la que protagonizaron más de 20 mil exiliados españoles como consecuencia de la Guerra Civil (1936-1939).
"Se nos olvida con mucha frecuencia que urbes como la Ciudad de México son cosmopolitas, muy variadas en sus acentos, y me refiero a ello en el sentido más amplio del término", añade.
Rivera Garza eligió un verso del poeta argentino Antonio Porchia (1885-1968: "Si olvidara lo que no fui, me olvidaría de mí mismo") para comenzar su última novela, que tiene que ver con la importancia de la imaginación y de las vidas evocadas o invocadas por las personas.
"A veces, en días epifánicos o funestos, nos podemos topar con esas vidas que pudieron haber sido nuestras o que tal vez lo son, no sabemos hasta que nos las encontramos", explica.
La historia de su novela comienza con un accidente de tráfico "muy anodino" que sufre Marina, una mujer que a partir de entonces "empieza a tener una relación distinta con un pasado del que no necesariamente sabe todo".
En ese pasado está Xian, una mujer china que ya se coló en algunos relatos de Rivera Garza y cuyo nombre evoca el de la capital de la provincia china de Shaanxi y famosa por los guerreros de terracota del emperador Qin Shi Huang.
En el libro la misteriosa presencia de Xian obedece a la necesidad de encontrar un punto de vista capaz de devolverle a la autora "una noción de la realidad extraña", de alguien "que no embona, que no pertenece" plenamente a determinada comunidad.
Así, la escritora construye su novela que más juega con el tiempo en un relato que se acerca a "nuestro Otro más extremo", la comunidad china que vive en México, cuyos personajes regentan un café en la capital del país conocido como el Verde Shangai.
Incluso en la obra Rivera Garza se servirá del hallazgo de los guerreros de terracota en la urbe china en 1974 como metáfora de lo que implica encontrar "algo enterrado, que no se ve de fuera", y a lo que se accede a través de la memoria.
"La novela es eso, este proceso de ir identificando primero dónde excavar (en nuestro pasado)" y dar sentido a esos elementos del presente con los que se debe descubrir cada día quién es.
Doctora en Historia Latinoamericana a Rivera Garza se la considera cercana al grupo del "Crack" que forman los también mexicanos Jorge Volpi, Eloy Urroz, Ignacio Padilla, Pedro Ángel Palou, Vicente Herrasti y Ricardo Chávez Castañeda.
Autora de novelas, cuentos, poemarios y ensayos, entre su obra destaca Nadie me verá llorar (2000), Ningún reloj cuenta esto (2002), La cresta de Ilión (2002), Lo anterior (2004) y La muerte me da (2007).
Rivera Garza obtuvo el Premio Sor Juana Inés de la Cruz 2001, el Internacional Anna Seghers (2005), entre otros galardones.
Síguenos en