Cultura

Medio siglo de la muerte de Alfonso Reyes

Aseguran escritores que su legado aún es vigente

MÉXICO.- Para los escritores Emmanuel Carballo, Adolfo Castañón, José de la Colina y Francisco Prieto no hay duda: el legado del polígrafo Alfonso Reyes, quien falleció hace 50 años, el 27 de diciembre de 1959, continúa vigente en la construcción de una literatura mexicana con esencia universal.  

Carballo afirmó que "Reyes es de los pocos milagros que se han dado en territorio mexicano en el siglo XX. Tenía el don de la palabra. Es el hombre que supo darle al lenguaje un nicho específico que antes no había sido dado por nadie. La forma de su decir no tiene paralelo en la literatura mexicana y en la latinoamericana".  

A su vez, el autor de origen español que ha adoptado a México como su patria, José de la Colina (quien reside aquí desde 1940), consideró que se debe evocar su papel como constructor de una literatura mexicana con una esencia universal.  

Adolfo Castañón, ganador del Premio Xavier Villaurrutia 2008, aseguró que Reyes es el creador de una vasta obra que resulta legible en cualquiera de sus páginas, sean textos como "Visión de Anáhuac", "Ifigenia cruel" o "Vísperas de España".  

Mientras que el novelista de origen cubano, Francisco Prieto, sostuvo que Alfonso Reyes fue, es y seguirá siendo un personaje inspirador de infinitos estudios e investigaciones, ya que su obra es tan peculiar que seguirá arrojando nuevas visiones. "No todo está dicho sobre él, aún queda mucho por explorar".  

El prolífico escritor, poeta, ensayista y crítico literario Alfonso Reyes, cuya obra es una de las más reconocidas en el plano internacional y mereció en 1945 el Premio Nacional de Literatura,  trascendió fronteras gracias a su trabajo literario. 

Nació en Monterrey, Nuevo León, el 17 de mayo de 1889, hijo del general Bernardo Reyes, quien ocupó destacados puestos en el gobierno de Porfirio Díaz y de Aurelia Ochoa, de quien recibió una gran influencia en su sensibilidad.  

Desde la infancia sus inquietudes intelectuales fueron claras y obtuvo los primeros lugares en los diversos ciclos de instrucción. Su biógrafos lo describen como un niño bueno, dócil y observador, que se inclinaba por la rutina diaria.  

Era capaz de jugar a solas un día entero sin sentirse solo, pensativo y misterioso; aplicaba su tiempo en explicarse y pensar en el "porqué de las cosas".  

Sus estudios los inició en las escuelas particulares de Monterrey, su primaria en el moderno Instituto de Varones de Jesús Loreto y el Colegio Bolívar. También estudió en la Ciudad de México, en el Colegio Liceo Francés.  

Contrajo matrimonio con Manuela Mota, quien sería su única esposa y la madre de su hijo único, Alfonso Reyes. Concluyó los estudios profesionales de derecho en la Universidad Nacional de México y obtuvo el título a los 23 años.  

Fue secretario de la Escuela Nacional de Altos Estudios, antecedente de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México ( UNAM), donde fundó la cátedra de Historia de la Lengua y Literatura Española. Logros académicos que se vieron ensombrecidos por la muerte de su padre durante la Decena Trágica.  

Reyes conoció a Pedro Henríquez Ureña, Antonio Caso y José Vasconcelos, con quienes, junto con otros, formó el Ateneo de la Juventud, un grupo de intelectuales interesados en trazar las líneas del México moderno compartiendo la afición por la cultura de Grecia.  

Por aquella época escribió sus primeras obras, entre las que se encuentra un libro de ensayos publicado en París, así como escribió los estudios sobre los escritores Robert Louis Stevenson y Gilberth K. Chesterton, antecedentes de su pasión literaria.  

De esta brotaron los cuentos "La primera confesión", "La entrevista", "Los restos del incendio" y "La cena", escrito éste con un lenguaje elegante que prefigura el Realismo Mágico y que para muchos es el antecedente directo del célebre relato "Aura", de Carlos Fuentes, brillante discípulo de Reyes.  

A partir de entonces se dedicó con frenesí a las letras, que incluyó un diario. Un tanto decepcionado de la situación nacional y de la pobreza de ideas para cambiarla, hizo un viaje de recapitulación personal a París en 1914, con un cargo diplomático.  

Recibido con las puertas abiertas por su calidad literaria, al estallar la Primera Guerra Mundial (1914-1918) Reyes emigró a España, donde pasó graves problemas económicos, que al mejorar continuó su construcción de la obra que por calidad y cantidad supera la de cualquier mexicano del siglo XX.  

Trabajó en el Centro de Estudios Históricos de Madrid, dirigido por Ramón Menéndez Pidal, se acercó a los autores de la generación del 98, departió con Juan Ramón Jiménez, José Ortega y Gasset y acudió a las tertulias del Pombo, presididas por Ramón Gómez de la Serna.  

Hacia 1915 terminó "Visión de Anáhuac", publicada en 1917, quizá su obra más difundida y que ha garantizado su posterirdad. En ella ensalza la belleza del Valle de México, cuyo paulatino deterioro también describe en "Palinodia del Polvo".  

Con este escrito se ciñe como un educador, civilizador del pueblo mexicano, partiendo de lo que podría llamarse "aristocracia del pensamiento", síntesis de la cultura occidental y la raíz indígena, dominado por la tríada platónica: la verdad, la bondad y la belleza.  

En 1920 fue nombrado segundo secretario de la Legación de México en Madrid y posteriormente, antes de regresar a México, ascendió al rango de Encargado Plenipotenciario, y suscribió el Convenio de Propiedad Literaria, Científica y Artística entre los dos gobiernos.  

Dejó de nuevo a México en 1924 para desempeñar un cargo diplomático en Francia, donde conoció a figuras decisivas para las letras del siglo XX: André Gide, Roger Martin du Gard, Rainer María Rilke y Saint John Persé. Con Valery Larbaud mantuvo una amistad que duraría años.  

Posteriormente, fue embajador de México en Argentina, periodo en el que se le acercó un escritor en ciernes, Jorge Luis Borges (1899-1986), de quien conoció "El Aleph" y le agradeció siempre su ayuda.  

Entre 1930 y 1936 permaneció en Brasil como embajador y tres años más tarde se instaló definitivamente en México. Construyó su casa con una enorme biblioteca, fundó y presidió la Casa de España en México, convertida más tarde en El Colegio de México.  

Asimismo, fue miembro fundador de El Colegio Nacional (1943) y, al lado de su amigo Jules Romains, el Instituto Francés de América Latina (IFAL), al tiempo que ayudó a jóvenes escritores, entre los que se cuenta Octavio Paz.  

Por cuatro años consecutivos fue candidato al Premio Nobel de Literatura, que jamás obtuvo, y de 1957 a 1959 presidió la Academia Mexicana de la Lengua.  

No obstante todos estos compromisos, nunca cesó su fecunda labor intelectual, en poesía, ensayo, guión cinematográfico, arranques de novela y otras obras de difícil clasificación como el caso del poema dramático "Ifigenia cruel".  

De igual forma, se daba tiempo para la buena mesa y el vino, y las tertulias en su casa, a las que se daban cita escritores como Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Rodolfo Usigli y Carlos Pellicer.  

En el transcurso de pocos años, Reyes sufrió varios infartos, el quinto fue el que le costó la vida, el 27 de diciembre de 1959.  

A su muerte, el gobierno mexicano decretó un día de luto nacional y sus restos reposan desde entonces en la Rotonda de las Personas Ilustres.  
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