Cultura

Marcelo Luján gana el Dashiell Hammett 2016 por ‘Subsuelo’

El escritor habla de su novela que lo hizo acreedor al premio

GUADALAJARA, JALISCO (19/JUL/2016).- Con su camiseta del club de futbol San Lorenzo Almagro luciendo escudo junto al pecho, aún algo nervioso y radiante camina Marcelo Luján (Buenos Aires, 1973) por Gijón tras ganar el Dashiell Hammett, el principal reconocimiento que otorga la Semana Negra de Gijón, y uno de los más prestigiosos en cuanto a su género. Luján obtuvo el premio con “Subsuelo”, un inquietante y sobrio thriller que ha sido considerado como el mejor libro del género negro publicado en España en 2015.

En una inusual y potente intervención, la escritora Rosa Ribas, miembro del jurado, leyó el veredicto y denunció una “desigual” selección de finalistas, la falta de calidad de algunas de las obras y la ausencia de mujeres. El autor de “Moravia” sucede en el palmarés a Carlos Zanón, Alexis Ravelo y Guillermo Saccomanno, los tres últimos en ganarlo y a un prestigioso ramillete de autores que incluye a Ignacio Taibo II, Andreu Martín, Juan Madrid o Jorge Reverte.

“Me gusta mucho la oscuridad del ser humano, de la sociedad. Mi novela es negra pero no policial. La investigación policial no me interesa. Lo que me interesa es lo que hacen los personajes desde dentro”, cuenta poco después de recibir el premio.

Con esta novela, el ganador, al que le gusta ir por los márgenes del género o directamente ajeno a él, demuestra que es un excelente anatomista del mal cotidiano. Tres adolescentes, tres hijos, están sentados en el borde de una piscina de una casa de veraneo. Llega un cuarto, tarde, y tiene que ir a por hielos pero no le apetece. No sabe que su desdén será el inicio de la desgracia. A partir de este sencillo y aparentemente anodino punto de partida, Luján despliega una radiografía del deseo, la envidia, el odio, el amor filial y el sexo depredador y destructor.

Marcelo Luján no sabe todavía qué va a hacer, qué va a escribir ahora. “No lo sé, cuando lo tenga buscaré el tono”, cuenta con una sonrisa en la que ya no hay nervios, no hay tensión, hay toda la felicidad que puede haber en un diseccionador del mal del alma humana.

El País
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