Cultura

Los controladores de público

''¿A quién se le ocurrió que un festín intelectual necesite que controlen a sus visitantes?''

GUADALAJARA, JALISCO (25/NOV/2012).- Los muchachos de “Control de Público” de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara no visten camisetas verdes con amables letras blancas y redondas. No. Las camisetas —y también los pantalones— de los muchachos de “Control de Público” son como la boca de un lobo. ¿A quién se le ocurrió que un festín intelectual necesita que controlen a sus visitantes? Alguien lo pensó. Hay gente que piensa en todo.

Los que piensan en todo deben incluso pasar noches en vela antes de que una musa les sople en el oído las formas y los fondos del uniforme que usará cada equipo de un festival cultural. Las oscuras camisetas de los muchachos del grupo controlador tienen, en la espalda, letras rojas, puntiagudas, con bordes blancos, como las que usarían los erradicadores de plagas caseras.

Dicen los teóricos del diseño gráfico que las letras puntiagudas y rojas no significan algo bueno.

Pero los muchachos no hacen caso del destino intimidante de su uniforme. Al contrario, ayer por la tarde uno los podía hallar en una discusión sobre la forma más amable para decirle al público bajo su control que el área de ingreso de la feria debe lucir vacía.

Al final, la líder natural de un grupo de siete controladores, una muchacha alegre de grandes pestañas, impuso que todos usarán la frase: “¡Buenas tardes! ¿Me permite desalojar el área?”. O en su defecto la sugestiva: “¡Los invitamos al área de descanso!”.

Los muchachos de “Control de Público” de la FIL son estudiantes psicología, se pudo inferir de su plática. Durante su junta un muchacho recordó las bases de la corriente cognitiva: “Acuérdense. Hay que identificar los pensamientos automáticos y las ideas irracionales”. Otro se pronunció por usar para el caso la corriente sistémica: “Las interacciones comunicacionales de las relaciones en un sistema”, sugirió.

Se desconoce qué corriente eligieron los muchachos para controlar al público de la FIL, pues recibieron órdenes de ahuyentar a los fisgones: “No puede haber gente sentada y tomando notas aquí. ¿Puede desalojar el área?”, inauguró el ejemplo la muchacha de las grandes pestañas.

Vanessa Robles
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