Cultura
Los buenos y los malos del lienzo
LOS ANTEOJOS DE BASKERVILLE
Por diversos especialistas sabemos que antes de su inauguración, un sacerdote se negó a bendecir el mural; posteriormente, un grupo de creyentes rayó con cuchillos la cara de Diego niño y borró la polémica frase que Ignacio Ramírez "El Nigromante" dijera en la Conferencia en la Academia de Letrán. El cineasta Ismael Rodríguez, en una de las películas, proyectó en una barda la frase "Dios sí existe". Y ahora, los 156 firmantes sostienen que es necesario reivindicar al "Nigromante" y a Rivera.
En sus reflexiones en torno a la "cultura del mural", Castillo Peraza, apoyado en Gramsci, decía que la hegemonía cultural es decisiva para conseguir la hegemonía a secas. Es esta cultura del mural la que nos inculcó desde las aulas escolares, a través de los libros de texto gratuitos (siempre únicos), el evangelio de la Revolución plasmado en los murales, que retrató un México dividido en dos grandes sectores: el del reino del colorido brillante y las imágenes realistas, claras, luminosas, limpias y erguidas, y aquel en el que reina lo oscuro, lo deforme, lo grotesco, lo sucio y lo aplastado. Donde existía "una historia en la que solo hay vencedores y vencidos".
Durante décadas, la estética y la mística del muralismo concebidas en su inicio por Vasconcelos fueron utilizadas para generar y dirigir emociones que aceptaran, por ejemplo, una verdad absoluta sobre el pasado, el presente y el futuro de México y los mexicanos. Es así que el poder emanado de esas imágenes, virtualmente obligó a los mexicanos a ocupar uno de los bandos, generalmente, como señala el filósofo, el de los ganadores. Ésta es una de las conductas histórico-políticas más lamentables de esta cultura del mural que por años confundió estado-gobierno-partido oficial e impidió diferenciar la nación, lo nacional y lo mexicano. Lo anterior nos hizo asumir al partido en el poder como el bueno y a la oposición como los malos del lienzo. Esa concepción guerrera del mural del todo o nada que señalaba Castillo Peraza debía abrir espacios para urdir una oposición con garantías mínimas de organización. Por ello su invitación fue la de "salir del mural", en el entendido de que cambiar a México no consiste en invertir cromáticamente los colores del lienzo, sino salir de él.
Restituir la frase "Dios no existe" en el mural de Rivera es pensar desde el interior de la cultura del mural y su concepción guerrera. Dejarlo como está, es respetar la decisión del mismo artista y, en cierta forma, del público, que es finalmente quien termina las obras con su interpretación. Es salir del mural y mirar hacia adelante.
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