Cultura
Los anteojos de Baskerville
A 10 años del Messenger
La relevancia del Messenger en la actualidad es tal, que no tenerlo representa entre los jóvenes una actitud imperdonable, solo comparable a la de no haber viajado a Disneylandia para otras generaciones.
Resulta relativamente asombroso cómo en pocos años esos mensajes cortos y directos entre amigos hicieron de este invento una herramienta de trabajo en algunos casos o bien el mejor de los pasatiempos, al abrir la posibilidad de hacer video y popularizar los ya célebres "emoticonos", esos dibujos hechos con puntos y guiones para representar los estados de ánimo de quienes escriben en la red.
En sus dos primeros meses, Messenger registró dos millones y medio de usuarios. Seis meses después, cuatro millones y medio por mes. Al año de esa primera versión tenía 18 millones y contaba ya con el intercambio de archivos, llamadas gratuitas de larga distancia y accesibilidad a 22 idiomas.
En marzo de 2001, hizo posible el agrupamiento de los contactos y puso al alcance el soporte de voz; en ese momento Messenger contaba ya con 29 millones y medio de usuarios. En la actualidad, tiene 323 millones y según sus cálculos, 140 millones de personas se conectan diariamente a este sistema, que ofrece además la grandiosa posibilidad de mantener una conversación escrita con hasta 20 personas en una misma ventana.
Lo anterior es un gran acierto en términos de accesibilidad tecnológica, aunque no como elemento constitutivo de los marcos sociales y culturales de la sociedad.
El alfabeto y la imprenta instauraron en su momento una cultura en la que la realidad era concebida de otra manera. Fomentaban una cultura donde la palabra escrita y las emociones pagaban el peaje del paso previo por el intelecto, debido a que las emociones provienen casi exclusivamente de los significados; una cultura donde había que comprender para emocionarse.
La escritura de hoy es cada vez más pobre, en gran parte debido a la configuración mental de este tipo de sistemas de mensajes cortos. Un sistema democrático, sí, en el que al aflorar las carencias ortográficas democratiza también la ignorancia.
Esto explica que la gran mayoría de usuarios, incluso de los SMS, hayan optado por promover una especie de apología de la mala escritura, cambiando letras y cortando palabras, constituyendo una especie de alfabeto dentro del verbo "mensajear".
Recuerdo una de las reflexiones del poeta angloestadounidense Thomas Stearns Eliot, reconocido con el Premio Nobel de Literatura, que se preguntaba: "¿Dónde ha quedado la sabiduría que hemos perdido en conocimiento? ¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información? ¿Dónde la información que hemos perdido en datos? ¿Y dónde los datos que hemos perdido en ruido?".
Quienes sean o hayan sido profesores universitarios, saben que no hay mucho que celebrar en estos 10 años del Messenger, ya que este sistema ha venido acompañado del desarrollo de una sociedad determinada por la fragmentación, la relatividad y la provisionalidad, manifestaciones de la posmodernidad.
A 10 años del Messenger, hemos terminado por aceptar
la idea de que la mejor forma de establecer contacto en una sociedad sobrecomunicada es a través de mensajes sobresimplificados, como quiera que éstos sean.
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