Cultura
Los Jaivas, estimulantes del oído lector
Seis almas ancestrales que cargan en su talento la herencia musical de la nación enclavada al Sur de América.
GUADALAJARA, JALISCO (25/NOV/2012).- Juanita Parra, única. La matriarca de los metales se alzó en lo alto del escenario. Era la musa sonora de Chile. De un país mágico, hecho a mano, descendiente de la familia universal Los Jaivas.
Vestidos de blanco, así tomaron la tarima Los Jaivas. Seis almas ancestrales que cargan en su talento la herencia musical de la nación enclavada al Sur de América.
La lucha inició. Una batalla asegurada para erradicar el silencio que dominaba ansioso en la explanada de la FIL.
El ejército estaba completo, listo para dispersar notas musicales traducidas en el palpitar de las entrañas de los más de dos mil asistentes que aplaudían en gratitud.
Atentos, todos atentos. Para algunos era la primera vez, un primogénito acercamiento con los tejidos sonoros de Chile con una velada que se cobijó de bailes. No importaba quién: hombres barbudos y niñas de trenza movían el cuerpo salpicando de brincos al pavimento al ritmo de flautines, guitarras, saxos y percusiones.
A medio cantar, Mario Mutis y Claudio Parra, miembros fundadores de Los Jaivas, invitaron al escenario a los trompetistas mexicanos de mariachi Jesús Cruz y Agustín Sandoval, para hacer una fusión cultural.
Banderas de Chile ondeaban al centro del escenario. La gente feliz, documentado una experiencia experimental en la mente, en la piel, sobretodo, cuando los poemas de Pablo Neruda se musicalizaron después de un breve tributo a Violeta Parra.
De pronto la música dejó de ser chilena, para convertirse en los sonidos de todas las naciones, de aquellas tierras amantes del respeto a la vida, propia y ajena.
Los Jaivas regalaron su potencia vocal, mientras sus manos dotaban de espíritu al armamento instrumental. Juanita Parra seguía ahí, observando todo desde lo alto con el cuerpo estrujado ante la energía del sonido galopante de su batería.
Vestidos de blanco, así tomaron la tarima Los Jaivas. Seis almas ancestrales que cargan en su talento la herencia musical de la nación enclavada al Sur de América.
La lucha inició. Una batalla asegurada para erradicar el silencio que dominaba ansioso en la explanada de la FIL.
El ejército estaba completo, listo para dispersar notas musicales traducidas en el palpitar de las entrañas de los más de dos mil asistentes que aplaudían en gratitud.
Atentos, todos atentos. Para algunos era la primera vez, un primogénito acercamiento con los tejidos sonoros de Chile con una velada que se cobijó de bailes. No importaba quién: hombres barbudos y niñas de trenza movían el cuerpo salpicando de brincos al pavimento al ritmo de flautines, guitarras, saxos y percusiones.
A medio cantar, Mario Mutis y Claudio Parra, miembros fundadores de Los Jaivas, invitaron al escenario a los trompetistas mexicanos de mariachi Jesús Cruz y Agustín Sandoval, para hacer una fusión cultural.
Banderas de Chile ondeaban al centro del escenario. La gente feliz, documentado una experiencia experimental en la mente, en la piel, sobretodo, cuando los poemas de Pablo Neruda se musicalizaron después de un breve tributo a Violeta Parra.
De pronto la música dejó de ser chilena, para convertirse en los sonidos de todas las naciones, de aquellas tierras amantes del respeto a la vida, propia y ajena.
Los Jaivas regalaron su potencia vocal, mientras sus manos dotaban de espíritu al armamento instrumental. Juanita Parra seguía ahí, observando todo desde lo alto con el cuerpo estrujado ante la energía del sonido galopante de su batería.
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