Cultura

Los Anteojos De Baskerville

La capital de las vanguardias

Por varias décadas del siglo XX, París fue considerada la capital de las vanguardias, hasta que Nueva York lanzara su estrategia de atraer a los interesados en el arte y la cultura a la Gran Manzana. Sin embargo, la política cultural francesa, ese apoyo del Estado a la cultura, que difiere mucho del estadounidense (cuya base es la iniciativa privada), ha permanecido como un modelo de referencia.

Ahora bien, Francia no ha estado ajena a las transformaciones generadas por los procesos globales. Ha destacado por el impulso a nivel mundial de la excepción cultural, así como por el activismo de figuras como Josep Bové, el líder sindicalista mundialmente recordado por desmantelar parcialmente un local de McDonald´s en 1999.

La defensa y promoción de la cultura a menudo tienen al Estado francés y a su comunidad cultural en constante tensión. En este momento, la ciudad se moviliza para detener la pretendida reforma en su recinto privado más emblemático, el célebre Hotel Lambert, comprado por un millonario hermano del emir de Qatar. Siendo hotel hospedó a personajes como Chopin y Voltaire, algo que parece no importarle al nuevo dueño, que pagó más de 80 millones de euros para convertir este palacete siglo XVII en una vivienda lujosa y habitable, con lo que implica decir habitable en el siglo XXI.

Lo anterior ha provocado una fuerte oposición por parte de Paris Historique, una asociación que defiende la historia y el patrimonio de la ciudad, que con el apoyo de un grupo de artistas e historiadores se opone a la construcción de estacionamientos subterráneos y ascensores en el inmueble. El abogado del dueño señala un cierto encono político, porque muchos consideran que el edificio debería ser público y no privado.

En ese sentido, llama la atención la subasta de mobiliario urbano parisiense realizada recientemente por la Casa Lucien. En ella se dio salida a 350 objetos del paisaje urbano de la ciudad; el más preciado fue un fragmento de la escalera de la Torre Eiffel. Otros objetos subastados fueron un quiosco de periódicos de madera construido en la “Belle Époque” que por décadas estuvo en la calle Réaumur. Asimismo, un urinario público en hierro fabricado durante el Segundo Imperio, un par de asientos de metro de madera y latón de finales del siglo XIX, una farola de los Campos Elíseos y una máquina perforadora de billetes de metro. Y digo que llama la atención, porque la comunidad cultural francesa se congrega para defender el antiguo Hotel Lambert, que es propiedad privada, y ve con naturalidad la venta del mobiliario urbano que en algún momento debió ser público.

Siguiendo su lógica, los acérrimos defensores del patrimonio cultural francés deberían preguntarse en qué momento y de qué manera el coleccionista Christophe Lucien, organizador de la subasta, y el resto de vendedores se hicieron del mobiliario. Efectivamente, en un momento en que aún no imprimían parte del carácter a la ciudad.

¿Demasiado rigor? No, no menos que el de la comunidad cultural francesa, aunque en el fondo se agradece que lo tengan ante la pretendida alteración de un patrimonio propiedad privada, pues es ese mismo rigor el que ataca al presidente Sarkozy por querer congelar las plazas desocupadas en la administración pública francesa y reducir el presupuesto a la cultura. Es el mismo rigor que exige al Estado francés no iniciar la retirada de los espacios culturales y seguir teniendo así la capital de las vanguardias de la gestión cultural.
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