Cultura
Leer para mejorar la calidad de vida
El académico de El Colegio de México recibe hoy el Homenaje al Bibliotecario
Al tiempo que rememora aquellos tiempos, el maestro en Historia por El Colegio de México y en Bibliotecología por la Universidad de Texas no parece lamentarse por esas horas pasadas entre estantes y deduce que de aquellos momentos le nació su pasión por estos acervos.
Hoy es imposible ignorar su orgullo al escuchar las anécdotas sobre las bibliotecas que conoce, y de las que aún le falta por conocer, así como su pasión al analizar la actualidad del fomento a la lectura en México, un tema que domina tan bien que no vacila al considerar que una política pública bien elaborada que permita redimensionar la función de los libros en el país podría redundar en una mejor calidad de vida y oportunidades de desarrollo social.
“La lectura no es simplemente una cuestión recreativa; nos permite ser mejores mexicanos, tener mejores trabajos, ser más democráticos, tener mejor relación con nuestras familias”, explica entusiasmado Rodríguez Gallardo.
Reconoce que hoy la lectura es vista por los analistas como un fenómeno aislado y la mayoría de las personas carece de conciencia sobre las motivaciones reales para disfrutar un libro; se conforman con lo que se les ordena leer para fines escolares o de trabajo.
Durante la charla, Rodríguez Castillo insiste en varias ocasiones sobre la necesidad de consolidar una política pública de enseñanza y fomento de la lectura que vincule el esfuerzo de las autoridades y el de las familias para que los libros se conviertan en una utilidad.
Puntualiza que la lectura no es algo aislado, “simplemente de diversión: es todo un universo que gira alrededor de una mejor calidad de vida para los mexicanos. Debemos crear una conciencia de que leer es una parte importante de la comunicación humana”.
Medición “inadecuada”
Adolfo Rodríguez, encargado del acervo literario de la UNAM, es crítico con los estándares de medición cuantitativa de la lectura en México que ubican al país con un promedio nada halagador de 2.7 libros leídos por año.
Cuestiona, en primera instancia, la exclusión de cierto tipo de lecturas en la medición, como los libros de texto o cualquier tipo material bibliográfico que consumen los mexicanos por actividades académicas.
“¿Cuántos libros o cuántas páginas, o qué estamos esperando, para calificar a alguien como lector?”, se pregunta antes de responderse a sí mismo que estamos usando criterios “no muy claros” para evaluar.
Pero incluso va más allá y reprime la exageración de algunos analistas que etiquetan tal o cual tipo de lectura como superior a otra en razón del número de páginas o de los apellidos rimbombantes del autor.
“No es lo mismo leer El llano en llamas que La guerra y la paz. El llano... cabe como 25 veces en La guerra y la paz”, reconoce y explica que, desde su visión ambas lecturas son igualmente válidas y enriquecedoras.
“Los chicos leen las cosas que a ellos les dicen algo, no es la buena literatura, pero son las cosas que a ellos les significan algo. Ojalá que no sólo se leyeran eso, sino muchas otras cosas.
El académico de El Colegio de México resalta que, en su opinión, la gente está leyendo, “no las cosas que nosotros queremos”, pero al menos eso lo “anima”.
Desde su visión, los jóvenes se acercan a la literatura con interrogantes, con ganas de leer; y dice que aunque la lectura da muchas certidumbres, “también nos abre un mundo de dudas” y es la base para cultivar el interés.
En consolidación
Ante aquellos que insisten en defender supuestos tiempos de bonanza en la cultura lectora del país, Alfonso Rodríguez señala que es mentira que en el pasado se leía más, ya que, al terminar la Revolución Mexicana, apenas 15% de la población sabía leer y escribir. “Ese mundo maravilloso e idílico que a veces nos creamos, ¡no es cierto! Veamos las cifras y cómo ha ido aumentando el número de lectores”.
Para ejemplificar lo anterior, recuerda que en 1976, cuando fungía como director de Bibliotecas de la Secretaría de Educación Pública, en México había 300 bibliotecas; actualmente hay siete mil.
“Algunos me van a decir demasiado optimista”, advierte: “A lo mejor no son las mejores bibliotecas, a lo mejor no las podemos comparar con la Biblioteca Pública de Houston, pero son bibliotecas que tienen una pequeña colección, que tienen un horario en el cual están trabajando, que pueden ir las personas”.
A ojos del universitario, la biblioteca pública es “la institución más democrática que puede haber”, porque refiere que, a diferencia de otros sitios públicos, en las bibliotecas no hay que cumplir con requisitos previos o trámites de ninguna naturaleza: “En la biblioteca pública, lo único que tienes que hacer es ir. Más democrático que eso, no puede haber nada”, resalta el doctor en Pedagogía por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
Su biblioteca favorita
La del Congreso de Estados Unidos
“Me parece que es un lugar maravilloso, pero es una biblioteca verdaderamente monstruosa. Por decir algunos datos: Tiene cuatro millones y medio de mapas, como cinco millones de libros sobre América Latina y España...”.
primer libro
Platero y yo de Juan Ramón Jiménez.- Recuerda que ese primer ejemplar se lo regaló el profesor de cuarto año de primaria. Luego de ése, la memoria le alcanza para mencionar a Tom Sawyer, que le fue obsequiado por una vecina.
El libro de hoy
El sueño del celta, de Mario Vargas Llosa.- Después de confesarse fiel seguidor del escritor peruano, explica que está en la recta final de esta novela.
Qué hacer en la FIL
El jugo de lima por la mañana
A decir del escritor, su estadía en la Feria del Libro de Guadalajara se convierte en “el único lugar del mundo y sus alrededores” donde puede disfrutar un jugo de lima por la mañana.
EL INFORMADOR / SERGIO RODRÍGUEZ
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