Cultura
Las tumbas incómodas de las pirámides de Dahshur
Presencia de ladrones, un cementerio clandestino y hombres armados, son algunas de las problemáticas que enfrentan las ruinas de Dahshur
Una sucesión de muros y nichos desnudos rompe el paisaje desértico que lleva hasta la llamada Pirámide Roja, construida por el faraón Snefru, fundador de la IV dinastía y padre de Keops, que reinó hace unos cuatro mil 600 años.
Más alejada y menos conocida que las de Guiza, la primera pirámide del mundo en tener sus lados triangulares había convivido con monumentos similares, una necrópolis real y demás restos arqueológicos, pero nunca estuvo tan cerca como ahora de un cementerio contemporáneo.
Con su patrulla, el jefe de la policía egipcia en las ruinas de Dahshur, Mohamed Sibai, supervisa la zona y niega cualquier problema con los lugareños a raíz del nuevo camposanto, extensión de uno antiguo que ya está abarrotado de sepulcros.
"Esperamos derribarlo en un par de semanas. Aquí se esconden restos arqueológicos, pero aún no se han autorizado excavaciones para sacarlos a la luz", apunta Sibai, con gesto relajado.
Más nerviosismo debieron sentir los policías que el pasado enero se enfrentaron a un gran número de hombres armados que, tras irrumpir de noche en el lugar, comenzaron a remover la tierra y levantar los primeros muros.
De esa forma, invadieron el sitio de Dahshur, que junto con otras pirámides históricas ubicadas a las afueras de El Cairo, forma parte del Patrimonio de la Humanidad.
Tal acción puso en alerta a la Unesco, cuya directora general, Irina Bokova, visitó en marzo el país árabe y no dudó en abordar con el entonces ministro egipcio de Antigüedades, Mohamed Ibrahim, la situación de Dahshur y otras ruinas amenazadas como las de Tel el Amarna, en el sur.
El Gobierno se comprometió a detener las obras ilegales y a conceder a los vecinos otro terreno que pueda albergar el nuevo cementerio sin que esto afecte al rico legado arqueológico.
"Las fuerzas de seguridad podían haber acabado con los muros antes, pero necesitaban el correspondiente permiso", asegura a Efe la arqueóloga y jefa de los inspectores de Dahshur, Wahiba Saleh.
La arqueóloga no ha parado de mover contactos para que las autoridades resolvieran la crisis cuanto antes.
En paralelo, grupos de ciudadanos han protagonizado protestas para pedir la protección del patrimonio "con amor y respeto", e incluso han recogido miles de firmas para salvar Dahshur.
Saleh lamenta que haya llegado casi a los pies de las pirámides el aumento de la inseguridad que vive el país desde la revolución que derrocó al presidente egipcio Hosni Mubarak en febrero de 2011.
Otro signo de preocupación es la reciente presencia de ladrones, algo inaudito en Dahshur antes de la revolución, señala la inspectora, que calcula en miles los objetos como tumbas y estatuas que han sido saqueados.
Los delincuentes han visto en Dahshur un diamante en bruto. La escasez de excavaciones y de presencia policial ha facilitado el trabajo de esos desconocidos que se desvían del canal, entre villas y palmeras, y rebuscan por las arenas del desierto codiciando cualquier pieza faraónica.
Antes de la Pirámide Roja, Snefru construyó en Dahshur otra pirámide de piedra conocida como "inclinada" o "romboidal", ya que sus lados están ligeramente curvados y representa la transición hacia las que guardan una forma piramidal perfecta.
Al lado hay una pirámide satélite, un templo funerario y el llamado Templo del Valle, dividido en varias salas.
Completan el sitio otras pirámides de los reyes Amenenhat II, Amenamhet III y Senwosret III, de la XII dinastía (1991-1786 a.C.); así como tumbas y mastabas dedicadas a reinas, miembros de la familia real y sacerdotes.
Entre tanto vestigio, el nuevo cementerio incomoda también a algunos habitantes de la zona. Karim Sayed, que acaba de visitar una tumba familiar en el viejo recinto, culpa a vecinos de otras localidades por supuestamente haber construido allí, fuera de los límites legales. "Las pirámides son patrimonio de todos", recuerda.
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