Cultura
Las joyas engalanan al Louvre
Van Cleef & Arpels facilitan algunos diamantes, zafiros y rubíes de su colección para exhibirlos en París
Esta exclusiva retrospectiva, accesible a los ojos de los visitantes hasta el próximo 10 de febrero, recorre más de un siglo de creación y lujo de una casa que abrió sus puertas en 1906 en la plaza Vendôme de París.
El éxito cosechado en la capital francesa en unos inicios marcados por la inspiración en el antiguo Egipto, China y Japón, así como en motivos persas, que introducen en la colección nuevas combinaciones de colores a base de turquesa, ónix, jade o coral, llevó a Van Cleef & Arpels a extenderse poco después a otras localidades como Niza, Deauville, Vichy o Cannes.
Ya en la década de los treinta, y bajo la dirección artística de Renée Puissant, la firma patenta la técnica de Serti Mystérieux, que vuelve el metal invisible y realza las piedras preciosas engarzadas en las piezas.
"Ellos son quienes inventaron la 'minaudière' (bolso monedero) y quienes pusieron a punto el Serti Mystérieux, que hoy es su marca de la casa y les convierte, prácticamente, en los únicos en el mundo que lo hacen" porque "debe de haber una decena de artesanos en Francia y en el mundo capaces de realizarlo", explicó a Efe la comisaria de la exposición, Evelyne Possémé.
Fue también la época en la que, por consejo de los duques de Windsor, los joyeros de Van Cleef & Arpels comenzaron a desarrollar el "collar cremallera", en el que la joya toma forma de lazo con nudo corredizo que permite adaptarla tanto al cuello como a la muñeca.
La Segunda Guerra Mundial obligó a los propietarios de la firma a refugiarse en Nueva York, mientras que Puissant continuó dirigiendo la joyería desde Vichy.
Superado el conflicto bélico, y tras un relevo generacional al frente de la casa de alta joyería, se termina de rematar el diseño en cremallera, que verá la luz en 1958.
La muestra, que incluye varias proyecciones explicativas y ofrece una visita virtual de 360 grados a los talleres, evidencia cómo llegados los setenta el collar Alhambra, pieza que cautivó a la princesa de Mónaco Grace Kelly, se convirtió en el diseño estrella de la casa.
"Hay una evolución, especialmente en la elección de las piedras. Hasta los años setenta, para la alta joyería no cabía utilizar nada que no fueran piedras preciosas, es decir, el diamante, el zafiro, el rubí y las esmeraldas" pero "desde entonces, y cada vez más, descubrimos nuevas piedras finas que permiten colores improbables que nunca se habían imaginado", resume la comisaria.
El final del siglo XX estuvo marcado en lo empresarial por la integración de Van Cleef & Arpels en el grupo Richemont, propietario de otros grandes creadores de objetos de lujo como Cartier o Montblanc, y por la llegada de nuevas musas a los talleres de joyería.
"Nos encontramos en un momento con diseños muy simbólicos y figurativos que apelan a la imaginación y resultan muy oníricos, que necesitan una gama de colores muy amplia y misteriosa" que favorece creaciones "que las piedras preciosas en rojo, verde, blanco y azul no permitían".
A ello se suma el buen momento comercial para los especialistas en productos de lujo pues, "en los períodos de crisis, este tipo de trabajo funciona muy bien", reconoce Possémé.
"Evocar las joyas de Van Cleef & Arpels es también ilustrar la historia de la alta sociedad de los felices años veinte a los años cincuenta, el nacimiento de la jet-set de los setenta y las celebridades de nuestra época", explican los responsables de la exposición consagrada a esa prestigiosa joyería.
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