Cultura

Las ilusiones perdidas de una ciudad blanca

Guillermo García Oropeza discurre sobre los modelos citadinos inalcanzados por Guadalajara, en el marco de las celebraciones por los 471 años de su fundación

GUADALAJARA, JALISCO (08/FEB/2013).- Para el arquitecto Guillermo García Oropeza, Guadalajara es un recuento de ilusiones perdidas. Desde su fundación como capital de un reino de grandes dimensiones y poder, luego como capital colonial, pasando por la Independencia y sus avatares hasta el porfirismo, que le planteó un nuevo proyecto urbano y la Revolución, todos intentos por alcanzar modelos que finalmente se quedaron ahí.

Son las ilusiones perdidas de Guadalajara, los objetivos que no logró como ciudad, sus grandes y pequeñas decepciones, amargamente ilustrativas, el tema central en la ponencia "Guadalajara o las ilusiones perdidas", impartida en el Palacio Municipal tapatío por Guillermo García Oropeza, arquitecto de profesión, funcionario y promotor cultural, en el marco de la Feria de la Fundación de esta ciudad, que festeja 471 años.

García Oropeza comienza por señalar que la Ciudad de México ha sido "horriblemente importante para Guadalajara". Origen y causa de muchas de nuestras desilusiones. "Aunque otorga la cualidad del anonimato, siempre nos ha ganado y seguramente seguirá ganando los juegos, desde la Conquista hasta la última catástrofe (las explosiones) que borró nuestra soberanía".

El ponente resalta además, que "perdimos también la pelea contra el más desarrollado capitalismo regiomontano, que nos colonizan intelectualmente con sus periódicos y universidades (...) Guadalajara nació de una voluntad política. Es una ciudad hecha a propósito en la que vivía la familia de Nuño Beltrán de Guzmán, aristocrático y con buenas conexiones con la Corona, perteneciente a la clase dominante. Personaje fundamental fue Carlos V, hijo de Felipe El Hermoso y Juana La Loca; a quien debemos el escudo de armas de la ciudad. La demencial, absurda pero maravillosa invención política que fue el imperio de los Habsburgo, que en Guadalajara duró 158 años, y que es como una portentosa novela llena de grandes y trágicos personajes, dentro de los cuales el más famoso fue Carlos, quien renunció a ser el hombre más poderoso del mundo para irse a preparar la muerte en un convento y meditar sobre lo efímero del poder y la gloria. Por eso creo que le debemos aunque sea una plaquita".

Los ingratos conquistadores
Para la política no hay nada sagrado. Y es que "los españoles andaban de aventureros desde la Florida del Oeste norteamericano y hasta la Patagonia. Ignoro cuál fuera la población de España en el Siglo XVI, pero no creo que pasara por mucho de los seis millones de habitantes, casi como los jaliscienses de hoy, o como una cuarta parte de los chilangos, y conquistaron medio mundo. Quizás estaban locos, y es por eso que podemos entender a conquistadores como Francisco Pizarro, Juan de Solís, Fernando de Soto, Don Pedro de Alvarado y Álvar Núñez Cabeza de Vaca, que vivió las aventuras más hermosas de ese tiempo mágico. Don Nuño, un niño bien, aristócrata, se convirtió en uno de los peores conquistadores. Soberbio, genocida, hombre envenenado, peleonero, desafiante de toda autoridad. Aunque fue un pésimo político fue un buen administrador. Enriqueció a su pobre Pánuco, aunque para ello haya recurrido a una horrenda infamia: esclavizar indios, marcarlos con fuego y venderlos en Cuba a peso por piocha. Con las ganancias compraba vacas que, si no daban oro, daban leche. Don Nuño fue un gran tecnócrata y primer gran secretario de agricultura y ganadería de este país, aunque terminó sufriendo una detención sin sentencia en España; algo muy mexicano".

Blanca, bonita y afrancesada
"Un reino de pura gente bonita. De puro alteño y gente de razón. Ir en cuaco hasta San Francisco imponiendo la ley con una .45 y con la espada como la del Zorro, como en la leyenda californiana pero hablando en jalisciense y con traje de charro". Y es que el proyecto político de Nuño, subraya García Oropeza, era sin duda de un reino blanco. "Con los menos indios posibles que, si se acababan, para eso podían traer negros, que sí se trajeron y se perdieron en el cóctel genético de las castas mexicanas, y cuyos rasgos encontramos más o menos puros en Veracruz y sobre todo en las costas de Guerrero".

La Guadalajara colonial, indica, "era una ciudad blanca que mantenía un original apartheid. Los indios vivían en sus propios pueblos: Mexicaltzingo, Analco, Huentitán o más lejos Tlaquepaque, donde había excelentes hechiceros aparte de buenos alfareros. Se rompieron las barreras de la ciudad blanca, y la gente conocida abandonó el Centro, invadido hoy por oficinas y negocios. La gente se fue yendo al buen Poniente, a los cotos donde vivía gente de buenos apellidos". Aun así, para cuando la ciudad intentaba imponerse la arquitectura francesa, "...era una ciudad equilibrada, que olía a tierra mojada, de calles empedradas y se convirtió en lo que es ahora y como diría Carlos Fuentes: Aquí nos tocó, ni modo pues".

Perfil
Guillermo García Oropeza

Es arquitecto de profesión. Funcionario y promotor cultural en Guadalajara y en la Ciudad de México con estudios de postgrado en los Estados Unidos y en Holanda así como viajes de estudio a la Gran Bretaña, Dinamarca y Suecia. Profesor en la U de G, así como en los cursos de verano de la University of San Francisco. Periodista cultural.

Ha escrito una treintena de libros individuales y participado en catorce en colaboración para un total de 51 ediciones. Parte de su obra se ha traducido al inglés, francés, alemán e italiano. Fue becado por FONCA-CONACULTA, por el Gobierno de Estados Unidos y por los Países Bajos. Actualmente es miembro de la Crónica de Guadalajara.

Frases:
"La Guadalajara colonial era una ciudad blanca que mantenía un original apartheid. Los indios vivían en sus propios pueblos"

"La gente se fue yendo al buen Poniente, a los cotos donde vivía gente de buenos apellidos"

"...casi como los jaliscienses de hoy, o como una cuarta parte de los chilangos, y conquistaron medio mundo. Quizás estaban locos"

EL INFORMADOR / ROBERTO CONTRERAS
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