Cultura

Las ideas fundadoras

El historiador mexicano presenta hoy miércoles su libro Redentores, en el que revisa ideas políticas del siglo XX a través de 12 biografías

GUADALAJARA, JALISCO (30/NOV/2011).- Enrique Krauze se concentra tanto en lo que está diciendo y consigue tal atención de quienes lo escuchan que nadie se da cuenta de que la taza de café que acaban de servirle está cubierta con plástico. Se lo toma con humor: que uno de los intelectuales más importantes de América Latina derrame el azúcar puede parecer divertido; en cualquier caso, el historiador es ameno, y su conversación denuncia el rasgo más llamativo de su libro Redentores (Debate, 2011), su entrega editorial más reciente: la combinación de su notable densidad de contenidos con la curiosa fluidez con que se deja leer.

El accidente de la taza de café ocurre durante un encuentro con medios de comunicación, en el que, durante una hora, desgrana los temas de Redentores. En él revisa ideas fundacionales de América Latina en el siglo XX a través de las biografías de 12 personajes, entre José Martí y Hugo Chávez, pasando por el Che Guevara, José Vasconcelos, Octavio Paz o Mario Vargas Llosa. En el libro retrata a los dueños de ideas e ideologías que se colocaron como aspirantes a “redimir” a sus países.

Una idea, la posibilidad de que un líder iluminado redima a su país, que dejó muestras de su peligrosidad por todo el siglo XX, según Krauze. “Los Grandes Hombres no son propios de la democracia”, definió al señalarse a sí mismo como un demócrata y un liberal opuesto a esta noción: “La redención está bien para los creyentes, pero, cuando baja al territorio de la política y hay un personaje que dice: ‘Yo los voy a redimir, crean en mí, nada más denme todo el poder’, eso sí es muy peligroso y lo demostró el siglo XX, tanto con el comunismo como con el nazismo”.

Krauze afirmó que buscó en Redentores un libro de biografías pero también de historia de las ideas, un ejercicio que, dijo, intentó alejar del enfoque académico convencional: “Todos deberíamos de ser sanamente marxistas, en el sentido de que las ideas ocurren a personas con pasiones, con intereses, con determinaciones materiales, políticas; y deberíamos de ser sanamente freudianos, con inclinaciones y apetitos sexuales. Estas ideas fueron concebidas, padecidas, imaginadas por personas concretas”.

El coctel
En el centro de este fenómeno, identificó una “impregnación religiosa” que matiza a todas las figuras de su libro: “Casi todos los que se soñaron revolucionarios en el siglo XX tuvieron y proyectaron una idea de sí mismos como personas que podían no sólo liberar, sino redimir a sus países; por eso usé la palabra ‘redención’, que es mejor que ‘revolución’”.

Esa premisa religiosa, continuó, está presente “en la corriente subterránea de nuestras sociedades”, y cuando se combinan esas dos propensiones, el culto a la personalidad y fanatismo ideológico, “el coctel es muy peligroso, y es lo que yo llamo redentorismo”.

José Vasconcelos le sirvió como ejemplo acerca de cómo las ideas de la pasión revolucionaria —“la idea nacionalista, la idea del antiamericanismo, incluso las ideas fascistas”— se encarnan en personas. El célebre líder cultural fue un demócrata que devino simpatizante del nazismo al final de su vida: “Yo creo que se explica, en parte, por el modo en que interpretó sus fracasos personales; las ideas no están ahí como en un mercado. Lo que ocurrió, yo creo, es que, cuando convocó a una revolución, en 1929, muchos jóvenes le tomaron en serio la palabra, y entonces los mataron. (Procesó) El sentido de culpabilidad (…) culpando al país, a la sociedad que no había sabido entenderlo, a todo el mundo, menos a sí mismo. Y entonces, cuando surge la figura de Hitler, escribe: ‘Los alemanes sí supieron comprender a un hombre iluminado que escribió un libro muy importante; en cambio, los mexicanos no supieron identificar a ese gran hombre’”.

La fértil América, la terrible Europa
Sobre todo, señaló el historiador mexicano, puede identificarse los efectos del redentorismo en los nacionalismos. Hizo énfasis en que se trata de un fenómeno propio del siglo XX, en contraste con el XIX, que vivió el enfrentamiento entre conservadurismo y liberalismo, el cual, “por su misma esencia, no es redentorista (…) Con el siglo XX llega la idea de la Revolución, la mexicana, la rusa, la china, la cubana, con un contenido casi metafísico, diciendo: ‘Aquí viene un acontecimiento como el renacimiento total de una sociedad’.

“Eso es religión transferida a la política”, continuó. “Un liberal y un demócrata no pueden estar de acuerdo con eso. Lo que hay que hacer con los redentores es decirles: ‘No me salves, no me regeneres, no me redimas’”.

Admitió que América Latina es “una tierra muy fértil para estos fenómenos”, pero recordó que no ha sido esta región la de los ejemplos “más terribles”, sino el Viejo Mundo: “El pueblo más culto de Europa en el siglo XX, el alemán, entregó su vida, su conciencia, su juventud, a un redentor, cuya doctrina extrema era el nacionalismo ario y que prohijó el culto de la personalidad como ningún otro. Pero también está Stalin, y Mao, y Lenin, y Castro, y en nuestros días está también esa caricatura de todos ellos que es Hugo Chávez”.

No rehuyó hablar de Chávez como una representación de ese redentorismo y de un mesianismo “contrario y contradictorio” con la práctica democrática, y estableció una diferencia con la historia del presidencialismo mexicano: en contraste con la lacónica “esfinge” que fue Lázaro Cárdenas, por ejemplo, los dictadores europeos y Chávez “son inimaginables sin un micrófono que los ponga en contacto con las masas”.

Y también admitió que, como explicó hace años, opina que Andrés Manuel López Obrador cae de algún modo dentro de esa categoría. Respecto al cambio de discurso del precandidato presidencial del PRD a la Presidencia, afirmó: “Está por verse si él ha entendido que encarnar a un redentor es sumamente riesgoso en este país”.

Para seguir al autor
Miércoles 30- 17:00 horas. Enrique Krauze presenta Redentores, acompañado del activista Javier Sicilia. Salón 2, de Expo Expo Guadalajara.

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