Cultura

La segunda temporada de la OFJ, a punto de llegar a su fin

Alondra de la Parra lleva a buen puerto los temas de Revueltas, Tchaikovsky y Shostakovich

GUADALAJARA, JALISCO (13/JUL/2012).- Los sonidos caen en el Teatro Degollado como las hojas en otoño: de manera natural, con la cadencia justa, de forma sencilla y amena, símbolo de bonanza y salud musical.

Pocas veces un personaje es  festejado por lo que hace de espaldas al público y Alondra de la Parra forma parte de ese orden establecido y extraño. De pie, forrada en un impecable traje negro, sin contaminar la atmósfera con palabras, ¿para qué?, enfatizando los movimientos hieráticos de sus manos cuya fuerza le provocaba un leve temblor en la coleta castaña que le llovía sobre la espalda, la directora artística de la Orquesta Filarmónica de Jalisco dio la primera de dos estocadas que liquidarán el programa número 6 de la Segunda Temporada "Iluminando el Silencio", que inició el 8 de junio y culmina el domingo 15 de julio.

Aunque el recinto no se llenó, eso no influyó en la oleada en la que se entreveraron música y literatura. El trance inició con Sensemayá, de Silvestre Revueltas; continuó con Suite de La bella durmiente, de Tchaikovsky y alcanzó las costas del final con Sinfonía No. 5, de Shostakovich.

Sensemayá, poema sinfónico -que se inspiró en una pieza del poeta cubano Nicolás Guillén- se puso de acuerdo con la visión con la que Silvestre Revueltas soñaba: música que fuera color, escultura y movimiento.

En todo momento se notó la destreza de la orquesta: la pieza que fue dominada sin problemas. El clarinete describiendo el arrastre de la serpiente fue una constante a la que se unieron la tuba, el corno francés, el corno inglés, la trompeta y el timbal, para dar forma a una de las obras minimalistas más destacadas del Siglo XX.
 
Con Suite de La bella durmiente, la orquesta contó la historia romántica de Aurora y el Príncipe Encantador. Durante los tres actos la tónica fue la misma en este tema que Alondra sorteó con solvencia técnica.

Lo que significaba el reto de la noche, la Sinfonía No. 5, de Shostakovich, cuya complejidad técnica y musical era insoslayable, fue otra muestra del territorio que la OFJ navegó sin complicaciones.

En el primer movimiento se mantuvo la tensión y en el segundo disminuyó. En el tercer movimiento destacó el solo de flauta, al que luego se integraron el arpa y el oboe. Al final se acentuó la participación de los chelos.

En el cuarto movimiento, la fuerza musical siguió disparándose como obedeciendo a un designio desconocido, que, al momento de concluir, desató los aplausos de pie, demostrando que en el rosario de interpretaciones la música basa su musculatura en la apreciación del público.

EL INFORMADOR / GONZALO JÁUREGUI
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