Cultura

La pianista Lorena Eckell brinda emotivo concierto

Interpreta obras de Chopin, Guastavino, Piazzolla y Ginastera en el Munal como parte del programa para mayo del INBA

CIUDAD DE MÉXICO (05/MAY/2013).- Dentro del programa de actividades de mayo de la Coordinación Nacional de Música y Ópera del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) se presentó ayer --Salón de Recepciones del Museo Nacional de Arte (Munal)-- la solista argentina Lorena Eckell en un recital en el que glosó al piano cuatro baladas, una sonatina, un tango y tres danzas argentinas.

"Balada núm. 1" --sol menor--, "Balada núm. 2" --fa--, "Balada núm. 3" --la bemol-- y "Balada núm. 4" --fa menor--, de Frédéric Chopin (1810-1849), "Sonatina" en sol menor, de Carlos Guastavino (1912-2000), "Adiós Nonino (Cadencia y rapsodia)", de Ástor Piazzola (1921-1992) y "Danzas argentinas", de Alberto Ginastera (1916-1983), fueron las composiciones desarrolladas.

Interesante cartel que conjugó concordias de un pianista y compositor del periodo romántico muy popular, y de tres músicos argentinos que tomaron elementos tradicionales para la conformación de sus partituras.

Un representante del nacionalismo musical argentino --Guastavino--, una figura incuestionable de la música académica latinoamericana --Ginastera--, y el bandoneonista que revolucionó el tango, Piazzola (por cierto, alumno de composición de Ginastera en sus años juveniles).

Minutos antes de iniciar el recital, Notimex pudo conversar con la solista egresada del prestigioso Conservatorio J. J. Castro, de Buenos Aires. Frente al cuestionamiento de los objetivos de su croquis de piezas musicales y la singular elección de compositores, precisó lo siguiente:

"Me interesa, en este encuentro con el público mexicano, empalmar 'referencias': cuatro baladas de cierto aliento pesaroso de un compositor emblemático del romanticismo europeo, una sonatina de un músico que incursionó en la canción popular de mi país, y dos músicos de presencia insoslayable en la danza y el tango rioplatense".

La pianista concluyó: "Como verás comienzo con Chopin, inmediatamente me introduzco en la delicadas frondas de una encantadora Sonatina de Guastavino, recreo los bemoles tangueros de Piazzola y termino con tres danzas muy rítmicas de Ginastera: espero que gusten mis opciones y 'encadenamientos', quizás un poco privativos y axiomáticos".

Tercera llamada, y comienza el glosario. Los ademanes melódico-armónicos del pianista polaco se interponen en los tajos de la siesta. El calor abruma en todos los biseles del gótico Salón de Recepciones del Munal. El lirismo ondulante de las baladas de Chopin abanica el recinto.

Eckell se sumerge en el aislamiento dramático de la "Balada núm. 1" (1836) con soltura: ataques precisos en los ascendentes iniciales y entrada justa al desolado leitmotiv. Silencios que dan paso al cantabile con energía: interpretación de contrastes expresivos vigorosos. Demostración de solvencia técnica en la coda y convincente ejecución de la serie de acordes descendentes del final.

Asimismo, en "Balada núm. 2" (1840) --dedicada a Schumann--, la ejecutante porteña enfrentó los dos temas contrastantes (ternura y fuerza) desde íntimas enunciaciones. La mudanza del andantino al presto: muestrario de virtuosismo.

El lirismo desbordado de la "Balada núm. 3" (1841), la alumna de Iván Citera lo asume en concordias de sinuosos registros de índices muy románticos; la "Balada núm. 4" (1842) es afrontada en mutaciones que transitan por naturales exaltaciones, afecto y conmoción. Fascinante pieza que Eckell apostilla con manejo seguro de la concomitancia de silencios.

Intermedio. Se entrevistó a la pianista y musicóloga italiana Sandrietta Corrimiento Santojonay, quien solícita expuso: "No, nunca había escuchado a esta joven pianista. Me parecen muy naturales sus gestos frente al piano: seguridad, demostración técnica sin aspavientos gratuitos y conocimiento del complejo universo armónico de Chopin. Piezas de su exilio parisino: Eckell supo trasmitir toda la añoranza del compositor polaco".

Continuó la procesión con "Sonatina" en sol menor (Allegretto, Lento muy expresivo, Presto), de Guastavino. Delicados clústeres y sutiles mudanzas en marcha por la suavidad y la fuerza: la pianista transfiere toda la emotividad, claridad melódica y lirismo arropante de una pieza de marcado lenguaje romántico empalmado con sutiles apuntes nacionalistas.

Y llegó Piazzola. "Adiós Nonino (Cadencia y rapsodia)": piano rioplatense, totalmente en diseños neoclásicos (Evans, Corea, Hancock...): digitación que edifica resonancias propias del bandoneón. Personalísima factura. Escuchamos una suerte de poética piazzolaiana renovada a través de la mirada incitante de Eckell.

La sala en vilo cuando irrumpe el motivo melódico de tristeza empinada (pieza de Piazzola por la muerte de su padre Vicente: "Nonino"). Piazzola: Eckell: Piazzola: cruzamientos milagrosos. No cabe duda que ayer escuchamos a una solista de transferencias muy propias: capacidad natural para los atracaderos románticos, las periferias neoclásicas y las avenencias populares.

La recepción concluyó con "Danzas argentinas" (Danza del viejo boyero, Danza de la mosa donosa, Danza del gaucho matrero), de Ginastera. Acusada bitonalidad. Ritmo y textura en plazas de Stravinski. Cromatismo, melodías tortuosas, disonancias, elegantes cacofonías, tensiones, pausas vertiginosas y uso del 6/8 que Eckell se adjudicó con extraordinaria seguridad técnica.

Tres danzas de furor, ímpetu y fiereza (sobre todo "Danza del gaucho matrero") que remata con una pasmosa progresión de acordes (Fortissimo) y glissandos de turbulento acabamiento. Eckell se creció en el final de su exposición: muestrario de pliegues de un Ginastera de muy personal exégesis.

Espléndida velada de una gran pianista: después de este convite hay que tomar en cuenta el nombre, ya imprescindible, de Lorena Eckell. Bendiciones: alabanza para sus manos prodigiosas.

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