Cultura
La pasión holandesa de Joan Miró expuesta en Nueva York
La fascinación del artista por los pintores holandeses es revelada en la exposición ‘Miró: Los interiores holandeses’
La exposición, que se ha titulado "Miró: Los interiores holandeses", abrió hoy sus puertas al público y podrá visitarse hasta el 17 de enero de 2011.
Miró (1893-1983) era "un apasionado de la pintura holandesa y encontró en ella una nueva energía y luz para su trabajo", explicó el presidente del Departamento de Arte del Siglo XIX, Moderno y Contemporáneo del museo neoyorquino, Gary Tinterow.
La muestra reúne tres obras de Miró, conocidas como "Interiores holandeses", junto a sus fuentes de inspiración: "El músico de laúd" (1661) de Hendrick Sorgh y "Niños enseñando a bailar a un gato" (1660-1679) de Jan Steen.
Junto a esas pinturas se puede disfrutar también de los dibujos preparatorios y los 16 bocetos que el pintor de Barcelona realizó para trasladar el lenguaje figurativo del siglo XVII a su mundo surrealista.
La fascinación de Miró por el arte holandés tuvo su punto culminante en el viaje que hizo a Bélgica y Holanda tras triunfar en París con una exposición en solitario en 1928, recordaron los expertos.
Tras el éxito conseguido en la capital francesa, el artista catalán enfocó su mirada hacía los pintores clásicos holandeses y en su viaje a Bruselas y Amsterdam adquirió postales en color de la obra de Steen y Sorgh que luego le sirvieron para hacer versiones contemporáneas de las piezas que más le habían gustado.
"Después de los éxitos en 1928 sintió una gran urgencia de mostrar algo diferente. Su viaje de París a Holanda lo hizo con la intención de encontrar una nueva dirección para su trabajo y lo encontró", señaló a Efe Tinterow.
Aunque antes de iniciar ese viaje, Miró creía que los pintores que vería serían los renombrados Rembrandt y Vermeer, finalmente el artista acabó siendo seducido por dos artistas considerados menores,
Steen y Sorgh, y por "su viva sensibilidad", puntualizó el experto.
La manera en que esos artistas incluían pequeños elementos en sus obras, como por ejemplo motas de polvo, y los dotaban de vida propia acabaron por atrapar a Miró, que por primera vez mostró de manera consciente la influencia que artistas clásicos tuvieron en su obra.
Las escenas de interiores de corte costumbrista encontraron su versión más moderna en las obras surrealistas que el pintor español realizó en 1928 y que no olvidaban los dobles sentidos típicos de las obras del siglo XVII.
"Le gustaban las dobles lecturas sexuales de la pintura holandesa en la que por ejemplo una cinta roja señalaba que una figura determinada era una prostituta", explicó el especialista.
Para Tinterow, uno de los ejemplos más claros de esos guiños "picantes" de Miró hacía a los espectadores está en la pintura "Interior holandés I" (1928), inspirada por "El músico del laúd" y en la que la forma del instrumento musical recuerda al órgano sexual masculino.
"Era en realidad un juego y a diferencia de los pintores holandeses, que tenían que hacer esas referencias de forma implícita, Miró podía hacerlo explícito y le gustaba", explicó el presidente del Departamento de Arte del Siglo XIX, Moderno y Contemporáneo de la institución neoyorquina.
Precisó también que esa constante búsqueda de vitalidad por parte de Miró encontró respuesta en la manera en que la pintura holandesa representaba las escenas cotidianas caracterizadas por el caos y cierta anarquía, pues "eso llamaba su atención, ya que le gustaba conseguir imágenes vivas".
Para poder seguir las versiones "deconstruidas" que Miró realizó de las obras de Sorgh y Steen, la exposición muestra diversos paneles comparativos que resumen la fusión de su mundo surrealista y la pasión que sentía por la pintura holandesa.
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