Cultura
La Staatsoper de Barenboim llega a Berlín
La orquesta consagrará su gala inaugural a una ópera inédita de Joneleitl la cual será interpretada el próximo 3 de octubre
"Teníamos la posibilidad de tomarnos la mudanza como una solución de emergencia o como un desafío. Nos decidimos por lo segundo", afirmó el músico argentino-israelí y director musical de la Staatsoper, al presentar la próxima temporada de la más clásica entre las óperas berlinesas junto a Flimm, su director general.
La fecha del estreno será el 3 de octubre, fiesta nacional por ser el Día de la Unidad, y con ella se abrirá una etapa de dos años largos, en que la Staatsoper se instalará en el Schiller Theater mientras se remodela su viejo edificio en el este de la ciudad.
Quedará así a unos escasos 200 metros, en línea recta y compartiendo la Bismarckstrasse, de la Deutsche Oper, abierta en los años 60 en el sector occidental de la capital alemana para remediar el vacío operístico dejado por la partición de la ciudad.
La vecindad no asusta a Barenboim ni a Flimm -"nos llevaremos como buenos vecinos", afirmó el primero-, tampoco la apuesta por dos contemporáneos -"así nos ahorramos comparaciones", siguió bromeando el "Maestro"- ni tampoco el estado del Schiller, tras diez años de cierre y aún en obras para su nuevo cometido.
"Un escenario del este despierta con un beso a otro del oeste", sintetizó, entre poético e irónico Flimm, quien dejará su cargo de director del Festival de Salzburgo a final de este verano para consagrarse al cien por cien en su tarea en Berlín.
El programa de la primera temporada es ambicioso: Barenboim tomará la batuta para "Metanoia" -obra por encargo de Joneleit, de 43 años, en que Schlingensief aborda su lucha contra el cáncer detectado tres años atrás-; le seguirán las dos primera piezas de un nuevo "Anillo del Nibelungo", "El Oro del Rin" y "La Valquiria", dirigido por Guy Cassiers y co-producidas por La Scala de Milán.
Las otras dos piezas de la tetralogía de Richard Wagner -"Sigfrido y "El crepúsculo de los dioses"- quedarán para la siguiente temporada, lo que no significa que los primeros meses de la Staatsoper en el Schiller vayan a ser flojos: Barenboim dirigirá cuatro de las ocho premieres de la temporada, a lo que se suman los conciertos de su Staatskapelle, entre un total de 350 galas.
Barenboim, director musical de la Staatsoper desde 1992 y alma de la casa, compartirá protagonismo con Flimm, al que Salzburgo sigue sin haberle perdonado su abandono algo intempestivo, anunciado dos años atrás y consumado ahora.
Ambos se comportaron hoy como un par de buenos amigos, Flimm en el papel de "sabio despistado", que preguntaba continuamente a su tándem si se olvidaba algo, mientras Barenboim se tomaba la licencia de dejarle hablar, recién cerrado, anoche, su último Festival de Pascua, aún en el viejo edificio al otro lado de la ciudad.
Barenboim puede permitirse el riesgo, en el Schiller o en cualquier otro escenario. Tiene a Berlín a sus pies -como demostró en los apoteósicos aplausos del "Tristán e Isolda" que dirigió ayer, con la mezzosoprano Waltraud Meier convertida de nuevo en la más wagneriana heroína- y se le seguirá adonde vaya.
La puesta a punto del Schiller es un lavado de cara presupuestado en 24 millones de euros (32 millones de dólares), al que seguirá en 2013 la reapertura de la Staatsoper saneada por otros 240 millones de dólares (321 millones de euros).
No será la ambiciosa operación de remodelación en profundidad que quería Barenboim para el edificio de la Staatsoper, construido entre 1741 y 1743 por el arquitecto Georg Wenzeslau, arrasado por los bombardeos aliados de la Segunda Guerra Mundial que lo dejaron reducido a cenizas y reconstruido más o menos de acuerdo al original por las autoridades de la República Democrática Alemana (RDA).
Barenboim defendía la teoría de que no había por qué sujetarse a las normas del respeto al patrimonio arquitectónico para lo que de todos modos no era el original, sino un falso rococó de los años 50.
Pretendía una solución más rupturista, que colocará a la Staatsoper al nivel de una Scala de Milán u otras rivales europeas. Finalmente el alcalde-gobernador, Klaus Wowereit, impuso su tesis continuista y ésa será la ópera a la que regresará previsiblemente Barenboim, más o menos revitalizada, en 2013.
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