Cultura

La OFCM despliega composiciones de Bizet, Ravel y Berlioz

Se presenta en el Centro Cultural Ollin Yoliztli bajo la batuta del israelita Avi Ostrowsky

CIUDAD DE MÉXICO (21/ENE/2013).- En continuidad de la Temporada de Conciertos 2013, la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM) -bajo batuta del israelita Avi Ostrowsky-- presentó el fin de semana pasado un programa con obras de los músicos franceses Georges Bizet (1832-1875), Maurice Ravel (1875-1937) y Héctor Berlioz (1803-1869) en la Sala Silvestre Revueltas del Centro Cultural Ollin Yoliztli (CCOY).

Suite de la ópera "Carmen", Suite No. 2 de "Dafnis y Cloe" y "Sinfonía Fantástica" (Episodios en la vida de un artista): despliegue de tres estilos que van de las concordancias ibéricas, impresionismo y lo "expresivo/autobiográfico", respectivamente.

Comenzó la gala con la popular Suite de "Carmen" (George Bizet). Seis episodios: "Los toreadores", "Preludio", "Intermezzo", "Aragonesa", "Los dragones de Alcalá" y "Danza bohemia", muestrario de sensible música española escrita por un compositor francés.

Estrenada en París en 1875, "Carmen" fue recibida con cierto menosprecio, lo cual sumió a Bizet en total depresión que lo llevó a la muerte poco tiempo después. Guión de Henri Meilhac, basado en la historia que cuenta Prosper Merimée en la noveleta homónima de 1845, "Carmen" es uno de los melodramas musicales más populares y valorados por los amantes del repertorio operístico.

Arpas, castañuelas, panderetas, alientos, metales, cuerdas y percusiones al servicio de la fogosidad: violines que dialogan con los redobles; clarinete, fagot y flauta que escoltan un hermoso motivo melódico ("Preludio"); trompeta solista y trombones en pasajes de pujante marcha ("Los toreadores").

Jolgorio y fanfarria militarista que concluye con "Danza bohemia" (gitana) en un introito de suave soltura que va en crecendo hasta la irrupción de las percusiones y remate de fragorosa configuración instrumental.

Indiscutible las sugerentes y afortunadas conformidades melódicas/rítmicas de Bizet en una composición de incitante sonoridad. La OFCM asumió el reto en corrección loable: determinante la acertada conducción de Ostrowsky.

Continuó el convite con Suite No. 2 de "Dafnis y Cloe" (Maurice Ravel): "Amanecer", "Pantomima" y "Danza general" en acusado despliegue instrumental de redundados tintes impresionistas.

Mitología y literatura: el hermoso Dafnis, hijo de Hermes, amante de Lyce, o el pastor Dafnis enamorado de Cloe y amamantado por cabras, según el escritor griego Longo. Mito y novela pastoral que Ravel llevó a la partitura como música para ballet.

El célebre compositor de "Rapsodia española" tuvo la intención de crear una "sinfonía coreográfica", hoy escuchamos una de las más significativas concepciones orquestales de la música occidental. Tonalidades asombrosas que recurren a la flauta, vientos, xilófono, celesta, castañuelas y crótalos en un muestrario de esmero instrumental muy propio del cosmos sonoro raveliano y el impresionismo.

Pasajes bucólicos ("Amanecer"), pautas melódicas en cruzamiento ("Pantomima") y excitante baile en irregular medida de 5/4 de fastuosa concordancia orquestal. Colores y algaradas de una de las más perfectas composiciones del autor de "Bolero".

Aclamación del público: Ostrowsky se ve obligado a salir tres veces al proscenio y hace un reconocimiento a las flautas, clarinetes, trombones, percusiones, trompetas y violines.

Plato fuerte: Berlioz y su "Sinfonía Fantástica" (1830). Cinco movimientos: "Ensueños, pasiones", "Un baile", "Escena en los campos", "Marcha al cadalso", "Sueño de una noche de brujas". Episodios de la vida de un artista: amor no correspondido, recelos, zozobra; encuentro con la mujer deseada; sosiego, paz para el corazón acongojado del artista; sueño, fantasía, tránsito al patíbulo: el artista sueña que ha matado a su amada; demonios, brujas, intemperancia infernal.

"Música gráfica", descriptiva o programática (evocación de imágenes extra musicales por parte del oyente) sujeta a un argumento: "sinfonía autobiográfica". Berlioz estuvo perdidamente enamorado de la actriz irlandesa Harriet Smithson, de las tribulaciones de esa pasión no correspondida al principio (tres años después contrae matrimonio con ella), nace esta obra maestra del romanticismo musical.

Largo-Allegro agitado en los "ensueños" iniciales; Vals-Allegro non tropo en el "baile"; Adagio en las escenas campestres; Alegro non tropo en la marcha al suplicio; y Largueto-Allegro-rondo-Dies irae en el sueño final. La mujer deseada como motivo melódico que conduce al artista por laberintos poblados de extrañas visiones.

Como bien apunta Juan Arturo Brennan, quizás la secuela más notable de esta perturbadora y hermosa sinfonía está en "Una vida de héroe" (1899), poema sinfónico del austriaco Richard Strauss quien afina la "técnica wagneriana del leitmotiv" ya prefigurada por Berlioz.

Proemio lento ("Ensueños") y mudanzas anímicas en el allegro de "Pasiones": fijación de la forma y el tema básico: enamoramiento y delirio pasional. Continuación de un vals juguetón (scherzo) en contraste con la paz del tercer movimiento en adagio que evoca la brisa de los árboles de la viña ("Escenas en el campo").

Momento de esplendores, lo constituye el cuarto movimiento: enunciación estremecida, sombría, del clarinete al final que presagia la fatalidad del amor. Remate entre carcajadas, murmullos extraños y lamentaciones en una suerte de orgía diabólica, y ceremonia luctuosa escoltada por unos tonos de parodia burlesca del Dies irae (día de la ira, del juicio final, última trompeta llamando a los muertos ante el trono divino).

El artista asiste a sus propios funerales. Pocas veces una sinfonía ha terminado de manera tan frenética y desenfrenada en donde aparecen todas las ofuscaciones posibles: orquestación culminante y esplendorosa desde complejidad tímbrica extraordinaria.

Ostrowsky supo darle luminosidad dramática y ánimo contagioso a la interpretación de la OFCM. Con maestría y sutileza transmitió los tempos lentos subrayando el lirismo seductor berlioziano. El sobrecogedor coloquio entre el oboe y el corno inglés, en los primeros compases de "Escena en el campo", evidencia una rigurosa preparación en los ensayos.

Asimismo, los timbres que alcanza la OFCM en el vals del segundo movimiento hacen patente las preocupaciones de un conductor por transferir las autenticidades del universo de Berlioz. Qué decir de ese final de sensualidad arrobada y vehementes progresiones rítmicas.

Los asistentes el fin de semana pasado al CCOY fueron testigos exclusivos de uno de los instantes distinguidos del sinfonismo francés y de una OFCM en eficacia ejecutoria.
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