Cultura

La Historia contada desde el nido

Enrique y Krauze y Jean Meyer, entre otros, recordaron este jueves y viernes a Luis González y González, fundador de la microhistoria en México

GUADALAJARA, JALISCO (16/MAR/2013).- “Su saber, aún el más libresco, encarnaba en la experiencia, en la vida y servía en ella. Gracias a él, la historia se volvía, como dijo Cicerón, en maestra de la vida. Nunca olvidó que venía de un pequeño pueblo, insignificante quizá para la gran historia patria, pero típico de las miles de matrias que integran el mosaico mexicano”. Así recordó ayer a Luis González y González, uno de sus discípulos más destacados, el historiador Enrique Krauze.

Jueves y viernes se reunieron en El Colegio de Jalisco diversos especialistas de la historia, la antropología y disciplinas afines, como Jean Meyer, Jaime Olveda, Jorge Alonso, Héctor Aguilar Camín, Patricia Arias, Guillermo García Oropeza, y Álvaro Matute, para recordar González a diez años de su muerte. El michoacano es considerado el fundador de la microhistoria en México y uno de los personajes más relevantes para la cultura nacional. Nació en 1925 y murió en diciembre de 2003.

El coloquio coordinado por su colega y amigo Jacques Lafaye, titulado Matria y Patria: La Revolución sutil de Luis González, “es el primer evento en el que no hubo objeciones a la invitación”, contó el presidente de El Colegio de Jalisco, José Luis Leal Sanabria: “tratándose de Don Luis, ahí estaré”, respondió cada uno de los aludidos.

Leer Pueblo en vilo


El historiador franco-mexicano Jean Meyer fue el encargado de dictar la primera conferencia del jueves, a lo largo del cual, también se escucharon las voces de Héctor Aguilar Camín, Jaime Olveda, Jorge Alonso y Martín González de la Vara; este último, en representación del Colegio de Michoacán, fundado por el homenajeado en 1979. La jornada del viernes, cerró con la conferencia del historiador Enrique Krauze.

Meyer comenzó citando al Premio Nobel de literatura Jean-Marie Gustave Le Clézio: “hay que leer, releer, y dar a leer Pueblo en vilo”, pues el francés prologó una de las muchas ediciones de la obra más famosa de González, que es –en palabras de la editorial Clío, de Krauze— “una defensa sin precedente de la tarea de la microhistoria y su espíritu”.

El contexto de su realización fue relatado en la charla Recuerdos y Homenaje, de Meyer. A la edad de 47 años y contra la opinión de muchos de sus colegas, González decidió pasar una larga temporada en San José de Gracia, Michoacán, su pueblo de origen. Además de hacerle compañía a sus viejos y achacosos padres, el historiador empezó a hurgar en los archivos municipales, mismos que le servirían para relatar la historia del pueblo, pero con un estilo narrativo más cercano al de Juan Rulfo y Juan José Arreola.

De ahí surgió el concepto de la matria, o la patria chica, “el conjunto de familias ligada al suelo, donde predominan los lazos de sangre y el conocimiento personal”, como bien explicó en su introducción el presidente del Colegio de Jalisco.

“Según Le Clézio” –continuó Meyer— Pueblo en vilo es “uno de los mejores libros mexicanos: revolucionario por su manera de escribir y concebir la historia”. Lo mismo consideró la American Historical Association, que por la misma obra le entregó a González el Premio Haring en 1971.

Como a lo largo de toda su conferencia, Meyer continuó evocando imágenes de su maestro y amigo: desde que lo conoció en el Colegio de México, cuando él tenía apenas 23 años y González era director del Centro de Estudios Históricos.

“Dos días después de mi llegada, ceno en su casa y conozco a Armida y a sus seis hijos. Me enseña lo agradable que es la cuba libre y me comparte sus amigos en el colegio”. Al poco tiempo, Meyer fue invitado por Don Luis a la casa familiar en San José de Gracia, en parte con el objetivo de que el joven francés entrevistara a un montón de antiguos cristeros para su investigación. “Luis González fue mi guía para entender la Guerra Cristera”, dijo el conferencista a propósito de una de sus especialidades.

Una historia de carácter cultural

La concepción no disciplinar de la historia del homenajeado, le quedó clara a Meyer cuando decidió emprender un proyecto editorial en el que diversos historiadores explicarían las razones de haber elegido su profesión. Al consultar con Luis González, éste dictó la lista de quienes debían estar incluidos, entre ellos Octavio Paz, Luis Villoro, Miguel León Portilla y Silvio Zavala.

Para ahondar en lo anterior, Meyer recurrió a las propias palabras de Don Luis, entrevistado en 1993 por la revista Nexos: “(…) Este país es, después de todo, un conjunto de sierras y valles, y en cada valle se ha hecho una historia particular. Una nueva historia nacional tendría que insistir en la pluralidad del país. (…) Yo sí creo que debe tender cada vez más a una historia de carácter cultural”.

Enrique Krauze lo advirtió al principio de su charla Retrato Personal de Luis González: hay mucho que no se puede transmitir del “enorme privilegio de compartir 34 años” con el maestro, y eso –dijo— “es la conversación”. Sus capacidades en la materia –continuó el fundador de Letras Libres— se reflejan en sus libros, distinguidos por tener una “prosa particularmente rica y sabrosa”.

Por eso, hace algún tiempo, Krauze decidió reunir la obra completa de Luis González y publicarla en la Editorial Clío. Con su característico sentido del humor, González le advirtió que iba a quebrar, pero eso no sucedió.

En su texto, Krauze también evocó varias imágenes de su maestro en San José de Gracia, y recordó momentos cruciales en la vida del personaje: “Hijo único de Don Luis y Doña Josefina, nació en los albores de la Cristiada (…)”.

Contó de su excelencia como estudiante en El Colegio de México, la Escuela Nacional de Antropología e Historia, El Colegio de Francia y El Colegio Nacional, y de su fortuna por haber sido discípulo y amigo de grandes maestros como Alfonso Reyes, Daniel Cosío Villegas y Silvio Zavala. La sabiduría de esos y otros muchos historiadores antiguos, quedó plasmada en otro libro de González: El Oficio de Historiar.

Krauze alabó la capacidad de su maestro de analizar con sencillez las cosas más complicadas –“sin rebuscamiento, con una claridad tan esencial que a menudo se volvía clarividencia”— y recordó que más que explicar, Don Luis siempre intentó comprender y desmitificar la Historia.

Finísimo humor y una ironía juguetona


Habló después de una obra que González dejó pendiente, y que iba a titular La Construcción de México. En ésta, dijo Krauze, su maestro no iba a partir del curso de la economía, ni de la voluntad de los presidentes, ni de los movimientos demográficos, sino de la cultura: “de los valores intelectuales, materiales, religiosos, éticos, estéticos que han normado la vida de México en sus diferentes regiones y etapas”. Un bosquejo de esta idea quedó plasmado en el ensayo Linajes de la Cultura Mexicana, publicada en 1982 en la revista Vuelta.

“Tenía un finísimo humor y una ironía juguetona”, leyó Enrique Kruaze ya para cerrar. “Fue un impecable hombre de familia y un amigo generosos y atento. Nunca dejo la pasión del nido, El Colegio de México, y fundó nuevos nidos como el Colegio de Michoacán y esta propia casa. Era metódico y esforzado y tenía el don de la creatividad. Todo lo que tocó, floreció”.

PARA SABER

Don Luis a libro de texto

El coloquio Matria y Patria: La Revolución Sutil de Luis González, culminó con la creación de un documento firmado por todos los participantes, en el que solicitan a la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos –encabezada por Joaquín Díez-Canedo— “considerar incluir en sus programas la edición y reparto en todas las bibliotecas escolares de enseñanza media y preparatoria, de un libro antológico de los estudios historiográficos del maestro Luis González”. De ser aprobada la medida, los académicos e intelectuales se comprometieron a hacer ellos mismos la selección.
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