Cultura
Juan José Millás y el historial clínico como género literario
El historial clínico, tal como la novela, correspondería al rey de los géneros en la literatura médica
GUADALAJARA, JALISCO (29/NOV/2012).- “Lo que distingue la realidad de la literatura es que en la realidad todo es arbitrario”, dijo Juan José Millás para empezar su conferencia magistral Literatura y Enfermedad, sucedida este jueves en el marco del Encuentro de Promotores de Lectura.
La realidad, pues, es el terreno de lo caótico. En la literatura, en cambio, para que un relato o una novela resulten verosímiles, todos sus elementos deben estar unidos por una relación de necesidad; todo debe estar al servicio de algo.
Pero hay discursos que resultan literarios aunque su referente inmediato sea la realidad, continuó leyendo el periodista y escritor valenciano. Un reportaje bien hecho, por ejemplo, puede leerse como un buen cuento.
Lo mismo ocurre con el discurso científico en la vertiente de la física subatómica. Como el caso de Heisenberg y el principio de incertidumbre, “que además de que el título ya merecería ser el de una novela, habla de algo muy literario: que no se puede medir el comportamiento de un electrón porque al observarlo cambia su comportamiento; el observador se vuelve parte del experimento, del relato. La física subatómica cada vez está más cerca de la literatura”.
“Otro discurso es el médico”, dijo Millás aproximándose al meollo de su conferencia, en la que el autor intentó probar la hipótesis de que los textos en las cajas de las medicinas, las autopsias y los historiales clínicos, son paralelos a los géneros de la poesía, el cuento y la novela, respectivamente.
Contó el escritor que sus primeras lecturas se dirigieron hacia los prospectos médicos: “en el prospecto había, como en todo género poético producto de una iluminación, un lugar importante para la inspiración”.
“Del prospecto médico pasé a la autopsia, un género extenso al que es muy difícil acceder porque no están publicadas”; y que se parecen mucho al relato porque su campo es reducido –a la caja craneal o al intestino— y porque no se puede leer sin relacionarlo con la propia biografía.
“En la autopsia se monta y se desmonta el cuerpo para intentar comprender lo que ha sucedido. Cuando en los pulmones se encuentra una carga excesiva de adrenalina y se llega a la conclusión que el infortunado falleció de un susto, se cierra un relato con sentido. Y a nosotros lo que nos vuelve locos es el sentido; la literatura es precisamente la búsqueda de sentido”.
Así llegó Millás al historial clínico, que tal como la novela, correspondería al rey de los géneros en la literatura médica.
“Hace años se publicaron por insistencia mía algunos de los historiales clínicos de Freud como si se tratara de un libro de cuentos, pues son relatos asombrosos”, dijo Millás, “y el misterio consiste en saber cómo alguien que está contando un hecho real consigue darle esa unidad característica del relato”.
Y claro, se podría reclamar que Freud es uno de los grandes escritores de todos los tiempos, argumentó el escritor, “y es cierto”. Por eso a continuación el conferencista narró algunos de los historiales clínicos de otro médico: Oliver Sacks, autor de libros como Despertares (1974) o Un antropólogo en Marte (1995).
No se resistió después a leer cuatro líneas de un historial clínico de Freud, para demostrar que son relatos que atrapan al lector desde el inicio: “se llama Reproches Obsesivos, un título por cierto también estupendo. Dice así: ‘Una muchacha padece de reproches obsesivos. Cuando en el periódico ve que se ha descubierto una falsificación de moneda o un crimen cuyo autor se ignora, piensa enseguida que ella está implicada en la falsificación’”.
Apurado por terminar a tiempo su intervención, Juan José Millás finalizó lamentando que el historial clínico se practique poco en la actualidad, “en parte porque ha desaparecido también el personaje principal, que es el enfermo” (…) y se ha quedado el narrador nada más: “el importante ahora es el médico”.
EL INFORMADOR / EUGENIA COPPEL
La realidad, pues, es el terreno de lo caótico. En la literatura, en cambio, para que un relato o una novela resulten verosímiles, todos sus elementos deben estar unidos por una relación de necesidad; todo debe estar al servicio de algo.
Pero hay discursos que resultan literarios aunque su referente inmediato sea la realidad, continuó leyendo el periodista y escritor valenciano. Un reportaje bien hecho, por ejemplo, puede leerse como un buen cuento.
Lo mismo ocurre con el discurso científico en la vertiente de la física subatómica. Como el caso de Heisenberg y el principio de incertidumbre, “que además de que el título ya merecería ser el de una novela, habla de algo muy literario: que no se puede medir el comportamiento de un electrón porque al observarlo cambia su comportamiento; el observador se vuelve parte del experimento, del relato. La física subatómica cada vez está más cerca de la literatura”.
“Otro discurso es el médico”, dijo Millás aproximándose al meollo de su conferencia, en la que el autor intentó probar la hipótesis de que los textos en las cajas de las medicinas, las autopsias y los historiales clínicos, son paralelos a los géneros de la poesía, el cuento y la novela, respectivamente.
Contó el escritor que sus primeras lecturas se dirigieron hacia los prospectos médicos: “en el prospecto había, como en todo género poético producto de una iluminación, un lugar importante para la inspiración”.
“Del prospecto médico pasé a la autopsia, un género extenso al que es muy difícil acceder porque no están publicadas”; y que se parecen mucho al relato porque su campo es reducido –a la caja craneal o al intestino— y porque no se puede leer sin relacionarlo con la propia biografía.
“En la autopsia se monta y se desmonta el cuerpo para intentar comprender lo que ha sucedido. Cuando en los pulmones se encuentra una carga excesiva de adrenalina y se llega a la conclusión que el infortunado falleció de un susto, se cierra un relato con sentido. Y a nosotros lo que nos vuelve locos es el sentido; la literatura es precisamente la búsqueda de sentido”.
Así llegó Millás al historial clínico, que tal como la novela, correspondería al rey de los géneros en la literatura médica.
“Hace años se publicaron por insistencia mía algunos de los historiales clínicos de Freud como si se tratara de un libro de cuentos, pues son relatos asombrosos”, dijo Millás, “y el misterio consiste en saber cómo alguien que está contando un hecho real consigue darle esa unidad característica del relato”.
Y claro, se podría reclamar que Freud es uno de los grandes escritores de todos los tiempos, argumentó el escritor, “y es cierto”. Por eso a continuación el conferencista narró algunos de los historiales clínicos de otro médico: Oliver Sacks, autor de libros como Despertares (1974) o Un antropólogo en Marte (1995).
No se resistió después a leer cuatro líneas de un historial clínico de Freud, para demostrar que son relatos que atrapan al lector desde el inicio: “se llama Reproches Obsesivos, un título por cierto también estupendo. Dice así: ‘Una muchacha padece de reproches obsesivos. Cuando en el periódico ve que se ha descubierto una falsificación de moneda o un crimen cuyo autor se ignora, piensa enseguida que ella está implicada en la falsificación’”.
Apurado por terminar a tiempo su intervención, Juan José Millás finalizó lamentando que el historial clínico se practique poco en la actualidad, “en parte porque ha desaparecido también el personaje principal, que es el enfermo” (…) y se ha quedado el narrador nada más: “el importante ahora es el médico”.
EL INFORMADOR / EUGENIA COPPEL
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