Cultura
Jose Emilio Pacheco y Vicente Rojo juntos en proyecto litereario
No es la primera vez que estos dos artistas trabajan juntos. Este libro es una evocación al pasado en donde convergen la poesía, la pintura y el circo
José Emilio Pacheco. Anteriormente hicieron "Jardín de niños" -edición limitada de serigrafías-, donde trataban en forma paralela recuerdos de sus infancias. Después vino "Escenarios", con la galería López Quiroga
Los ha unido el mundo editorial, los suplementos culturales, el arte, la poesía, pero sobre todo una gran amistad. Precisamente, para celebrar los 70 años de Pacheco, Rojo le propuso retomar los poemas del libro Circo de noche y acompañarlos con una serie de obras abstractas, en una nueva edición.
De su amistad con Pacheco, del circo, del arte, de México, de la ciudad perdida y de Carlos Monsiváis, habló el artista de origen catalán:
¿Qué le evoca a usted el circo?
Me evoca la infancia; la mía y la de mis hijos. Es que yo tengo un sistema de trabajo en el que hago las cosas siempre a través de recuerdos; para mí el recuerdo es muy importante. Cuando trabajé, por ejemplo, la serie “Escenarios”, que tenía que ver con muchos elementos visuales, nunca recurrí a una fotografía de una pirámide o de un volcán. Yo siempre partí de tal como las recordaba.
¿Cuál es el recuerdo del circo que tiene de su infancia?
Bueno, ha cambiado totalmente. Era muy colorido, alegre; los niños disfrutábamos o sufríamos de acuerdo con las proezas de los cirqueros. Pero ahora, con el paso de los años, me gustó trabajar ese circo un poco apagado. Ya no puedo verlo, obviamente, como lo veía de niño.
Hay una relación muy cercana entre Pacheco y usted...
Hay una amistad de fines de los años 50, cuando él comenzó a publicar y coincidimos primero en el suplemento “La cultura en México” de la revista Siempre!, que dirigía Fernando Benítez. Él nos invitó a José Emilio, como jefe de redacción, y a mí, como director artístico, a colaborar en el suplemento que estaba creando, después de que había desaparecido “México en la cultura”, del diario Novedades. Fue un momento de mucha estrechez porque el trabajo ahí era muy necesario; había que estar buscando muchas cosas. Ahora, la mayor parte de lo que uno tiene que buscar está a la mano o en Internet. En aquel momento había que estar inventando un suplemento cada semana.
José Emilio ha sido muy cercano desde que nos conocimos. Siempre supe, como muchos, que era muy bueno. No he necesitado, con los premios que ha recibido, saber que es un poeta tan importante.
Usted trabaja en series, ¿el circo es su nueva serie?
En realidad es como un paréntesis. Desde hace un par de años tengo una serie que se llama “Escrituras”, donde trataba de inventar mis propios alfabetos. Este fue como un desliz que parte también de unas escrituras que son los poemas de José Emilio. No se integra a lo que había hecho con anterioridad, pero para mí sí tiene ese mismo sentido de partir de una escritura. “Escrituras” viene del conocimiento, de la oportunidad que he tenido de trabajar con amigos excepcionales que generalmente eran escritores.
Después de “Escrituras”, hice el año pasado “Correspondencias”, un homenaje a 24 figuras muy importantes a lo largo de mi trabajo y mi vida. Fueron 24, pero pudieron ser 400: ¡Cuántas personas no nos han influido, orientado, educado: escritores, cineastas, músicos, pintores!
¿Qué serie trabaja ahora?
Continuaré con mis alfabetos. De momento son esculturas, letras con volumen, obviamente letras falsas.
¿Cuándo siente que una serie está completa?
He notado que cuando en una serie van entrando elementos que no pertenecen ahí, están anunciando otra cosa que no sé muy bien lo que va a ser, pero entonces sé que lo que venía trabajando lo terminé. Me tengo que apoyar en esas pequeñas luces, sombras o manchas que me están indicando que ya entré en otro tema.
Habla del recuerdo como una constante de su obra...
Hice durante cinco años, en los 70 u 80, una serie que se llamó precisamente “Recuerdos”, en la que traté de plasmar lo que habían sido los recuerdos de infancia; allí había recuerdos que tenía, por ejemplo, de los cuadernos escolares porque, como soy zurdo, siempre estaban manchados con tinta, me regañaban. Traté de darle vuelta a esa infancia difícil -por otros motivos también. El recuerdo sigue siendo una manera de trabajar.
¿De qué forma el exilio está presente en las series recientes?
El homenaje que le hice a 24 figuras da cuenta de aquellos que a lo largo de mi vida han estado presentes. El recuerdo para mí es una presencia, no algo que queda allá atrás.
¿Cuál es el recuerdo de la ciudad de México?
Es una ciudad que para ustedes es inimaginable. Yo la conocí en el año 49, era una ciudad muy luminosa. La sigo viendo como muy luminosa, a pesar de que ya no lo es; esa imagen se me quedó. Era una ciudad, desde mi punto de vista muy clara, muy limpia. El centro era muy caminable, de día, de noche. Esa luz me deslumbró.
¿Es asiduo espectador del arte que se hace en al ciudad
No, lo fui durante muchísimos años, lo fui por vocación y por necesidad buscando, precisamente, en quién apoyarme o a quién robar, o a quién plagiar. No creo que exista ese artista absolutamente independiente o libre de contaminaciones. Pero de unos años para acá no; la ciudad de México se ha vuelto mucho más complicada, y paso mucho más tiempo en el estudio.
¿Qué piensa de las nuevas generaciones de artistas?
Las conozco, sé que existen, leo la prensa, las revistas, algún libro con relación a ello, pero no conozco profundamente. Sé que hay un gran movimiento, siempre lo ha habido en México, que es un país riquísimo en artes visuales, ya no se diga en literatura y en poesía.
¿Ve a México en crisis?
Sí, por supuesto que estamos en crisis. Es una crisis profunda. Pero me he movido siempre en el campo de la cultura y de la edición, y creo que la cultura es un gran antídoto contra la barbarie. Debemos seguir empeñados en que nuestro trabajo domine esa barbarie en la que nos quieren encerrar.
México tiene una serie de instituciones que apoyan a la cultura aún dentro de este momento tan revuelto. No hay ningún país que tenga dos canales culturales de televisión, simplemente; para no hablar de la UNAM, el Fondo de Cultura Económica, el Instituto Nacional de Bellas Artes, son instituciones muy sólidas. Confpio en que eso se va a mantener y acabará ganando. Quizás yo ya no lo vea.
Uno de los hombres que en México le dio ese lugar a la cultura fue Carlos Monsiváis...
Sí, sin duda. Fue una pérdida muy, muy dolorosa para mí. Al igual que conocí a José Emilio a fines de los 50, conocí también a Carlos, colaboramos juntos. Cuando Fernando Benítez se retiró del suplemento de Siempre!”, él fue el director. Yo trabajé con él otros cuatro o cinco años. Tuvimos mucha relación en Ediciones Era por los libros que allí se publicaron. Aparte de lo que yo pueda sentir como persona, él era una figura de un volumen, de una presencia bárbara.
Bárbara (Jacobs) y yo desayunábamos con él, cada tres o cuatro semanas, y ya me he hecho a la idea de que voy a tardar un poco más en verlo.
Algunos de sus hijos han elegido el arte como vocación, cómo es su relación con ellos y el arte?
Mis éxitos, si los he tenido, tienen que ver con la vida privada. Con el amor y con la amistad; y como su nombre lo indica, prefiero no hablar de ello. Pero mi relación con mis hijos es excelente.
CIUDAD DE MÉXICO (26/JUN/2010).- ''Circos'' no es el primer libro entre Vicente Rojo y
Los ha unido el mundo editorial, los suplementos culturales, el arte, la poesía, pero sobre todo una gran amistad. Precisamente, para celebrar los 70 años de Pacheco, Rojo le propuso retomar los poemas del libro Circo de noche y acompañarlos con una serie de obras abstractas, en una nueva edición.
De su amistad con Pacheco, del circo, del arte, de México, de la ciudad perdida y de Carlos Monsiváis, habló el artista de origen catalán:
¿Qué le evoca a usted el circo?
Me evoca la infancia; la mía y la de mis hijos. Es que yo tengo un sistema de trabajo en el que hago las cosas siempre a través de recuerdos; para mí el recuerdo es muy importante. Cuando trabajé, por ejemplo, la serie “Escenarios”, que tenía que ver con muchos elementos visuales, nunca recurrí a una fotografía de una pirámide o de un volcán. Yo siempre partí de tal como las recordaba.
¿Cuál es el recuerdo del circo que tiene de su infancia?
Bueno, ha cambiado totalmente. Era muy colorido, alegre; los niños disfrutábamos o sufríamos de acuerdo con las proezas de los cirqueros. Pero ahora, con el paso de los años, me gustó trabajar ese circo un poco apagado. Ya no puedo verlo, obviamente, como lo veía de niño.
Hay una relación muy cercana entre Pacheco y usted...
Hay una amistad de fines de los años 50, cuando él comenzó a publicar y coincidimos primero en el suplemento “La cultura en México” de la revista Siempre!, que dirigía Fernando Benítez. Él nos invitó a José Emilio, como jefe de redacción, y a mí, como director artístico, a colaborar en el suplemento que estaba creando, después de que había desaparecido “México en la cultura”, del diario Novedades. Fue un momento de mucha estrechez porque el trabajo ahí era muy necesario; había que estar buscando muchas cosas. Ahora, la mayor parte de lo que uno tiene que buscar está a la mano o en Internet. En aquel momento había que estar inventando un suplemento cada semana.
José Emilio ha sido muy cercano desde que nos conocimos. Siempre supe, como muchos, que era muy bueno. No he necesitado, con los premios que ha recibido, saber que es un poeta tan importante.
Usted trabaja en series, ¿el circo es su nueva serie?
En realidad es como un paréntesis. Desde hace un par de años tengo una serie que se llama “Escrituras”, donde trataba de inventar mis propios alfabetos. Este fue como un desliz que parte también de unas escrituras que son los poemas de José Emilio. No se integra a lo que había hecho con anterioridad, pero para mí sí tiene ese mismo sentido de partir de una escritura. “Escrituras” viene del conocimiento, de la oportunidad que he tenido de trabajar con amigos excepcionales que generalmente eran escritores.
Después de “Escrituras”, hice el año pasado “Correspondencias”, un homenaje a 24 figuras muy importantes a lo largo de mi trabajo y mi vida. Fueron 24, pero pudieron ser 400: ¡Cuántas personas no nos han influido, orientado, educado: escritores, cineastas, músicos, pintores!
¿Qué serie trabaja ahora?
Continuaré con mis alfabetos. De momento son esculturas, letras con volumen, obviamente letras falsas.
¿Cuándo siente que una serie está completa?
He notado que cuando en una serie van entrando elementos que no pertenecen ahí, están anunciando otra cosa que no sé muy bien lo que va a ser, pero entonces sé que lo que venía trabajando lo terminé. Me tengo que apoyar en esas pequeñas luces, sombras o manchas que me están indicando que ya entré en otro tema.
Habla del recuerdo como una constante de su obra...
Hice durante cinco años, en los 70 u 80, una serie que se llamó precisamente “Recuerdos”, en la que traté de plasmar lo que habían sido los recuerdos de infancia; allí había recuerdos que tenía, por ejemplo, de los cuadernos escolares porque, como soy zurdo, siempre estaban manchados con tinta, me regañaban. Traté de darle vuelta a esa infancia difícil -por otros motivos también. El recuerdo sigue siendo una manera de trabajar.
¿De qué forma el exilio está presente en las series recientes?
El homenaje que le hice a 24 figuras da cuenta de aquellos que a lo largo de mi vida han estado presentes. El recuerdo para mí es una presencia, no algo que queda allá atrás.
¿Cuál es el recuerdo de la ciudad de México?
Es una ciudad que para ustedes es inimaginable. Yo la conocí en el año 49, era una ciudad muy luminosa. La sigo viendo como muy luminosa, a pesar de que ya no lo es; esa imagen se me quedó. Era una ciudad, desde mi punto de vista muy clara, muy limpia. El centro era muy caminable, de día, de noche. Esa luz me deslumbró.
¿Es asiduo espectador del arte que se hace en al ciudad
No, lo fui durante muchísimos años, lo fui por vocación y por necesidad buscando, precisamente, en quién apoyarme o a quién robar, o a quién plagiar. No creo que exista ese artista absolutamente independiente o libre de contaminaciones. Pero de unos años para acá no; la ciudad de México se ha vuelto mucho más complicada, y paso mucho más tiempo en el estudio.
¿Qué piensa de las nuevas generaciones de artistas?
Las conozco, sé que existen, leo la prensa, las revistas, algún libro con relación a ello, pero no conozco profundamente. Sé que hay un gran movimiento, siempre lo ha habido en México, que es un país riquísimo en artes visuales, ya no se diga en literatura y en poesía.
¿Ve a México en crisis?
Sí, por supuesto que estamos en crisis. Es una crisis profunda. Pero me he movido siempre en el campo de la cultura y de la edición, y creo que la cultura es un gran antídoto contra la barbarie. Debemos seguir empeñados en que nuestro trabajo domine esa barbarie en la que nos quieren encerrar.
México tiene una serie de instituciones que apoyan a la cultura aún dentro de este momento tan revuelto. No hay ningún país que tenga dos canales culturales de televisión, simplemente; para no hablar de la UNAM, el Fondo de Cultura Económica, el Instituto Nacional de Bellas Artes, son instituciones muy sólidas. Confpio en que eso se va a mantener y acabará ganando. Quizás yo ya no lo vea.
Uno de los hombres que en México le dio ese lugar a la cultura fue Carlos Monsiváis...
Sí, sin duda. Fue una pérdida muy, muy dolorosa para mí. Al igual que conocí a José Emilio a fines de los 50, conocí también a Carlos, colaboramos juntos. Cuando Fernando Benítez se retiró del suplemento de Siempre!”, él fue el director. Yo trabajé con él otros cuatro o cinco años. Tuvimos mucha relación en Ediciones Era por los libros que allí se publicaron. Aparte de lo que yo pueda sentir como persona, él era una figura de un volumen, de una presencia bárbara.
Bárbara (Jacobs) y yo desayunábamos con él, cada tres o cuatro semanas, y ya me he hecho a la idea de que voy a tardar un poco más en verlo.
Algunos de sus hijos han elegido el arte como vocación, cómo es su relación con ellos y el arte?
Mis éxitos, si los he tenido, tienen que ver con la vida privada. Con el amor y con la amistad; y como su nombre lo indica, prefiero no hablar de ello. Pero mi relación con mis hijos es excelente.
Síguenos en