Cultura

Jorge Edwards recupera instantes de un tiempo pasado

En la primera actividad de la Cátedra Vargas Llosa en Guadalajara, el escritor chileno habló de su relación de amistad con algunos de los escritores del boom latinoamericano

GUADALAJARA, JALISCO (27/NOV/2012).- El primer volumen de memorias del escritor chileno Jorge Edwards se titula Los Círculos Morados, en homenaje a una época y un Santiago que ya no existen: "Donde los poetas entrábamos a unos bares subterráneos y bebíamos vinos tan malos que salíamos con un círculo morado en la boca".

Como este, el escritor octogenario compartió otros de sus recuerdos con un público de la FIL que lo escuchó atento, en particular acerca de su relación con algunos escritores del boom latinoamericano como Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes.

Con la charla de Edwards se inauguró -además-- la Cátedra Vargas Llosa en Guadalajara y la FIL, una iniciativa de la Fundación Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes a la que se han incorporado ocho universidades españolas y donde la Universidad de Guadalajara es la primera institución latinoamericana afiliada.

El relato del Premio Cervantes 1999 se situó desde el principio en el París de los sesenta, ciudad en la que Edwards reside también en la actualidad, gracias a su cargo como embajador de Chile en Francia. En ese entonces, Edwards trabajaba en la embajada como secretario, y gracias a su mujer conoció a un ensayista francés que lo invitó a un programa de discusión literaria.

Ahí se encontró Edwards con el joven Vargas Llosa, antes incluso de que éste publicara su primera novela, La Ciudad y los Perros. La discusión literaria continuó en un café parisino, en la que el peruano afirmaba cosas como que la literatura de Dostoievski no le interesaba en lo más mínimo, o que el Cervantes del Quijote era un escritor subjetivista.

"Y a mí me pareció que tenía una increíble audacia literaria y seguridad en sus juicios", contó Edwards, "porque es un compromiso poco frecuente a esa edad, pero claro, era el compromiso de un gran escritor".

Sus conversaciones literarias continuaron casi a diario. Vargas Llosa argumentaba a favor de Flaubert -que a Edwards no convencía del todo-- y el chileno hacía lo propio con Marcel Proust. Ambos hacían concesiones con el otro para sumergirse en aventuras literarias que los llevaban a visitar las casas de los escritores o lugares emblemáticos de sus literaturas.

"Otra persona que conocí fue a Cortázar. Mario me dijo: 'tienes que conocer a un gran cuentista argentino'". Cuando llegaron a su casa de París observaron una escena que Edwards recuerda vívidamente: "Tres sillas y, en el medio, el gigante que era Julio Cortázar, a la izquierda su mujer, a la derecha su madre. Cortázar entre dos mujeres; hierático, un poco rígido, sonriente".

En sus estanterías, recordó Edwards, "había una literatura que no era la de Vargas Llosa ni la mía. Una literatura excéntrica, marginal": Raymond Roussel, Antonin Artaud, Georges Bataille, escritores alemanes del romanticismo. "Cortázar lo llevaba a uno a mundos exóticos, inquietantes, de gran densidad poética".

Con García Márquez convivió el chileno durante un viaje a Alemania, donde los escritores encontraron afinidad por su afición a la música. A Carlos Fuentes lo conoció en un congreso literario en Chile: "Yo acudí y vi un joven bien vestido, con un bigotito, una buena corbata, rodeado de poetas melenudos y tipos zarrapastrosos que querían tocarlo para que les transmitiera su sabiduría poética".

Lo recordó después en París, a donde Fuentes iba con frecuencia. "Pasaba largas jornadas de escritura y después se ponía a bailar". O en sus largas charlas en el emblemático café parisino La Coupole, donde Edwards llegó a ver y/o hablar con grandes creadores e intelectuales como Eugéne Ionesco, Samuel Beckett, Allen Ginsberg y Nicanor Parra.  

"Los recuerdos son muchos", dijo Edwards, tantos que consideraría escribir la historia del boom latinoamericano.

"La escritura, en algún sentido, es una recuperación del tiempo y tiene eso de dramático, porque el tiempo es irrecuperable. Pero la tendencia humana a recuperar el tiempo también es una tendencia que domina todo y es la tendencia más literaria del mundo", expresó Jorge Edwards para finalizar.

EL INFORMADOR / EUGENIA COPPEL
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