Cultura

Jonathan Franzen engalana la FIL

El autor estadounidense se estará presentando en la feria en el Módulo de Firmas de la editorial Océano

GUADALAJARA, JALISCO (23/NOV/2012).- Condenado por los dioses, Sísifo volvía a empujar la pesada piedra por una ladera empinada rumbo a la cima del monte. Poco antes de llevarla hasta el final y culminar el esfuerzo, la piedra se le escapaba y rodaba hasta el fondo del valle. Sísifo tenía que volver a empezar otra vez.

Esta conocida historia contada por Homero en 'La Odisea' podría ilustrar los primeros esfuerzos de Jonathan Franzen (Western Springs, Illinois, 1959) ,en la escritura. Luego de cristalizar sus primeras dos novelas: La ciudad veintisiete (1988) y Movimiento Fuerte (1992), el escritor estadounidense tuvo que paladear los elogios de la crítica y la indiferencia de los lectores. La piedra de su quehacer trajinaba, el estímulo esencial de su vocación literaria se movía pero no lograba llegar a la cima.

Franzen nació en el seno de una familia en la que se daba una importante relevancia a la educación de los hijos como un escalón hacia el futuro; en ese entendido, a Jonathan le fue sembrado el germen del gusto por la literatura. Su hábito se nutrió durante su infancia con libros como Tom Sawyer, de Mark Twain; La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson, y Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift.

Tenía 29 años cuando escribió su primera historia, en la que trabajó por diez meses; para poder realizarla primero tuvo que traicionar la promesa que hizo a sus padres de que si no conseguía escribir su primer libro a los 25 años de edad, estudiaría derecho y olvidaría la literatura para siempre.

Jonathan Franzen dice que le cuesta escribir, pues construir historias le consume demasiado tiempo. También le preocupa no hacerlo tan bien como en el libro anterior, su pujanza no se traza límites; sin embargo, reconoce que estar moderadamente deprimido le ayuda a componerse narrativamente. Al despertarse, no espera demasiadas sorpresas del día y se pone a trabajar.

Reconoce que se lanza a escribir echando mano de los personajes más que de la historia o las imágenes. Dice que el personaje de su novela Libertad (2011), Walter Berglund, rebotó en su cabeza antes que cualquier otra cosa.

Uno de los eventos que lo marcaron fue el suicidio de su amigo y también escritor David Foster Wallace en septiembre de 2008. En palabras de Franzen, ambos ejemplificaban la sana competencia generacional de los nuevos narradores estadounidenses –algunos los comparaban con los arrestos competitivos de Hemingway y Fitzgerald- que surgió a mediados de los noventa y que en 1996 fueron reconocidos por la revista Granta entre los Mejores Jóvenes Novelistas Norteamericanos.

Las correcciones (2001) es el libro que lo hizo descollar entre los novelistas de su generación, pues ganó el National Book Award y el Premio James Tait Black Memorial, además de que fue finalista de los premios Pen/ Faulkner y Pulitzer. La novela cuenta la historia de una tradicional familia estadounidense; Alfred Lambert, ingeniero civil retirado, forma parte de un universo narrativo que el autor utiliza como tangente para criticar a la sociedad y el sistema económico actual.

La narración da cuenta de los problemas de la familia de Lambert: sus ilusiones al garete, los malestares de los demás causados por vivir con un enfermo, envidias, rencores pastoreados desde la niñez y conflictos nimios que estallan al menor roce. En las novelas de Franzen el conflicto de los personajes se centra entre lo que quieren y lo que se espera de ellos.

Sin embargo, fue su novela Libertad con la que logró sellar el aplauso de los críticos y los lectores. Libertad, escrita durante el primer año de la presidencia de Barack Obama, narra la historia de la familia Berglund, progresista y demócrata, originaria del Medio Oeste cuyos valores se vienen abajo dramáticamente al recorrer las 600 páginas que componen el libro.

Con humor, Franzen escarba en los errores y aciertos que surgen luego de que los personajes ejercen su libertad en un mundo lleno de contradicciones. En los arrebatos de un idilio entre adolescentes, los compromisos odiados en la parcela de la madurez, los resultados de una sed insaciable de poder y la riqueza que arrasa a la sociedad estadounidense, Franzen traza un mapa contemporáneo de su país.

La historia tuvo tal acogida en el mundo literario que la revista Time le dedicó la portada que llevó el título “Great American Novelist”. En ese reportaje que se publicó en agosto de 2010, Franzen asegura que un escritor tiene que ser boxeador y entrenador al mismo tiempo en el cuadrilátero de la literatura. Y en su papel de entrenador el norteamericano es exigente. Escribe seis o siete días a la semana. Comienza a hacerlo a las siete de la mañana. Necesita soledad y por eso trabaja en una oficina alquilada. Usa una vieja computadora portátil sin internet. Franzen tiene la idea de que no se puede escribir ficción si a la par se navega por el ciberespacio.

Durante una entrevista que tuvo con el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez y que se publicó en el periódico español El País el 18 de septiembre de 2011, el norteamericano dijo que una de las razones que tuvo para elegir el título era su “intento por recuperar una palabra de manos de los estúpidos y volverla a poner en manos de quienes pueden apreciar su complejidad y su belleza”.

Franzen le contó al autor de 'El ruido de las cosas al cae'r -Premio Alfaguara de Novela 2011- que el escritor que lo marcó fue Franz Kafka: “Si tuviera que mencionar a un escritor que realmente me haya abierto los ojos, sería Kafka. Mi primera novela fue una rescritura de El proceso (…), pero nunca quise ser el loco de la buhardilla, el hombre encerrado que escribe cosas ilegibles”.

Agregó que luego del descontento por la respuesta tras la publicación de sus dos primeras novelas, la revista Harper´s le encargó realizar un texto en el que analizaría el estado de la novela norteamericana. Durante la realización del trabajo habló con el escritor Don DeLillo, a quien todavía admira, y urdió un texto que lo llevo a conocer qué clase de novelista pretendía ser. Contó la experiencia que le dejó leer la novela Personajes desesperados, de Paula Fox, en la que descubrió el efecto de habitar el mundo íntimo de los personajes, pues los elementos de la novela social resultaban obsoletos.

Ante los pronósticos de la complicada situación de la novela, Franzen se muestra confiado; aunque ésta decaiga, dice que seguirán habiendo lectores leales que quieran leerla: “Si seguimos escribiendo como si importáramos, seguiremos importando a la gente que lee novelas. La manera de conservar nuestro territorio no es darnos por vencidos, es comenzar a escribir libros que sean relevantes”.

Actualmente, el autor vive entre su departamento en Manhattan y su casa en Santa Cruz, California. Le encantan los pájaros; le gustan tanto, que tiene una organización llamada “The American Bird Conservancy” que pugna por su cuidado. En las diferentes entrevistas que se le han realizado en su casa de Santa Cruz, los reporteros registran que mientras Franzen adelanta una respuesta con su voz desprovista de inflexiones, hace una pausa para escuchar el canto del pájaro en turno y -una vez reconocido el gorjeo- puede concluir la idea.

Jonathan Franzen estará en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara el domingo 25 de noviembre cuando de las 19:00 a las 21:00 horas engalane el Módulo de Firmas de la editorial Océano, que se ubicará en el Área internacional del encuentro librero.

FRAGMENTO DE ''LIBERTAD'', NOVELA DE JONATHAN FRANZEN

La noticia sobre Walter Berglund no apareció en la prensa local –Patty y él se habían trasladado a Washington dos años antes, y en Saint Paul ya no contaban para nadie-, pero la aristocracia urbana de Ramsey Hill no era tan leal a su ciudad como para privarse de leer el New York Times .

Según un largo y nada halagüeño artículo de este periódico, Walter había arruinado su vida profesional allá en la capital de la nación. Sus antiguos vecinos tenían ciertas dificultades para conciliar los apelativos que utilizaba el Times para describirlo (“arrogante”, “prepotente”, “éticamente dudoso”) con el rubicundo, risueño y generoso empleado de 3M al que recordaban pedaleando bajo la nieve de febrero por Summit Avenue, camino de la oficina; resultaba extraño que Walter, más verde que los Verdes y él mismo de origen rural, tuviera ahora problemas por actuar en connivencia con la industria del carbón y abusar de la gente del campo. Aunque, la verdad sea dicha, con los Berglund siempre había habido algo que no terminaba de encajar.
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