Joan Miró aterriza en Alemania
La obra escultórica del artista nacido en Barcelona permanecerá en Brühl hasta el próximo 28 de enero
MADRID, ESPAÑA (05/SEP/2017).- El mundo de seres fantásticos imaginarios creados por el artista barcelonés Joan Miró (1893-1983) llega a Alemania a través de las exposición “Miró-Welt der Monster” (Miró-Mundo de Monstruos), que abrió sus puertas en el museo Max Ernst de la ciudad de Brühl, en el oeste del país.
Hasta el 28 de enero podrá verse un conjunto de 67 obras del artista que dan cuenta del mundo imaginario creado por él a partir de las figuras de barro que descubrió en las ferias populares que visitaba con frecuencia en Palma de Mallorca, donde iba a visitar a sus abuelos.
Esas figuritas de caballeros, toros o mujeres de las ferias lo fascinaron tanto que primero empezó a coleccionarlas, antes de pasar a crear sus propias esculturas.
El resultado, una serie de monstruos que más que dar miedo provocan diversión y que llegan a Alemania procedentes del museo de la Fundación Maeght en el sur de Francia, que dispone de más de 160 esculturas del artista catalán.
El punto fuerte de las muestra lo componen unas 40 esculturas de bronce de hasta tres metros de altura que materializan un mundo de los sueños que suponen también un guiño a los más pequeños de la familia.
La fuente de inspiración
A Miró le fascinaba que los niños, siendo aún pequeños, comenzaran de inmediato a pintar y moldear antes de pensar si quiera qué es lo que querían representar. Y precisamente de la misma manera quería trabajar él.
Su lenguaje de formas intenta ser un lenguaje que se desarrolla solo sin que el artista ponga nada de sí mismo. O al menos así intentaba definirlo.
En ello le ayudó un consejo de su profesor de arte: debido a que Miró trabajaba muy bien con sus colores, pero al principio tenía dificultades con las formas, éste le aconsejó que palpara un objeto desconocido con los ojos cerrados y después lo intentara dibujar desde el recuerdo que tenía de ese objeto.
Enamorado de Mallorca
La isla balear de Mallorca fue también clave a la hora de desarrollar ese mundo de fantasía. En la isla de su infancia descubrió las figuras de barro y allí se mudó en 1956. Allí recogía material para sus esculturas de la orilla del mar: madera flotante, latas de sardinas, conchas o plumas.
Fotos en blanco y negro de entonces lo muestran en traje de baño en playas entonces desconocidas y casi vacías. En su taller unió esos objetos encontrados a otros objetos cotidianos como un sombrero de paja, un asiento de inodoro o el caparazón de una tortuga, con los que disfrutaba formando continuamente nuevas y diferentes figuras.
Al final formaba una figura y la cubría de bronce y después volvía a utilizar los objetos en otras combinaciones posibles.
Muchas de las figuras están pintadas de colores por lo que no parecen en realidad de bronce y parecen más bien salidas de sus conocidos trabajos pictóricos.
Para hacer aún más visible esa conexión entre sus esculturas y sus pinturas, el museo desarrolló con expertos del “Cologne Game Lab” la app “Miró 360°”, que transforma las imágenes del catálogo de la muestra en seres tridimensionales. A Miró le gustaban especialmente las figuras de pájaros, que ahora se quedarán hibernando en Alemania hasta finales de enero.