Cultura
James Ellroy 'ladra' para los tapatíos
El escritor nortemanericano gesticula y se apodera de la escena dentro de la feria
¿Quién es el dueño de la escena? Se llama James Ellroy. Nadie le aplaude cuando pasa por el pasillo; no es, queda claro, una estrella regular de la Feria del Libro. Viene vestido con una camisa salmón y blanco y verde con estampados de palmeras. Pero pasa a la mesa desde donde leerá y de inmediato se convierte en un profesional showman que arroja el aparato de traducción simultánea, pega de gritos y se presenta a sí mismo con el título que, dice, habría elegido si le hubieran permitido bautizar en español su más reciente libro: “Yo soy el perro malo y feo… y graaaaaaande”. Es todo gesticulaciones: frente arrugada, labios fruncidos, sonrisa retorcida. Sólo falta que le brillen los colmillos.
Poco menos de 200 personas tuvieron la ocasión de sentir la mordida de este perro malo y feo y grande que es, actor puro, James Ellroy, el celebrado novelista autor de ''La dalia negra'' y ''L.A. Confidencial''. Leyó un largo fragmento de su más reciente título, y se quejó: “El libro se llama ‘A la caza de la mujer’ porque yo no fui consultado”. Lanzó un “Viva México” que anticipó sus estruendosas groserías y un “Viva Vicente Fox” y luego varios vivas a luchadores, empezando por Julio César Chávez y Marco Antonio Barrera. ¿Qué se siente, tapatíos? La gente no pudo quitarle la vista de encima.
A este autor lo rodea una leyenda tan oscura como sus novelas sobre corrupción, poder, sexo y asesinato, pero en el salón 3 de Expo Guadalajara, en el primer día de la XXV Feria Internacional del Libro, se vuelve provocadoramente simpático. O sardónicamente simpático: sonríe cuando lo presentan y recuerdan El Acontecimiento Crucial de su conocida biografía: el asesinato de su madre, que es el punto de partida de A la caza…, una memoria de sus relaciones con mujeres marcadas para siempre por aquel homicidio jamás aclarado, ocurrido cuando él era niño, unos días después de que, ajá, él mismo hubiera deseado que su mamá muriera.
Lo advierte el español Claudio López, de la editorial Mondadori, quien lo presentó al público. “Sólo hablará en inglés”, dijo, “pero es uno de los mejores autores de la literatura norteamericana y un hombre con una vis cómica y una capacidad histriónica brutal”. La espera de diez minutos vale la pena; la traducción simultánea, no tanto, y la gente se quita los auriculares. Y empieza el show.
La voz de James Ellroy, ese señor de lentes de delgadas monturas y calva, saca a relucir todas sus habilidades actorales: aprovecha cada oportunidad para presumir una cómica su risa malévola mientras mira al público, que se ríe desde el principio no nada más por sus calculadas bufonadas, sino también porque no puede contener la impresión frente a su provocativa, fuerte prosa, subida de tono, pero que con él suena del todo correcta. Su profunda voz es precisa y su dicción es pulcra; su dramatismo da en el clavo; se divierte.
Claudio López le pregunta si de verdad vivió, como dice en A la caza…, tanto tiempo obsesionado con la “maldición” que conjuró a la muerte de su madre. “Ya era pervertido antes de la maldición, no ayudó en nada “, contesta. “Sí, es una carga muy grande para un chico de diez años. Habiendo dicho esto, creo que nunca fue un niño infeliz: más bien fui un niño monumentalmente jodido”.
También admite que las mujeres han sido el núcleo de su narrativa. “Para mí, todos los romances —el género narrativo que practica, pues— son “Un hombre conoce a una mujer”. Son una buena razón para despertar por la mañana, aparte de pasar otro día más dedicado al servicio de Dios. Y tomarse una taza de café. Si revisas mis últimas siete novelas, yo diría que el tema es: ‘Hombres malos enamorados de mujeres fuertes’”.
Durante poco menos de 40 minutos, antes de irse a firmar autógrafos, Ellroy habló de los temas de su novela y de su enorme imaginación, que lo ha provisto de “romances tórridos con mujeres a las que nunca he conocido y maravillosas conversaciones con mujeres que no me dirigirían la palabra. He tenido muchas conversaciones maravillas con Beethoven, que ni siquiera habla inglés, ni español, hasta donde yo sé”. Pero también se dio tiempo para lanzar groserías a voz en cuello sobre el asunto de la identidad latinoamericana, intraducibles si hay niños cerca. Habló de su juventud rodeado de mexicanos en cocinas de restaurantes, repitió su solicitud a la gente para que compre sus libros, dijo que odia a Jim Thompson y negó que A la caza.. sea igual que su anterior libro de memorias, Mis rincones oscuros.
Y luego se puso de pie y se tomó fotos como una celebridad cualquiera con la gente del público. Y se fue a firmar libros. Pero ya había hecho efecto: era el showman provocador que disfrutaba su diatriba. Con él, más Fernando Vallejo, por la mañana (fan, por cierto, de los perros), la FIL ha comenzado escandalosa.
EL INFORMADOR / IVÁN GONZÁLEZ VEGA
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