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El padre de todos los males y bienes

GUADALAJARA, JALISCO (08/NOV/2010).- El lenguaje es el embrión de las comunidades. En él se desarrollan los signos fundamentales de la memoria colectiva y es en él donde se perfila el carácter de una sociedad.

En las palabras, unas escritas y otras habladas, el hombre encuentra el canal natural para trasladarse de su individualidad a la explanada de lo plural, al mosaico de la divergencia donde la forma de conocerse a sí mismo colinda más con la discrepancia que con la coincidencia entre los suyos.

Esa vía de encuentro origina una entrega absoluta del hombre al lenguaje, a sus signos y a su habla, a sus tonos suaves y sobresaltos guturales, a los modales afectivos de los agudos y diminutivos, como a la altanería de las esdrújulas.

En México, como regla universal, el lenguaje le ha ido construyendo las agallas bien fundadas y los temores titubeantes, la cortesía siempre valorada y un singular sentido para la experimentación de vocablos nuevos, y otros con un alto resurgimiento de una vena  –casi cava– de civilización antigua.

Y es que la única forma concreta y real en la que un pueblo puede verse y reconocerse es en el lenguaje. A él entrega su confianza y en él se trasluce su imagen. Es ahí, en los terrenos de los sonidos y de los signos donde aparece el más irreductible de los gestos sociales. El carácter de una sociedad. El sentido y actuar de una nación.

El hombre, tanto en lo desértico de su privacidad como en lo selvático de su condición comunitaria, tiende por necesidad primaria de su naturaleza a la búsqueda de elementos que le den dirección, sentido, finalidad a sus actos y a su propia existencia. Busca explicarse el porqué, la lógica de su actuar y sobre todo, la legitimación de su circunstancia social: la interacción con los otros le otorga una invaluable condición de pertenencia a un grupo y encuentra su identidad social.

El intercambio con los otros solo es posible a través del lenguaje. Los “otros” somos una individualidad en la confluencia; la particularidad de cada individuo se desvanece en la comunicación con los demás para convertirnos en un solo ente, en una sociedad con un carácter definido.
¿La conformación de una nación responde al tenor de su lenguaje? En medida que el lenguaje es el instrumento de comunicación, el espacio para el encuentro público, también es la memoria histórica. El lenguaje es destino, suerte o desventura fincadas tanto en los hechos como en el pensamiento de los ciudadanos. Y eso es carácter, conformación de una manera de ser y actuar, fortalecimiento de un patrimonio colectivo y único, integración de una pluralidad en la mayor de las convergencias, fundación de la diversidad sobre un eje común.
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