Cultura

Homenaje para Guillermo Sheridan

Reconocen su labor con el Premio de Periodismo Cultural Fernando Benítez

GUADALAJARA, JALISCO (04/DIC/2011).- Guillermo Sheridan, el despotricador. El crítico de las costumbres mexicanas, del horno de microondas, de las gordis, de las costumbres de los priistas, del lenguaje de los ricachones, del Día de Muertos –considera al cempacúchil como la antiflor- y hasta de sí mismo…

Por eso, porque nada se escapa de su aguda crítica y porque en “México el desacato merece elogio”, Jesús Silva-Herzog celebró que este año el Homenaje de Periodismo Cultural Fernando Benítez se haya dedicado a Guillermo Sheridan.

El presidente de la Feria Internaiconal del Libro, Raúl Padilla, sonrió con el discurso de Silva-Herzog y por supuesto que moría de carcajadas cuando Sheridan leyó una crónica sobre la Ciudad de México.

Asintía, incluso, cuando hablaban de ese desacato permanente. Y justo después de una hora de aplaudir el “desacato”, Padilla López no sonrió cuando al finalizar el evento con el que cerraba la FIL, un grupo de 20 jóvenes del Frente Universitario Autónomo apareció en el Salón Juan Rulfo y tronó la “armonía” del recinto: “¡Raúuuul Padilla, nuestra educación, no se privatiza!”, “Fuera, los charros, de la UdeG”.

Con excepción de esa muestra de desacato, el homenaje a Guilermo Sheridan fue, tal vez y en voz de muchos de los que cubrieron la FIL, el más divertido de la semana. De entrada, porque Jesús Silva Herzog-Márquez se puso la frecuencia del humor negro.

Comenzó recordando una anécdota de Miguel de Unamuno, quien al recibir el Premio Alfonso XIII, dijo “gracias majestad, me lo merezco”. Sorprendido el rey, comentó: “qué extraño que diga esto, todos los premiados me dicen exactamente lo contrario”. Unamuno, reviró, “y tenían razón”. Ahí se registró la primera carcajada colectiva del público.

Silva Herzog-Márquez explicó que la respuesta de Unamuno era una burla a ese ritual del premio en el que el premiado normalmente se hace el sorprendido. “Y en este caso, con Sheridan, me parece sorprendente que reciba el Homenaje Nacional de Periodismo Cultural, porque la verdad es que se ha dedicado a decir cosas horribles de México y eso es de lo más venerable”.

Y es que, dijo, el premio no se lo dan por ser un investigador meticuloso de la literatura contemporánea, sino que se lo dan al crítico de las costumbres. “Este premio es una forma de celebrar la antipedagogía de Sheridan. Lo digo así porque no dicta lecciones ni esculpe su reputación en sus escritos. Su escritura no tiene como propósito la enmienda de las cosas, ni la prédica moral. Es solo un atento observador con un prodigioso instrumental literario, con una enorme honestidad para nombrar las cosas, y hacerlo con mucha mala leche”.

Guillermo Sheridan, pues, tiene un abultadísimo catálogo de fobias “y puede quejarse hasta de París”, ciudad en la que logró extrañar a su patria y donde descubrió que lo único que extrañaba de México eran sus ganas de vivir en París. Silva Herzog lo dijo de todas las maneras posibles. Este hombre homenajeado hace un constante desacato al ritual de los farsantes, a la impunidad del “imbécil”. Pero esa burla, esa sátira, son componentes de la cosa pública que, aunque hiriente, es oxigenante. “Y Sheridan nos recuerda que el veneno de la sátira es sustancia vital y es absolutamente democrático”.

Después de minutos en que todos, hasta el mismo Sheridan, se carcajearon, Cristopher Domínguez Michael resaltó del homenajeado que su sátira y crítica del mundo provienen de la poesía, “y su prosa es una de las llenas de matices y de formas poéticas escondidas”.

Guillermo Sheridan tomó el micrófono y, en vez de echarse un “rollo”, leyó una crónica sobre al ciudad de México, que lo describió mejor que cualquier discurso que hubiera leído sobre él mismo. De ahí siguieron minutos de absolutas carcajadas y concluyó diciendo lo siguiente: “pues bueno, esas son las tonterías que yo escribo”.

Entonces, dio las gracias, “y ya”, y mostró su decepción con sus colegas Cristopher Domínguez y Jesús Silva-Herzog Márquez por no haber sido más críticos, al igual que todos los que lo eligieron para que fuera el homenajeado de este año. “No deja de ser inaudito, casi me hace pensar en que México algo cambia y que alguien que es incómodo como yo, provoque que digan que tiene mérito mi trabajo, me halaga”.

EL INFORMADOR/ ALEJANDRA GUILLÉN
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