Cultura

Historias sobre la destrucción

La conferencia Una memoria hacia el futuro, del antropólogo Alfonso Alfaro, inauguró el octavo Foro Académico de la ECRO

GUADALAJARA, JALISCO (17/NOV/2011).-  Borrar los objetos del pasado por considerarlos culpables del presente es la postura que marca la historia, que ayer relató el doctor en Antropología y director del Instituto de Investigaciones Artes de México desde 1998,  Alfonso Alfaro Barreto, quien inauguró las jornadas de trabajo del octavo Foro Académico de la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente (ECRO), que concluirá el próximo 18 de noviembre.

El relato fue real, ocurrió durante la invasión de Estados Unidos a México durante los años cuarenta del siglo XIX. El escenario fue la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, ahí se encontraban dos tesoros de plata: una enorme lámpara y una estatua de la Asunción de la Virgen. Ambas fueron fundidas con distintos propósito, recordó el antropólogo durante la conferencia “Una memoria hacia el futuro”, la cual convocó a estudiantes de la ECRO, de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM) y de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí en Casa ITESO Clavigero.

“En 1947, cuando terminó la guerra con los Estados Unidos hubo una sesión de cabildo en la Catedral. Antes, había habido una cuando comenzó la guerra, entonces se decidió hacer frente a la crisis en la que se encontraba el país de una forma espectacular”, señaló el también historiador, quien explicó que las joyas de la corona de la Catedral: la lámpara y la estatua fueron fundidas por decisión de los canónigos.

Primero fue la lámpara, ya que la intención era aliviar la miseria de la población y apoyar la guerra. Al final de esta lucha fue turno para la estatua de la Asunción de la Virgen, entonces la justificación ya no fue la pobreza,  sino “destruir este fantasma y el altar de los reyes”.

Alfonso Alfaro afirmó que en las actas se puede leer que los canónigos dijeron que el altar era “indecente”.  Destacó que la primera preocupación haya sido: “cómo destruir” y no otra.

Estas  situaciones  son “profundamente reveladoras del estado general de nuestra historia y nuestra cultura, porque la razón por la cual estos ilustres señores pensaron que era indispensable acometer la destrucción de ese edificio era porque creyeron en que si el país había perdido la guerra era porque se encontraba atado a una cultura disfuncional, arcaica, retrograda y que para ser modernos habría que ser de otra manera, es decir había que culminar la labor de modernización, que los reyes de la Casa de Borbón había iniciado en la segunda mitad del siglo XVIII, y para eso era preciso sustituir el modelo estético por el otro, el que prevalecía en el mundo contemporáneo, en el mundo que en ese momento era el hegemónico, es decir el de un arte que seguía las pautas de la Ilustración”, dijo.

El arte de todos

La fe en la ciencia, la uniformidad cultural y el deseo de sustituir una imagen del cosmos funcional  por otra fue lo impulsó  a los monarcas de la Casa Borbón a trabajar en tres puntos: el sometimiento de la Iglesia al Estado a partir de la expulsión de la Compañía de Jesús de territorio nacional, una ofensiva enérgica contra la diversidad lingüística, la prohibición de las lenguas indígenas y la utilización solo del español, y la sustitución de este arte –el del siglo XVIII- por otro, señaló Alfonso Alfaro.

El deseo de modificar ese tipo de arte de exceso y del uso litúrgico, que “daba testimonio de otro cosmos del que rebasa al universo conocido. Estaba hecho para que los seres humanos pudieran evocar ese cosmos no sólo de forma racional, sino de manera afectiva. Era un arte que estaba hecho para que los seres humanos tuvieran sensaciones y emociones, que le hiciera percibir que la lógica que gobernaba el cosmos era ésa del amor, de la pasión, del exceso y de la redención, que es un exceso inimaginable, y cumplía con una función social extraordinariamente importante y muy difícil de calibrar: permitía a los indígenas y a los nobles, a los coras y a los habitantes de Flandes o de Italia o a la gente que vivía en las Filipinas o en Roma, a todos, tener el mismo tipo de emociones y de sentimientos”, explicó el doctor Antropología.

La sustitución del arte barroco dividió a la población en una conservadora y en otra liberal. “La Nueva España tenía dinero y se puso a seguir la moda, pero había algo más grave: que había una fragilidad en las elites”, dijo el investigador y pidió considerar a las débiles esferas del poder como la primera causa de la circunstancia histórica. “No hemos logrado reconstruir las elites desbaratas en el siglo XVIII, entonces se rompieron los vínculos que ligaban las elites empresariales con las elites intelectuales y no ha vuelto a ser reconstruidos en dos siglos, y en segundo lugar porque somos un país que tiene un ciclo de renovación de las elites aceleradísimo”, lo cual hace que  México cuente con un dinamismo social “poco frecuente” y no existe la posibilidad de mantener una memoria del pasado.

Para Alfonso Alfaro no hay consciencia de la duración de los procesos ni las posibilidades de hacer planes en la sociedad.

La pérdida del patrimonio

“La única planeación es la ocurrencia”, afirmó el antropólogo, quien dijo que basta con ver las cuestiones urbanas. Añadió que los cambios en México se dan por espasmos, herencia “que vienen de lejos, ya que en las culturas prehispánicas había una continuidad muy tenue con las que llegaron vivas o actuantes a la época de la Conquista. Entre los teotihuacanos y los aztecas hay una brecha de memoria gigantesca, los aztecas no sabía nada sobre los teotihuacanos, por ejemplo. Y esto se agravó con la Conquista”.

El director del Instituto de Investigaciones Artes de México consideró que las pérdidas del patrimonio no son responsabilidad de la Naturaleza, sino de los hombres conscientes. “Siempre ha sido obra de modernizadores que buscaron seguir la moda y gastaron un dineral en destruir lo que sus padres habían hecho queriendo legarles a sus hijos, algo que no alcanzaron a legarles, y que quedó abandonado, entonces nos hemos acostumbrados a vivir entre ruinas”.

Agregó que la crisis de violencia es la consecuencia del hecho de no encontrar la solución “es porque pensamos que la causa es la violencia y a veces es la consecuencia de una descomposición social causada por la incapacidad de hacer proyectos a futuros debido a la fragilidad de las elites y a la incapacidad de la nación de acometer proyectos de concordia y a la ausencia de canales de comunicación entre las poblaciones que nos constituyen”.

Las respuestas


Aunque el panorama no es alentador, sí existen respuestas siempre y cuando se logre “primero construir una memoria para darle a este país tan espasmódico un poco de continuidad y planes a futuros, segundo crear vínculos entre sus poblaciones capaces para hacer proyectos que contemplen los intereses de todos”, lo cual sólo es posible se tiene una consciencia del mundo.

Alfonso Alfaro destacó que la energía del país se desperdicia en destruir y no en construir. Es necesario construir una fuerza de trabajo útil, “la ventaja es que hay respuesta”: en los restauradores y en los movimientos que promueven el patrimonio.

“Ustedes son el ejemplo de solución porque lo que ustedes están haciendo es primero hacer consciente al país de la necesidad de salvaguardar su memoria”, dijo el historiador a los estudiante en la primera actividad del octavo Foro Académico de la ECRO.

Y pidió valorar  la artesanía, ya que una gran tragedia de destrucción del patrimonio es la llegada de las maquiladoras, las cuales son las representantes de la modernización del siglo XX, que “quiso hacer de nuestro país una sombra”.

AGENDA
Actividades

* Para hoy
13:30 horas

Conferencia: El sistema de comunicación gráfica en los petrograbados de Tzintzuntzan con Alejandro Olmos Curiel. Casa ITESO Clavijero, José Guadalupe Zuno 2083. Entrada libre

* Mañana
9:00 horas

Conferencia: La otra memoria artística: búsqueda, preservación y rescate de materiales fílmicos, imparte Eduardo de la Vega. Casa ITESO Clavijero, José Guadalupe Zuno 2083. Entrada libre
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