Cultura

Hace 28 años falleció Rubinstein, máximo intérprete de Chopín

Debutó profesionalmente como pianista concertista en Berlín, a los 13 años, y luego comenzaría una gira por Estados Unidos

CIUDAD DE MÉXICO (19/DIC/2010).- El pianista polaco-estadounidense Arthur Rubinstein, quien es considerado el máximo intérprete del compositor Federico Chopín, realizó a los cinco años de edad su primer concierto público, convirtiéndose así de niño prodigio en uno de los más grandes ejecutantes de piano de la historia.  

Rubinstein nació en Lodz, Polonia, el 28 de enero de 1887, y murió el 20 de diciembre de 1982.  

Tras su precoz debut y con apenas 11 años de edad, Arthur logró impresionar a Joseph Joachia, el gran violinista amigo de Johanes Brahams, quien asume a partir de ese momento su formación musical.  

Debutó profesionalmente como pianista concertista en Berlín, a los 13 años, y luego comenzaría una gira por Estados Unidos.  

A los 23 años intervino en un concurso realizado en San Petersburgo, donde obtuvo el primer premio al lado de otro postulante.  

En su primer concierto se acreditó un éxito pocas veces visto, con un repertorio integrado por la nueva música de Claude Debussy, Maurice Ravel y Sergei Prokofiev.  

Máximo intérprete de la obra de Federico Chopín, Rubinstein recibió los honores del Estado de Israel con el establecimiento de un concurso internacional de piano que lleva su nombre y el entonces presidente de Estados Unidos, Gerald Ford, le confirió la "Medalla de la Libertad".  

De 1910 al inicio de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) ofreció conciertos en Polonia, Rusia, Alemania, Italia, Austria e Inglaterra, entre otros países.  

Realizó su primera gira por España en 1915-1916, país que quedó complacido con la extraordinaria interpretación que hizo de su música, lo que le valió presentarse más de 100 veces en dos años.  

Grabó la mayoría de las obras para piano de los españoles Isaac Albéniz y Enrique Granados, por las que tenía una gran admiración.  

Rubinstein refrendó sus triunfos en los años 20 y 30 en España y Sudamérica, regiones que ya había conquistado, además de que recibió reconocimientos por las interpretaciones que hizo en Francia y Australia.  

Cuando aparecía en el escenario para realizar sus ejecuciones iniciaba la magia.  

Un crítico musical solía decir que, sin proponérselo, Rubinstein lograba que el público percibiera su presencia. Con una actitud amable, gentil y serena se sentaba y su nariz apuntaba a la estratósfera, mientras los asistentes aguardaban conteniendo el aliento.  

Rubinstein no tenía apuro. Se concentraba y pensaba en la obra inicial, esperaba a que se disipara el último de los aplausos o la última tos para apoyar las manos sobre el teclado. La sala se inundaba de un sonido dorado y comenzaba un típico concierto de este virtuoso del piano.  

Artista conocido a nivel mundial a través de su grabaciones, fue escuchado en la década de los 30, en el apogeo de la grabación eléctrica (discos de 78 revoluciones por minuto que sólo duraban cuatro minutos y medio).  

Las grabaciones de Rubinstein transmitían magia a través de su profundidad musical, misma que desplegaba en las salas internacionales de conciertos donde se presentaba.  

Poseedor de una gran vitalidad, el pianista permitía redondear la frase musical derrochando gran expresividad en la ejecución, con una interpretación profundamente emocional, pero controlada en su totalidad, hasta que un problema visual lo retiró de los escenarios.  

Rubinstein falleció el 20 de diciembre de 1982 en Ginebra, Suiza, donde residía desde que dejó de ofrecer conciertos. 
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