Cultura
Gerald Martin “robustece” el mito de García Márquez
Presentación en México del libro del académico inglés en el que hace un exhaustivo retrato del escritor colombiano
Palacio de Bellas Artes de la capital del país.
El profesor londinense especializado en literatura suramericana, un convencido de que su libro robustece el mito del autor escritor colombiano, recordó un día de principios de los años 90 en que se encontraba en la casa del Nobel en Aracataca, en la habitación donde supuestamente había nacido, y revivió el momento en que se presentó “un hombrecito, vestido como Sancho Panza”, que a la pregunta de si conocía a García Márquez respondió: “No lo conozco, pero él me conoce a mí”. El hombrecito resultó ser un músico, el compositor del himno del carnaval de Barranquilla, pero quizá lo más significativo de la respuesta es que le permitió a Martin rematar con esta frase: “Cuando uno estudia a García Márquez, empiezan a pasar cosas”.
- ¿Tiene conciencia de la primera vez que se topó con la figura de García Márquez?
- “No me había acercado a él antes de leer Cien años de soledad. Hasta entonces sólo había comprobado qué estaba significando aquella novela en aquel momento. Enseguida me di cuenta de que era una luz dentro de la sombra que había en México en 1968. La compré y vi, como otras miles de personas, que era la novela de América Latina. Nunca antes había leído nada semejante, salvo El Quijote, Los viajes de Gulliver o novelas de esa categoría, pero nunca algo de un escritor actual. Era, aunque moderna, una novela transhistórica, por encima de su tiempo. Veía entonces que Gabo iba a ser el futuro, como ocurrió después con Bolaño”.
- En esa fascinación primera, ¿se le pasó por la cabeza que algún día acabaría siendo su biógrafo?
- “No, en absoluto, porque por aquella época yo estaba estudiando a Miguel Ángel Asturias, un autor que me encantaba. Pensaba y pienso que Hombres de maíz era una obra impresionante, así que a García Márquez no lo contemplaba. Incluso más adelante seguía aplazando a Gabo, porque en los años siguientes estos dos escritores empezaron a convertirse en rivales: Asturias ya tenía el Nobel, pero García Márquez se estaba perfilando como un serio adversario. En cuanto a mí, uno es demasiado modesto para saberse escribiendo su biografía. Sin embargo, por una razón desconocida, García Márquez estaba en mi camino y yo acabé estando en el suyo”.
- ¿En qué momento se cruzaron ambos recorridos?
- “Sucedió en La Habana, en su casa. Él no sabía quién era yo, a pesar del servicio de inteligencia que tiene a su alrededor. Establecimos una relación aceptada, tolerada (como él mismo la denominó), en la que yo me convertí en su biógrafo. Esta relación continuó todos estos años y él no se cansó de mí, a pesar de la mirada escrutadora del biógrafo. Claro que hemos tenido nuestros momentos… pero también puedo decir que nos hemos divertido. Sobre el instante preciso en que me puse a hacerla, tengo que decir que no fui yo sino mi editor de entonces quien me propuso la idea. Yo había escrito poco antes un libro sobre novela suramericana en apenas cuatro meses, de 450 páginas, así que él, deslumbrado supongo, debió pensar que yo era su hombre. Me comprometí a redactarla en cuatro años, pero he tardado 19. Aquel editor se cansó de mí, claro”.
- En esos 19 años ha logrado una obra monumental de 762 páginas, precisa, atenta a los datos, pero también muy atmosférica y literaria. ¿Llegó a contagiarse del propio estilo del escritor o del realismo mágico? La vida de García Márquez da para ese tipo de narración…
- “Tuve el problema de tener que cortar el libro. Pensé que podría reescribirlo en pequeña escala, pero finalmente me decanté por eliminar todas las largas especulaciones en torno a la relación de García Márquez con la cultura popular. Sobre todo pensé que yo debía ser una especie de novelista que concibiera su obra no para los académicos sino para el público en general. Quería que fuese seria y crítica, pero que al mismo tiempo, como en las obras de Gabo, fueran los lectores quienes extrajesen sus propias conclusiones, y procuré que cada capítulo invitase a leer el siguiente.
La obra tiene la estructura de una narración, no de una novela, claro, pero sí tiene un ritmo y un argumento. En cambio, he recibido muchas opiniones que me acusan de ser muy deferente, pero en este libro hay mucha más crítica al autor de la que ellos creen, sólo que no soy yo el que llega a las soluciones finales. En cuanto al estilo, de alguna manera cambio de registro cuando escribo sobre Cien años de soledad, porque entiendo que fue un momento rapsódico en la vida de Gabo. Creo que busqué un estilo irónico, no cruel, pero sí simpático, no muy enfático, en el que importa más la historia que el escritor”.
- Con lo que ha vivido García Márquez, sorprende que al final, como queda reflejado en el libro, sólo sea un hombre asustado ante la cercanía de la muerte.
- “Es lo que les pasa a los viejos. Él ha pasado dos veces por el cáncer y después de eso la vida no vuelve a ser igual. Ambos pasamos por esta enfermedad durante la creación de esta biografía y sé cuánto se relativizan las cosas tras superarla. Aún así, uno de los rasgos que más me han fascinado de él ha sido su vulnerabilidad. Es una de las personas más vulnerables que he conocido, pero al mismo tiempo de las más valerosas: no tiene miedo al fracaso, corre riesgos que luego acaban doliéndole y, sin embargo, se lanza”.
- Su obra muestra a muchos García Márquez. ¿Con cuál de todos se queda? ¿El niño, el periodista, el premio Nobel, el hombre obsesionado con el poder…?
- “Con el primer García Márquez que conocí, que era un hombre curado de espanto en una posición excelente: la de tener experiencia (pasaba los 60 años) pero sin ser viejo. Pero era además un hombre que veía cómo todas las cosas en las que había creído, Cuba, la literatura a la que perteneció… se estaban esfumando. Es el García Márquez de El General en su laberinto, a mi juicio su último libro necesario”.
Tras casi 20 años de trabajo, Gerald Martin retrata en su libro Gabriel García Márquez, una vida a un hombre complejo, batallador, osado. “Hay gente que cree que estoy demoliendo una estatua -afirma-, pero yo, al contrario, pienso que mi relato robustece el mito. La visión de un García Márquez valeroso, que ha ganado casi todas las batallas de su vida, es más sólida que todos los estereotipos que circulan por ahí”.
“García Márquez es una de las personas más vulnerables que he conocido, pero al mismo tiempo de las más valerosas”
Gerald Martin, autor de Gabriel García Márquez, una vida.
CIUDAD DE MÈXICO.- Hace unos días le pidieron al inglés Gerald Martin que describiera una “anécdota inolvidable” de las que había vivido durante los casi 20 años que se ha dedicado a seguir la sombra de Gabriel García Márquez para escribir su biografía “tolerada”, en las librerías de México a partir del próximo 26 de octubre, fecha en la que se presentará en el
El profesor londinense especializado en literatura suramericana, un convencido de que su libro robustece el mito del autor escritor colombiano, recordó un día de principios de los años 90 en que se encontraba en la casa del Nobel en Aracataca, en la habitación donde supuestamente había nacido, y revivió el momento en que se presentó “un hombrecito, vestido como Sancho Panza”, que a la pregunta de si conocía a García Márquez respondió: “No lo conozco, pero él me conoce a mí”. El hombrecito resultó ser un músico, el compositor del himno del carnaval de Barranquilla, pero quizá lo más significativo de la respuesta es que le permitió a Martin rematar con esta frase: “Cuando uno estudia a García Márquez, empiezan a pasar cosas”.
- ¿Tiene conciencia de la primera vez que se topó con la figura de García Márquez?
- “No me había acercado a él antes de leer Cien años de soledad. Hasta entonces sólo había comprobado qué estaba significando aquella novela en aquel momento. Enseguida me di cuenta de que era una luz dentro de la sombra que había en México en 1968. La compré y vi, como otras miles de personas, que era la novela de América Latina. Nunca antes había leído nada semejante, salvo El Quijote, Los viajes de Gulliver o novelas de esa categoría, pero nunca algo de un escritor actual. Era, aunque moderna, una novela transhistórica, por encima de su tiempo. Veía entonces que Gabo iba a ser el futuro, como ocurrió después con Bolaño”.
- En esa fascinación primera, ¿se le pasó por la cabeza que algún día acabaría siendo su biógrafo?
- “No, en absoluto, porque por aquella época yo estaba estudiando a Miguel Ángel Asturias, un autor que me encantaba. Pensaba y pienso que Hombres de maíz era una obra impresionante, así que a García Márquez no lo contemplaba. Incluso más adelante seguía aplazando a Gabo, porque en los años siguientes estos dos escritores empezaron a convertirse en rivales: Asturias ya tenía el Nobel, pero García Márquez se estaba perfilando como un serio adversario. En cuanto a mí, uno es demasiado modesto para saberse escribiendo su biografía. Sin embargo, por una razón desconocida, García Márquez estaba en mi camino y yo acabé estando en el suyo”.
- ¿En qué momento se cruzaron ambos recorridos?
- “Sucedió en La Habana, en su casa. Él no sabía quién era yo, a pesar del servicio de inteligencia que tiene a su alrededor. Establecimos una relación aceptada, tolerada (como él mismo la denominó), en la que yo me convertí en su biógrafo. Esta relación continuó todos estos años y él no se cansó de mí, a pesar de la mirada escrutadora del biógrafo. Claro que hemos tenido nuestros momentos… pero también puedo decir que nos hemos divertido. Sobre el instante preciso en que me puse a hacerla, tengo que decir que no fui yo sino mi editor de entonces quien me propuso la idea. Yo había escrito poco antes un libro sobre novela suramericana en apenas cuatro meses, de 450 páginas, así que él, deslumbrado supongo, debió pensar que yo era su hombre. Me comprometí a redactarla en cuatro años, pero he tardado 19. Aquel editor se cansó de mí, claro”.
- En esos 19 años ha logrado una obra monumental de 762 páginas, precisa, atenta a los datos, pero también muy atmosférica y literaria. ¿Llegó a contagiarse del propio estilo del escritor o del realismo mágico? La vida de García Márquez da para ese tipo de narración…
- “Tuve el problema de tener que cortar el libro. Pensé que podría reescribirlo en pequeña escala, pero finalmente me decanté por eliminar todas las largas especulaciones en torno a la relación de García Márquez con la cultura popular. Sobre todo pensé que yo debía ser una especie de novelista que concibiera su obra no para los académicos sino para el público en general. Quería que fuese seria y crítica, pero que al mismo tiempo, como en las obras de Gabo, fueran los lectores quienes extrajesen sus propias conclusiones, y procuré que cada capítulo invitase a leer el siguiente.
La obra tiene la estructura de una narración, no de una novela, claro, pero sí tiene un ritmo y un argumento. En cambio, he recibido muchas opiniones que me acusan de ser muy deferente, pero en este libro hay mucha más crítica al autor de la que ellos creen, sólo que no soy yo el que llega a las soluciones finales. En cuanto al estilo, de alguna manera cambio de registro cuando escribo sobre Cien años de soledad, porque entiendo que fue un momento rapsódico en la vida de Gabo. Creo que busqué un estilo irónico, no cruel, pero sí simpático, no muy enfático, en el que importa más la historia que el escritor”.
- Con lo que ha vivido García Márquez, sorprende que al final, como queda reflejado en el libro, sólo sea un hombre asustado ante la cercanía de la muerte.
- “Es lo que les pasa a los viejos. Él ha pasado dos veces por el cáncer y después de eso la vida no vuelve a ser igual. Ambos pasamos por esta enfermedad durante la creación de esta biografía y sé cuánto se relativizan las cosas tras superarla. Aún así, uno de los rasgos que más me han fascinado de él ha sido su vulnerabilidad. Es una de las personas más vulnerables que he conocido, pero al mismo tiempo de las más valerosas: no tiene miedo al fracaso, corre riesgos que luego acaban doliéndole y, sin embargo, se lanza”.
- Su obra muestra a muchos García Márquez. ¿Con cuál de todos se queda? ¿El niño, el periodista, el premio Nobel, el hombre obsesionado con el poder…?
- “Con el primer García Márquez que conocí, que era un hombre curado de espanto en una posición excelente: la de tener experiencia (pasaba los 60 años) pero sin ser viejo. Pero era además un hombre que veía cómo todas las cosas en las que había creído, Cuba, la literatura a la que perteneció… se estaban esfumando. Es el García Márquez de El General en su laberinto, a mi juicio su último libro necesario”.
Tras casi 20 años de trabajo, Gerald Martin retrata en su libro Gabriel García Márquez, una vida a un hombre complejo, batallador, osado. “Hay gente que cree que estoy demoliendo una estatua -afirma-, pero yo, al contrario, pienso que mi relato robustece el mito. La visión de un García Márquez valeroso, que ha ganado casi todas las batallas de su vida, es más sólida que todos los estereotipos que circulan por ahí”.
“García Márquez es una de las personas más vulnerables que he conocido, pero al mismo tiempo de las más valerosas”
Gerald Martin, autor de Gabriel García Márquez, una vida.
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